El hombre mojado no teme la lluvia
Debate, 2009
ISBN 978-84-8306-826-7
22 euros
Ilya U. Topper
La lectura de este libro produce una sensación similar a la que podría sentirse cuando a uno le golpean en la cabeza con la colección completa de los ejemplares de El País de los últimos cinco años, dominicales incluidos. El trauma, por supuesto, es más duradero.
“Voces de Oriente Medio” es el subtítulo que Olga Rodríguez (León, 1975) ha elegido para este libro, y resume muy bien el contenido. Un miembro de la resistencia iraquí, un guerrillero palestino, una actriz siria, un cantautor ultraortodoxo judío, un comerciante libanés, una islamista egipcia, un pacifista israelí… son algunos de los personajes que pueblan este libro, cuentan su visión del mundo, de los conflictos que revuelven Oriente Próximo, todos interconectados, todos difíciles de desentrañar.
Olga Rodríguez desentraña estos conflictos, y ahí reside uno de los méritos del libro. Las voces de los personajes se acompañan de explicaciones concisas del contexto, fechas históricas, procesos políticos.
Quien sobrevive a las 345 páginas, emerge con una imagen completa, exhaustiva y nítida de los conflictos sociales, religiosos y diplomáticos que convierten hoy en avispero el paisaje entre El Cairo, Beirut y Bagdad (el capítulo dedicado a Afganistán, por supuesto interesante, no da espacio a trazar las coordenadas del conflicto con el mismo detalle que los demás, mucho más relacionados entre sí). Cabe resaltar la buena letra de la autora: quien firma esta reseña es famoso por subrayar con grueso rotulador rojo el mínimo error, la menor desviación de los hechos, la simple omision de un dato importante. Y conste que el libro en mi mesilla sigue sin una raya. Es raro encontrar una obra periodística cuidada hasta este punto (para que ustedes vean cómo de tiquismiquis me puedo poner, ahí va el único error que encontré: Inbal Perlson, quien murió en una riada cerca del Mar Muerto, junto al militante palestino Elías y al religioso judío Yohanan, no fue redactor sino redactora del AIC; vestía minifaldas, dicen. Coincidirán conmigo en que no vale la pena desencapuchar el rotulador). En resumen: este libro debería ser lectura obligada para cualquier cooperante, corresponsal o viajero con intereses políticos que se quiera acercar por primera vez a la tan castigada parte oriental del Mediterráneo.
Para lo que el libro no sirve es para regalo de cumpleaños o lectura de playa. No es un libro de aventuras. Qué duda cabe que Olga Rodríguez se ha visto en mil peripecias durante sus recorridos por conflictos civiles e inciviles. Pero quien espera encontrarse alguna anécdota, va equivocado. La autora es fiel al libro de estilo de El País: “Si las dificultades encontradas a la hora de realizar un reportaje contribuyen a hacer entender éste, se cuentan. Si no, se omiten”. Olga Rodríguez los omite: juzga que poco hay que pueda hacer entender mejor los conflictos que la propia voz de sus protagonistas. Intenta darles vida contando los detalles cotidianos, el día a día que ella intuye en sus historias, el ambiente (tan humano, tan poco distinto a nuestras propias vidas). Pero lo hace sin literatura: no es fácil casar el reportaje de buena hechura con un estilo de novelista (pero no es imposible, como demostró Miguel-Anxo Murado con su Fin de siglo en Palestina). El hombre mojado no teme a la lluvia es, en fin, un único largo reportaje. Son las mil historias que la periodista se dejó en el tintero trabajando para radio y televisión (una vida no cabe en una noticia de 20 segundos; en un libro sí).
Y no llega más allá, aunque no se puede decir que no lo intente: aquella conversación en la que sale a relucir la vida sexual (inexistente) de los jóvenes activistas palestinos (“ninguna chica querría acostarse conmigo y yo tampoco iba a dejar que ella se despojara de su honor de esta manera”) hace intuir que hay otra vida que contar tras las circunstancias políticas, que no todo el conflicto de Oriente Medio son tanques y piedras y policías, que falta por escribir un reportaje igual de largo sobre la represión de la propia sociedad y quienes se rebelan contra ella (que no siempre son los mismos que se rebelan contra los tanques y las policías). La jornada ajetreada de una enviada especial en los conflictos probablemente no haya dado para más…. de momento. Quizás, la materia para ese libro, igual de necesario, se acumule ya en el tintero de la autora.