ALEJANDRO LUQUE | La anécdota es cien por ciento real: en un multitudinario almuerzo del mundillo literario, me tocó al lado a cierto escritor al que una revista me había encomendado entrevistar. El tipo, no sé si por coquetería o pereza, o vaya usted a saber por qué, ponía todo tipo de objeciones a la entrevista, desde que disponía de poco tiempo a que no tenía nada que decir… Yo insistía lo justo, porque en el fondo creo que una entrevista se parece a una cita digamos romántica, esto es, hay que ir con ganas por parte de ambos. En un momento dado, mi entrevistado fallido señaló a la mujer que tenía sentada al otro lado, y me dijo: “¿Sabes a quién deberías entrevistar? A ella. Ella sí merece esa entrevista”.
Disimulé como pude mi ignorancia acerca de la persona que tenía a mi izquierda, pero quise saber de inmediato de quién se trataba. Resultaba que yo recordaba vagamente haber leído algo de ella y sobre ella, se llamaba María Negroni, y durante el resto de la comida se mostró amable, divertida e inteligente. Fue por eso que, apenas vi anunciado su nuevo libro en Acantilado, corrí a hacerme con él, porque la gente que me interesa en persona suele interesarme también sobre el papel (y la gente que no me interesa en persona rara vez me interesa sobre el papel, pero eso lo dejo para otra ocasión).
La idea natural es una colección de viñetas o textos breves, a lo sumo de tres páginas y todos ellos acompañados de una ilustración, que recorre las visiones de la Naturaleza que plasmaron escritores, científicos y sabios diversos a lo largo de la Historia. El hecho de que todos tengan una medida similar, y que cada uno de ellos parezca interactuar con el conjunto, da una idea clara de libro planificado a priori, esto es, de proyecto a desarrollar.
El desarrollo es, desde luego, exquisito desde el principio. Negroni se demuestra desde el principio una consumada maestra de la miniatura, busca la palabra precisa y las frases altamente sugerentes, de esas que siguen reverberando un par de líneas después de haberlas leído. Ser compatriota de Borges tiene su cosa, y nuestra autora quiere ser digna de esa comparación. Lucrecio, Plinio El Viejo, Sei Shonagon, Paracelso, vamos avanzando en el tiempo a hombros de esos gigantes, pero en seguida nos damos cuenta de que la misión de Negroni no es limitarse a la semblanza al uso, sino crear un artefacto que tenga sentido por sí mismo, sin plegarse a ninguna exigencia más o menos biográfica, incluso desligándose aposta de ésta.
Los personajes siguen sucediéndose, las frases geniales salen al paso aquí y allá. Pero hay algo que me está sacando del embelesamiento, y quiero averiguar qué es. De pronto, se me impone un pensamiento: el juego de La idea natural tiene algo de taller de escritura creativa. Corro a la biografía de la solapa y mis sospechas se confirman: “Actualmente dirige la maestría de Escritura Creativa en la Universidad Nacional…” Soy consciente de que decirle a un autor que suena a taller es hoy peyorativo, casi ofensivo. No es la intención. Lo que sucede es que Negroni, sobrada de técnica, despliega tal catálogo de recursos que el libro corre el riesgo de parecer más un muestrario de estos, a lo Quenau, que otra cosa. Vamos a ver la fórmula epistolar, el verso, el paso de la tercera persona a la primera, el poema visual, la entrevista, la sopa de letras…
Trataré de explicarme mejor: la galería de perfiles es deslumbrante, la prosa (y el verso, y lo que le echen) de Negroni no lo es menos, pero la sensación de desentendimiento de los personajes y sus historias en aras de ese efecto, debo confesarlo, me sumió en el desconcierto. Incluso se me pasó por la cabeza la posibilidad de que la argentina no tuviera un interés real en los Goethe, Von Humboldt, Darwin, Emily Dickinson, Fenimore Cooper, Thoreau, Nabokov, Rosa Luxemburgo y demás celebrities convocadas, pero al mismo tiempo me decía que era imposible que así fuera, porque un libro como el que nos ocupa solo puede escribirse estudiando mucho a unos y otros, y no puedo concebir todo ese estudio sin la guía de una pasión.
Ahí lo dejo. Si quiere el lector asistir a una o varias lecciones de virtuosismo narrativo, este es su libro. Si quiere aprender que el virtuosismo no basta para obrar el encantamiento, que a veces incluso puedo romperlo.
Eso sí, ahora tengo un montón de preguntas que hacer a la autora. Si María Negroni me está leyendo, y en previsión de que no volvamos a coincidir en un almuerzo: ¿Me concedería esa entrevista pendiente?
La idea natural (Acantilado, 2024) | María Negroni |208 páginas | 14 Euros