Andábata
Olga Bernad
Paréntesis, 2010
ISBN: 978-84-9919-9073-0
228 páginas
13 euros (9’10 en ebook)
Jesús Cotta
No encuentra uno en esta Andábata asuntos extraordinarios y tramas novelescas. Lo extraordinario y novelesco es lo que la narradora, como si tal cosa, nos cuenta; y uno está deseando sentarse con ella y una copa en una terraza para que nos lo siga contando todo, hasta el final y el último detalle, porque ella es divertida, terapéutica, inteligente, realísima, simpática y transmite unas tremendas ganas de vivir, de perdonarlo casi todo y de meterse aún más en ese día a día suyo de luchadora poeta trabajadora y amante feliz con riesgo constante de desliz.
Lean, si no, el final del segundo capítulo, que es de antología, o la desternillante historia de las amigas porretas o el justificadísimo cabreo del capítulo III. Y los diálogos del V demuestran que la vida en pareja puede ser lo más divertido y acertado que se puede hacer en la vida; y ese sueño de ser camionera y los seres imaginarios que pululan por el libro, como el obispo de Celibandia, y con los que la prota habla con un desparpajo libre y reflexivo. Y menudo pedazo de amiga que es Carmen. Y les doy mi palabra de que todos esos personajes, incluso el obispo de Celibandia, no tienen nada de pastiches literarios: están vivitos y coleando, como servidor.
La variedad de registros es otro de los alicientes del libro. Tan pronto echa mano del vocabulario artístico como del lenguaje callejero, pero todo dentro del estilo libre, luchador y suelto de la prota. Olga Bernad, además de novelista, es poeta, y en este libro sabe sacarle a la lírica partido narrativo. No le ocurre como a esos poetas que cuando escriben prosa parece que no pueden contar nada, sino tan sólo sentir mucho. Me gustan esos libros que son tan ágiles contando como elegantes escribiendo.
Es, en fin, la novela de quien lidia en la oscuridad con el mundo, sin alharacas y con dignidad, echando mano del amor que le dan, pero dando más amor del que ella se da cuenta. Es también una novela que, sin maquillar la realidad, transmite unas ganas tremendas de vivir y de comprender a la gente.
Quien quiera saber más de la autora y de su poesía, que pinche en su blog Caricias perplejas, donde disfrutará de textos redondos y sin pelos en la lengua, imprevisibles y libres.
Muchas gracias por la generosidad de tu lectura. La apuesta esta vez fue la vida cotidiana, con su superficie y su fondo, con su choque de tonos y sus posibles niveles de lectura. Gracias por no quedarte sólo en uno de ellos y por acompañar a la protagonista también hasta esa oscuridad del mundo contra la que procura luchar sin perder del todo la ternura ni -si eso es posible- el sentido del humor, tan resbaladizo en la poesía pero tan redentor en la vida.
Gracias, sobre todo, por hacer algo tan sencillo como disfrutar del libro. Encuentro en la posibilidad de hacer pasar un buen rato al lector una pretensión muy digna y un reto nada fácil. He procurado materializar lo que pienso: que el fondo de un texto, de existir, no necesita siempre que el autor lo nombre y lo convoque con palabras supuestamente profundas, lo que necesita es una puerta por la que acceder realmente a él, y que esa puerta esté en la narración, no sólo en la intención ni en un discurso previo o posterior que ya no forma parte del hecho literario (algo parecido a esto;-) Por eso el reflejo en el lector me interesa tanto, por eso te agradezco tanto la reseña.
Y gracias, en fin, por encontrar esa puerta y querer cruzarla junto a ella.
Olga, ha sido un verdadero placer leer este libro. Los escritores a veces piensan que tienen que decir cosas muy originales y extraordinarias y eso es más fácil de hacer que hacer lo que has hecho tú: convertir en original y extraordinario lo normal y cotidiano. La voz de la protagonista es lo mejor del libro: rotunda, delicada, desnuda y digna. Con el corazón en la mano, te felicito de veras.