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Una jota con la forma de un saxo

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Fruta extraña. Casi un siglo de poesía española del jazz

VV. AA.

Fundación José Manuel Lara, 2013. Colección «Vandalia»

ISBN: 978-84-96824-48-5

416 páginas

22 €

Edición de Juan Ignacio Guijarro

 

 

Antonio Rivero Taravillo

De Juan Ignacio Guijarro –Nacho para casi todos– conocía su curiosidad insaciable, su buen gusto literario, su especialización en la literatura negra –la hecha por negros norteamericanos, no la policiaca– y las relaciones entra escritura y música y cine, su inteligencia. Todo ello viene a corroborarlo esta antología que acaba de publicarse: Fruta extraña. casi un siglo de poesía española del jazz.

Confieso que nunca he frecuentado el jazz y solo últimamente he caído enamorado ante la voz de Billie Holiday (asediada desde todos los ángulos en este libro). En la lejana época en que compraba discos de vinilo –bien llamados álbumes, porque guardan tantos recuerdos– solo me hice con uno que tuviera que ver con el jazz; se trataba de un homenaje de Joni Mitchell a Charles Mingus. Pero me incomodaban las filtraciones del jazz en la música de los países celtas, que es, con la clásica, la que más he disfrutado siempre: ciertos arreglos jazzísticos, e instrumentos típicos suyos, venían en mi opinión de entonces a enturbiar la música de, por ejemplo, el grupo bretón Gwendal, que fue de los primeros en cultivar estas fusiones que luego se desbordaron por toda la Celtic Fringe hasta alcanzar, pero desde la fuente original de la música negra, a la música irlandesa en el Afro-Celt Sound System, uno de los grupos a los que ha engalanado con su voz excepcional Iarla Ó Lionáird.

Y hablando de Irlanda, el sintagma “Fruta extraña” (ya dije que estoy ayuno en jazz) lo que evoca en mí es un poema de Seamus Heaney, “Strange Fruit” (North, 1975), que como la canción de Holliday se refiere a un cuerpo o cuerpos muertos con saña y posteriormente expuestos o desenterrados. En el poema del irlandés, uno de los más conocidos de la serie que dedicó a las turberas, asistimos a la extracción de un cadáver de joven sacrificada. El de Derry utilizó este hallazgo (que en realidad tuvo lugar en Jutlandia) como correlato de la violencia en el Ulster, donde se mezclan las lealtades atávicas y la venganza. De algún modo, los asesinatos de la Edad de Hierro en aquella península danesa y los de los Troubles de finales de los sesenta y principios de los setenta del pasado siglo en la isla de Irlanda tienen su correspondencia en la vesania desatada por el racismo del Ku-Klux-Klan hasta tres décadas antes (momento en que se tomó la foto que inspiró la canción de Abel Meeropol que cantó Holliday). Aquellos dos negros colgados de un árbol tras ser linchados me llevan otra vez el vínculo con Irlanda, a través de Lynch (por el atrabiliario Charles Lynch), el apellido que origina el verbo de tomarse una multitud, hasta consecuencias trágicas, la justicia por su mano.

Pero vamos ya al jazz y a esta antología. La introducción de Guijarro (“En la medianoche”) es documentada y ágil, cosas que rara vez van de la mano, y menos en un texto extenso como este. Traza una breve historia del género en su país de origen, se ocupa de su llegada a España y de su arraigo aquí y pasa, finalmente, a ocuparse de su huella en nuestra poesía (no solo la escrita en castellano sino también en las otras lenguas españolas, con principal preponderancia de la catalana, pues Barcelona siempre ha sido foco principal del jazz). “Primeros acordes”, “Los ritmos del 27”, “Los solos de postguerra”, “Sonidos de los cincuenta”, “Fraseos de los novísimos” y “Armonías actuales” son las secciones de ese recorrido que jalonan más de un centenar de autores. El arco temporal va desde la reticencia de Emilio Carrere (que ve en él una amenaza a los sones del viejo Madrid) hasta el entusiasmo de Rodrigo Olay (no tanto por el jazz propiamente dicho sino por la Generación Beat).

Completan el volumen sendos apéndices: uno, “Notas sobre referencias jazzísticas”, y otro “Semblanzas geográficas y procedencia de los textos”, que tal vez hubiera sido mejor ofrecer, en vez de en orden alfabético, según la aparición de los autores en el libro. En el primero, Guijarro ofrece una exhaustiva panoplia de temas e intérpretes que hará las delicias del aficionado al jazz; quien lo sea a la poesía apreciará por su parte el rigor y la puesta al día de todas esas semblanzas, muy atinadas pese a lo sintético de ellas. Tal vez un lector u otro eche de menos algún poema, pero las ausencias son siempre inseparables de las antologías, y aquí está presente lo fundamental de la poesía española en la que aparece el jazz, ya sea en una breve alusión, ya como tema y tuétano del texto, como sucede en los versos de José María Fonollosa. De Juan Eduardo Cirlot, del que se dan dos poemas, yo hubiera incluido el extraordinario “Susan Lenox” (1947), pero seguramente Guijarro lo habrá descartado por alcanzar los casi doscientos versos. Con todo, su estructura, su melodía que vuelve sobre sí misma, con sus obsesiones, es, creo, muy de jazz. Aquí unos versos: “Niebla, niebla. / La sombra baja lenta como un río; /  su invasión me atenaza. / Ni música de jazz se oye a lo lejos / y un silencio infinito me circunda.”

“El jazz es una jota con la forma de un saxo” escribe Carlos Aganzo en su poema aquí incluido y que se asienta sobre las cuatro patas de ese monosílabo, jazz, que desde 1919 (cuando se celebra el primer concierto en nuestro país y también cuando aparece por primera vez en poemas publicados en la sevillana revista Grecia). Afortunadamente, no todo queda en ese instrumento o en el piano o la trompeta, en el sahumerio de atmósferas de clubs o en voces desgarradas. Hay aquí muchos y muy buenos poemas que, con el pretexto del jazz, tratan de otras cosas, como “Por los barrios del mundo viene sonando un lento saxofón”, donde Félix Grande se dirige al escritor afroamericano James Baldwin, recordando a esa injusticia que daba origen a “Fruta extraña” y que es, como la música, universal, y como ella tantas veces punzante: “Tienes hermanos de otras razas, / todo sudor es familiar, / toda miseria lleva / escupitajos en la piel.”

admin

Un comentario

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