Al principio tomé a Elizabeth Finch por una pesimista romántica; ahora diría que era una estoica romántica. ¿Son compatibles ambas condiciones? ¿Pueden coexistir, o una es consecuencia de la otra? Resulta tentador pensar que EF comenzó siendo una romántica de principios elevados y que luego, una vez la vida le hubo infligido las decepciones inevitables, se convirtió en estoica. No es que tenga ninguna prueba de ello.
CAROLINA EXTREMERA | Una persona que no conozca a Juliano el Apóstata pero que esté dispuesta a escuchar con interés todo lo que le puedas contar sobre él es alguien que quieres tener en tu círculo social. Lo comprobé hace unos días, frente a una cerveza. Pregunté: “¿Qué sabes sobre Juliano el Apóstata?”, y mi interlocutor, con una gran sonrisa, me contestó que absolutamente nada. Esa sonrisa quería decir que ahora quería saberlo todo. Me puse a contarle cómo murió y le hablé profusamente de una de sus obras, Contra los galileos, en la que explica todas sus objeciones hacia los cristianos y expone por qué Roma debería adoptar de nuevo el paganismo como religión principal. Juliano se lamenta y no comprende por qué una religión adoptada por las clases inferiores y compuesta de seguidores que desacreditan a los expertos, a los médicos y los filósofos ha podido crecer tanto en tan poco tiempo. Esto nos dio pie a hablar de lo obvio: sabemos que ahora está pasando algo parecido, cada vez más gente “desacredita a los expertos y a los médicos” y esa tendencia sube y sube como la espuma. Nos fascinó que un emperador del siglo cuarto ya tuviera esta misma inquietud. No alargué demasiado la conversación, porque estoy llena de encanto y discreción, pero podría haber hablado muchísimo más de esta figura histórica.
¿Cómo sé tanto de Juliano el Apóstata, de repente, yo que estudié ciencias? Por la última novela de Julian Barnes, Elizabeth Flinch. Su segunda parte, que ocupa cincuenta y una páginas, es un ensayo sobre este personaje, que supuestamente escribe el protagonista. Que esto sea lo que más me ha gustado de todo el libro no sé si habla de mí – porque puedo ser muy friki a veces – o de Julian Barnes – que no ha sabido interesarme tanto en la trama de su novela como en un ensayo sobre un emperador romano -. Supongo que habrá algo de ambas cosas.
Elizabeth Finch es profesora de historia en una universidad para adultos a la que asiste Neil, el narrador de esta historia, que se siente fascinado por su forma de dar la materia y por su personalidad. El curso termina y ellos dos siguen en contacto, aunque de una forma muy intermitente, mediante almuerzos muy espaciados en el mismo restaurante. Cuando ella muere, le lega su biblioteca y sus cuadernos y él empieza a leerlos para intentar descifrar la vida de una mujer a la que admiraba muchísimo pero que siempre fue absolutamente hermética en lo que se refiere a sus sentimientos o a sus acciones. No es una historia sexual, sino de admiración. Estamos acostumbrados a que los relatos sobre profesores inspiradores se construyan siempre en torno a una figura muy rompedora que llega a una institución anticuada y lo pone todo patas arriba. Sin embargo, Elizabeth Finch es correctísima. “No tenía ninguno de esos tics y trucos de los profesores, pensados para seducir, distraer o denotar carácter. (…) Se ganaba la atención con su calma y con su voz. Una voz clara, serena, enriquecida por décadas de tabaquismo”. Es una profesora que, sin tener el perfil que se supone que debe tener para resultar “inspiradora”, acaba siéndolo.
Es interesante el modo en el que, con la lectura de sus cuadernos y el acceso a su biblioteca, el alumno se convierte en un historiador que investiga a su profesora de historia. Es un rizo muy de Barnes, como es también muy suya la ambigüedad del personaje y el cuestionamiento de lo que realmente sabemos sobre las personas de nuestro pasado. Finch se presenta como una persona tremendamente erudita y sus reflexiones – tanto las que hace de palabra como las que se encuentran en sus cuadernos – pueden ser muy acertadas, pero a veces se corre el peligro de sentirse leyendo un libro de aforismos porque la novela está demasiado cuajada de todas estas intervenciones inteligentes de la profesora. En general, me gustan mucho los libros de ambiente académico (como los de A.S. Byatt) en los que pensar y escribir sobre lo que se ha discurrido tienen un lugar prominente, por lo que no soy fácil de aburrir con detalles sobre las lecturas y apuntes de los personajes. De hecho, cuando digo, y lo voy a decir, que esta novela me ha parecido decepcionante en contraposición a otras de Julian Barnes, como El sentido de un final o El ruido del tiempo, no me refiero a que estas reflexiones y alusiones a lecturas me parezcan fuera de lugar, sino a que a pesar de todo esto, que me parece justo lo bueno del libro, me siento decepcionada. Me parece importante aclarar esto. Tampoco se trata de que Elizabeth Finch sea tan distante y tan fría, aspecto de la novela que puede echar hacia atrás a muchos lectores. A mí eso no me ha importado. De hecho, me ha resultado muy adecuado y me ha hecho preguntarme si solemos desear que las mujeres sean cálidas para que nos resulten buenos personajes. Lo que le ocurre a esta historia es que las promesas que flotan en el aire durante todo el tiempo no se cumplen en ningún momento. Por supuesto, imagino que ese era el plan de Barnes y posiblemente el tema real de la obra, el hecho de que las expectativas no siempre se realizan. Aún así, me falta algo.
Leí este libro hace menos de una semana y ahora mismo ni siquiera recuerdo exactamente cómo termina. Eso es indicativo de que no me pareció que se cerrase adecuadamente.
Para Juliano, era obvio que no se podía permitir que los seguidores de semejante religión diesen lecciones de filosofía helenística (…) Además, hacían gala de una naturaleza histérica, como evidenciaba su afición al martirio (…) Por último, el Apóstata se muestra perplejo ante la absoluta falta de sofisticación del cristianismo, su rechazo a reconocer a los expertos, su inclinación a alabar al idiota y al simplón por delante del escriba y el sabio.
Elizabeth Finch (Anagrama, 2023) | Julian Barnes|Traducción de Regina López Muñoz Inga Pellisa| 200 págs. | 18.90€