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Vida de Miguel

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Autopsia

Miguel Serrano Larraz

Candaya, 2013

ISBN: 978-84-15934-02-8

400 páginas

18 €

 

 

 

José María Moraga 

En un reciente coloquio organizado por Estado Crítico y la Universidad de Sevilla, el editor Constantino Bértolo -quien, al parecer, se retira: vaya desde aquí un saludo- comentó que lo que de verdad le interesaba de una reseña es saber, al leerla, cómo el libro objeto de ella le interpela a uno. En otras palabras, qué relevancia tiene, qué ofrece, qué exige… más que un mero juicio estético o una opinión más o menos informada del crítico de turno. Estas palabras, que aparte de provenir de una persona con criterio no suponen sino una de las posibles maneras de enfocar la crítica literaria, han tenido en servidor bastante resonancia, y más aún en la recomendación que voy a hacer de Autopsia, la última novela de Miguel Serrano Larraz, el libro que estaba leyendo cuando fui a escuchar a Bértolo.

La novela de Serrano Larraz se titula Autopsia y en verdad que el título es acertado, aunque también hubieran valido -a mi entender- “Radiografía”, “Disección”, “Análisis químico” o “Despiece”. Pero el autor se está refiriendo a un análisis post mórtem, el del cadáver prematuro de su narrador protagonista, por qué no también de otros personajes, a su inocencia interrumpida, acaso (aunque suene tópico) nuestra propia autopsia: la de “la primera generación que tuvo acceso a internet”, según la contraportada del libro. Me viene a la memoria esa bonita canción sesentera titulada “What Is a Young Girl Made of?” (¿De qué está hecha una jovencita?). La respuesta era “azúcar, especias y todas las cosas agradables”, pero más de medio siglo después ni el mundo ni nosotros somos tan ingenuos. Más de medio siglo después llega Miguel Serrano Larraz y parece que quisiera responder a la cuestión “¿De qué está hecho un jovencito?” ¿De qué pasta? ¿De qué está hecho un chaval –hombre hoy- que en España solo ha conocido la democracia y el bienestar (por lo menos hasta el último lustro)?

La respuesta, queridos lectores, no es agradable, y aunque no sé hasta qué punto el autor estaría de acuerdo en lo extrapolable o ejemplar de su libro, su opinión resultaría irrelevante porque basta con que los demás lo leamos así. Autopsia es la historia personalísima de la vida de un treintañero concreto, pero tamizada por las emociones y experiencias de todos los que rondamos esa edad (hablo con conocimiento de causa) y sospecho que las de mucha otra gente: expectativas parentales, estudios, amistades, el descubrimiento del amor, acceso al mundo del trabajo… La historia es cruda, porque si bien pudiera parecer que el protagonista ha tenido una vida fácil -dado su nivel sociocultural-, él solito se va construyendo a su alrededor un turbio y complicado mundo de fantasmas, temores, inseguridades y frustraciones, llegando a caer en la violencia física y psicológica, que conocerá tanto en el papel de víctima como en el de verdugo.

Para los de memoria a corto plazo (aunque los de esta generación tenemos Google, jaja), conviene recordar quién es Miguel Serrano Larraz el autor, no el personaje, claro. En 2009 vio la luz Órbita, para mi gusto el mejor libro de relatos español aparecido en el siglo XXI. No solo por la originalidad de su temática (pese a su deuda con la trinidad KafkaCortázarBolaño) sino por su perfección técnica y una rara capacidad de embrujo -comparable a la de un fuerte olor o un chicle en la suela-, poderosa aun años después. Mucho de la experiencia de Órbita (libro, por si no ha quedado claro, de lectura obligatoria) reaparece en Autopsia, pero esta novela presenta forzosamente enormes diferencias formales con la anterior colección de relatos. Para empezar, su extensión de casi cuatrocientas páginas permite al autor incluir muchísimos episodios de su niñez, infancia y adolescencia, algunos se me antojan reiterados, y me quedo con la duda de si la novela no se hubiese beneficiado de un poquito más de concisión, por no llamarlo poda. Esta es una sensación que otras personas autorizadas me han confesado que comparten, pero a cambio puedo decir que es prácticamente la única salvedad que soy capaz de encontrarle a una magnífica novela.

Lo mejor de Autopsia sigue siendo lo mejor que encontrábamos en Órbita: una peculiar visión del mundo expresada con un lenguaje original, que no se parece a nada y que raya en lo poético por lo intuitivo y certero, por ejemplo ese hallazgo de bautizar el hecho de pasar lista en clase como una “farsa enumerativa”. El estilo de Serrano Larraz está tan trabajado (léase “pulido”) que muchas de las frases del libro podrían extraerse como aforismos (“Había desconectado de la realidad para no tener que tomar ninguna decisión. Otra constante en mi vida.”) Puede observarse que no solo la forma es impecable, sino también el lánguido sentido de elegía que rezuman muchas de estas intuiciones, como cuando -refiriéndose a un barrio de chalets para la clase media- el narrador comenta que “hoy ningún profesor de instituto podría permitirse vivir allí”.

Las intuiciones lingüístico-conceptuales no son un mero «juego de boutades», puesto que corresponden al descubrimiento que el protagonista hace del lenguaje, su capacidad para crear, mentir o fabular el mundo y a uno mismo. No en vano Miguel el narrador comienza el libro contando que escribió un poema  a partir de una experiencia vivida, lo que le lleva a una reflexión sobre la escritura, y a lo largo del libro varias de sus experiencias acabarán plasmadas en relatos, hasta llegar a la novela que está escribiendo actualmente (la que el lector tiene entre las manos), sobre cuya suerte se permite elucubrar. Muchos otros temas son objeto en Autopsia de las reflexiones de Miguel, casi siempre al hilo de experiencias vitales como sus amores, sus desafortunados encuentros con ciertas tribus urbanas, sus cuitas laborales, sus tormentosas amistades o el aspecto quizás más oscuro de su corta biografía: el acoso y la burla a unas compañeras de colegio débiles, episodios que parecen acompañarlo para siempre cual espectros chungos.

En conjunto, Autopsia resulta una novela fantástica: incómoda, aterradora, bella y cruel a la vez. No deja prisioneros porque, como apunté anteriormente, además de diseccionar el cadáver de Miguel podemos encontrarnos sobre la mesa el de muchísima otra gente, incluyéndonos a nosotros mismos. Y esa es la última razón por la que quiero recomendar su lectura, que aúna placer estético y compromiso ético, para hacer caso a Constantino Bértolo y anunciar que sí, que Autopsia nos interpela, vaya si lo hace: nos insulta, nos da una bofetada, nos escupe  y nos empuja en el patio de nuestro propio colegio, que dicen que es un aprendizaje en pequeñito para la vida.

admin

7 comentarios

  1. ¡Qué buena reseña, Moraga, cómo has extraído la esencia de libro! Estoy muy de acuerdo en todo: la novela es magnífica. Insistiré de nuevo en esa rara perfección de la prosa de Serrano: pulida, como dices, pero a la vez fluida, natural, nada impostada. Para ir calentando motores, conviene ir anunciando que el 8 de abril el autor estará en Sevilla, y que tendré el honor de acompañarle (aunque después de tu reseña, me va a resultar difícil decir algo a la altura).

  2. Magnífica novela. La disfrutí y la sufrí por partes iguales. Sin menospreciar los toques de humor ácido que nos regala Miguel Serrano Larraz. Va en camino de conventirse en la novela revelación en español del 2014.

  3. Ganas de leerlo. Muy fan de «Órbita». La reseña es cojonuda, by the way…

  4. Pues sí, reitero mi recomendación y espero con muchas ganas la presentación de Sara Mesa en Sevilla.

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