LUIS ANTONIO SIERRA | Coincidiendo con la vigésimo séptima Cumbre del Clima (COP27), celebrada recientemente en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij y cuyos desesperanzadores resultados eran más que previsibles, entiendo que es pertinente hablar sobre uno de los cientos – o miles – de libros que llevan tiempo avisándonos del desastre ecológico que nos espera si no somos capaces de reaccionar a tiempo. Este “nos” es un plural mayestático porque no somos nosotros, los ciudadanos de a pie, los mayores responsables de la situación, aunque algunos insistan en ello. Habría que apuntar un poco más arriba.
Una vida en nuestro planeta, del muy conocido y reconocido divulgador medioambiental David Attenborough, alude a la crítica situación en términos conservacionistas que atraviesa la Tierra y lo hace en una narración que va paralela a diferentes momentos de su vida personal, un curioso e interesante hilo para darse cuenta de la rapidez del proceso de degradación. Aunque el autor hace referencia a las causas de este desastre – que, sorprendentemente, hay todavía imbéciles que todavía lo niegan –, sin embargo, entendemos que no señala de forma nítida e inequívoca a los máximos responsables de que estemos como estamos. Si nadie lo remedia, estos administradores de la contaminación conseguirán hacer de este planeta un lugar difícilmente habitable en un período de tiempo relativamente corto. Hay que decirlo alto y claro: los mayores causantes de todo esto son los sistemas económicos extractivos y sobreexplotadores ideados por el ser humano y quienes se erigen en sus brazos ejecutores, esto es, el poder político, pero, sobre todo, el económico. A través de grandes corporaciones transnacionales de distinta índole, la Naturaleza lleva tiempo siendo esquilmada sin consideración alguna. Bueno, sí, la de llenar de dólares, euros, libras, yuanes, rublos, … los bolsillos o la cuenta de resultados de estos conglomerados empresariales. Resulta casi ridículo comprar el discurso de que gracias a que nos duchamos y no nos bañamos contribuimos a mejorar el medioambiente, que tenemos que reciclar todo lo reciclable, que es muy buena idea instalar placas solares en los tejados de nuestras casas, o que mejor nos compramos un coche eléctrico que no emite dióxido de carbono. Todo esto está muy bien y, sin duda, contribuye a aportar nuestro granito de arena en la preservación del medioambiente. Pero, seamos serios y hagámonos las siguientes preguntas: ¿de verdad somos nosotros los grandes contaminadores del planeta? ¿No será que para evadir sus responsabilidades el neoliberalismo va a recurrir, de nuevo, al ya viejo truco de hacernos cargar con la culpa? ¿De verdad vamos a comprar este discurso? Como decía, Attenborough es muy lúcido analizando la situación y sus causas, pero peca – no sabemos por qué, aunque lo sospechamos – de ingenuidad al no apuntar sin ambages a los grandes contaminadores.
Este libro no se queda, afortunadamente, en mostrar solo el escenario cuasi apocalíptico en el que nos encontramos. El autor apunta soluciones a este problemón, pero vuelve a señalar como mayores responsables tanto al ciudadano individual como a los gobiernos, olvidándose, otra vez, de destacar a los últimos causantes de esta deriva medioambiental. Insistimos en la idea de que, si bien nuestras acciones individuales pueden ayudar a no agravar el problema, sin embargo, son decisiones supranacionales las que finalmente puedan paliar el oscuro futuro que la ciencia nos augura. Attenborough señala la responsabilidad del poder político y no le falta razón. Este debe obligar a los grandes contaminadores a cambiar, cesar, modificar sus actividades para que sean verdes. Sin embargo, en los tiempos que corren, en muchas partes del mundo el poder económico hace del político su subordinado y, consecuentemente, el segundo jamás adoptará una decisión que vaya en contra de los intereses del primero. Este es un tremendo y casi infranqueable obstáculo para salvarnos y solo podrá ser superado cuando el poder político tome conciencia, dé un golpe en la mesa y ponga firmes a las transnacionales y a todos los grupos de interés que siguen ganando dinero a espuertas y que solo se harán verdes cuando serlo sea más rentable que seguir contaminando. El problema es que lo mismo cuando se den cuenta de ello, puede que ya sea demasiado tarde.
Una vida en nuestro planeta: mi testimonio y una visión para el futuro. (Crítica, 2021) | David Attenborough | 320 páginas | 19,90 euros