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Una odisea familiar de nuestro tiempo

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JOSÉ MANUEL GARCÍA GIL | Son numerosos los ecos de la Odisea homérica en la literatura de cualquier época. En los últimos decenios, abundan en la narrativa, en la poesía y en el teatro, pero también en el cine o la televisión. Es cierto que no hay entre esos ecos ninguna obra con tanta resonancia literaria como el Ulises de Joyce, pero podrían citarse muestras de esa influencia, mayor o menor, en novelas de Nikos Katzantzakis, Julio Verne, Herman Melville, Joseph Conrad o Thomas Pynchon, en poemas de Cavafis y Seferis o en películas de Stanley Kubrick o los hermanos Coen, por poner solo algunos ejemplos. Un clásico relato de aventuras cuya inagotable riqueza sigue aportando sugerencias para las más diversas y modernas versiones artísticas.

A ellas se suma ahora la del escritor y filólogo clásico Daniel Mendelsohn (Nueva York, 1960) con su obra Una Odisea: un padre, un hijo, una epopeya (Seix Barral, 2019) en excelente traducción de Ramón Buenaventura. El argumento es original: un anciano de 81 años, matemático jubilado, le pide a su hijo poder asistir al seminario sobre la Odisea que este impartirá en la universidad un día a la semana durante las dieciséis semanas siguientes. Así comienza este libro extraordinario en el que un hombre parte en busca de su hijo, pero también un hijo en busca de su padre. Mientras avanza el curso, Daniel y Jay Mendelsohn, su progenitor, saldrán al encuentro no sólo de Odiseo en su vuelta a Ítaca, sino también de ellos mismos, a partir de un código secreto de silencios, preguntas y respuestas que tendrán al propio Odiseo y a Telémaco como referencias continuas y espejos enfrentados; aunque también al reflejo de su propia relación, hecha de espacios vacíos y abandonos, malentendidos y carencias, culpas y reproches, pérdidas y distancias.

Pero no estarán solos: si Odiseo tuvo una tripulación, los matriculados en el seminario -esos estudiantes del curso al que asiste el padre- intervendrán en la acción a modo de coro griego, siendo a su vez testigos y partícipes de este conflicto generacional entre dos hombres -uno en su madurez y otro en su vejez definitiva-, que intentarán encontrarse, por vez primera, dentro de un texto, la Odisea, cuyas claves simbólicas nos irá desgranando el autor a lo largo de estas fulgurantes 400 páginas.

Sobre estos dos planos construye Daniel Mendelsohn este magistral ejemplo de autoficción. De una parte, mediante la rememoración de las sesiones del seminario, confecciona un excelente ensayo -pleno de erudición sabiamente administrada- acerca de la obra de Homero -sea o no este el nombre de una «razón social», como decía Borges– y la forma en la que su peripecia, su temática, sus personajes arquetípicos, el relato, en definitiva, nos sigue interpelando casi tres mil años después con la misma fuerza originaria. De otro lado, a través de la reconstrucción de la propia historia familiar del autor, principalmente de esa relación contradictoria con su padre, el libro se convierte en una profunda y emocionante reflexión -alejada de todo sentimentalismo y de cualquier ajuste de cuentas- acerca de la familia, la educación, las relaciones entre los padres y los hijos, entre maridos y mujeres, los esfuerzos vitales, las esperanzas frustradas, el regreso a casa, el reencuentro, todo eso -hecho de tantas cosas- que al cabo nos va otorgando progresivamente lo que acaba siendo nuestra identidad, signifique esto lo que signifique.

Y en ambos planos, en el de Odiseo y su relato y en el de Daniel Mendelsohn que habla de sí mismo y de su padre, descubrimos lo que significa esperar lo inesperado y estar perdido y querer volver a casa. Aprendemos lo que significa la inextinguible diferencia entre quienes creemos ser y lo que los demás creen que somos. Sentimos la nostalgia de esos «viejos e irredimibles errores», esos en los que todos hemos incurrido y de cuya comisión acabamos siendo conscientes siempre demasiado tarde. Y sobre todo apreciamos que somos seres narrativos, hechos de historias que nos dan forma interior y exterior. Esta novela, que es a la par un análisis literario, una crónica de viaje y un libro de memorias, nos enseña a valorar tanto las gestas cotidianas, incluso las más aparentemente banales, como las más épicas, similares en sus rupturas y estructuras, unas y otras. Un prodigioso ejercicio de lectura entendida como proceso de desvelamiento histórico, existencial y emocional en el que el todo es mucho más que la suma de sus partes.

El relato, que trae a mi memoria, entre las muchas obras que abordan esta complicada y universal ligazón, Patrimonio de Philip Roth y Tiempo de vida de Marcos Giralt Torrent, es tan duro como el carácter poco efusivo del padre, un hombre pragmático y de elementales principios morales que cuestiona con severidad las lecciones de su hijo, aduciendo que Odiseo no era un auténtico héroe, porque había perdido a sus hombres en el transcurso de sus aventuras, no los había salvado del terrible destino que él mismo había causado y, además, había sido infiel a su esposa. Sobre una cuerda suspendida en el aire, Daniel hará equilibrios para no alejarse de un padre en las antípodas de sus planteamientos vitales y mantener ese vínculo a favor de todo lo que los une y contra todo lo que los separaba antes del divertido crucero que emprenderán ambos por el Mediterráneo, unos meses después de terminar el citado curso, tras los pasos del héroe homérico, desde las ruinas de Troya hasta Ítaca.

Si Homero no habla nunca de sí mismo en sus versos, Mendelsohn nos ha dejado, en cambio, a través de estos dos retratos, el de su padre y el suyo propio, husmear en la intimidad de su vida. Y colocar esta última en igualdad de condiciones con la historia clásica que le sirve de parapeto emocional, de filtro erudito, para no mostrarse a los lectores desnudo por completo en ese ámbito privado que acaba resultándole al lector tanto o más interesante que esa inteligente revisión crítica e histórica de la primera «novela» de la cultura occidental. Su lectura o relectura es, además, placentera porque, por la parte culta, sentimos que aprendemos con detalle algo de la esencia de nuestra cultura y que tocamos con la punta de los dedos asuntos cruciales de nuestra civilización. Sirva, por tanto, en este sentido, la obra también de reivindicación de las humanidades en tiempos de pragmatismo rampante y de subjetivismo fanfarrón.

En definitiva, un relato poético, inspirador y valiente, escrito con apasionamiento y soltura, entre la ficción y la vida, sobre el reencuentro de un hijo con el pasado y con la verdad de sus sentimientos. No obstante, hay tantos aspectos admirables en este libro de Mendelsohn que uno no puede recomendar entrar en sus páginas por una sola de las puertas que se nos abren. Es, como tiene que ser, el lector quien ha de elegir la suya y esa será, en cualquier caso, inolvidable y sanadora.

Una Odisea. Un padre, un hijo, una epopeya (Editorial Seix Barral, 2019) | Daniel Mendelsohn |416 páginas | 20,50 euros | Traducción de Ramón Buenaventura

admin

2 comentarios

  1. Excelente análisis de una obra que está muy en la vanguardia de lo que más interesa hoy, según mi opinión: la autoficción. Al menos a mí es lo que más me atrae.

  2. Excelente comentario de una novela que más bien es un texto académico que recrea , enseña, informa y emociona relevando las consideraciones de la escencia humana.

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