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Vollmann, el último humanista

El atlasJOSÉ MARTÍNEZ ROS | «La empatía es un aspecto clave en mi trabajo. Una vez en Yemen entrevisté a terroristas de Al Quaeda, deseosos de masacrar a todos los estadounidenses. Después de una larga conversación me dijeron que los querían matar a todos, menos a mí. Les pregunté que a cuántos norteamericanos conocían y me confesaron que solo a mí. Creo que esa es la cuestión central, ponerme en la piel del otro». William T. Vollmann en una entrevista concedida a un diario español.

Hace tiempo, cuando conocí la obra de William T. Vollmann (Los Ángeles, 1959), escribí que, si algún día, un existiera la más mínima posibilidad de que un escritor contemporáneo protagonizara un cómic de superhéroes o una película de acción de ambientación exótica, él sería el más obvio candidato. Después de leer varios libros más de Vollmann, creo que ese dictamen peca de reduccionista.

Es cierto que Vollmann es una personalidad literaria inquietante, como mínimo, con ciertas explícitas obsesiones muy particulares –por ejemplo imaginarse a sí mismo como una mujer, lo que explica su inclasificable The Book of Dolores, en el que, a pesar de ser heterosexual, se representa a sí mismo con atuendo y maquillaje femenino- hasta el punto que no hace demasiado se supo que el FBI sospechó que él era el terrorista anarquista conocido como Unabomber. Es cierto que, a lo largo de los años, no ha tenido al parecer el menor problema en poner en riesgo su vida, ya sea visitando Afganistán justo después de la invasión soviética, Bosnia durante las guerras civiles yugoslavas, los barrios más peligrosos de San Francisco –lo que le llevó a ser agredido por un proxeneta con un cuchillo-, llegando a extremos como rescatar a una niña en un prostíbulo tailandés (que posteriormente adoptó) o pasar algún tiempo en las proximidades del Polo Norte en compañía de los esquimales nativos de esas gélidas regiones. Es cierto que Vollmann, además de escribir decenas de novelas, ensayos y relatos, que ya suman varias decenas de miles de páginas (también es un notable pintor y fotógrafo), ha viajado por todo el mundo, para conocer algunos de los escenarios más convulsos del planeta (como se ve reflejado en muchas páginas de este libro, El atlas), pero es, desde luego, algo más que un autor obsesionado con la violencia, la miseria y las drogas, aunque sean estos temas habituales en su obra. No me cabe duda de que es uno de los grandes estudiosos actuales de la condición humana. Un escritor que ha encontrado su gran tema al contemplarla en situaciones límite.

Entre las muchas obras Vollmann, podemos destacar Rising Up and Rising Down, un estudio que supera las 3.300 páginas sobre el origen, consecuencias y ética de la violencia, basado en gran parte en los viajes del autor a países en conflicto como Irak, Bosnia, Afganistán, Camboya o Somalia, editado en siete volúmenes y escrito a lo largo de dos décadas, Seven dreams, un ciclo aún incompleto de siete novelas sobre el choque entre nativos y colonizadores de Norteamérica. Una trilogía dedicada al tema de la prostitución, entre la que destaca La familia real, una narración titánica repleta de cuerpos en descomposición, enfermedades morales y físicas, secreciones, accesos y fetidez, con un elenco de secundarios que incluye a pedófilos, magnates del porno, drogadictos y, sobre todo, prostitutas, representación de la opresión de la mujer, la marginalidad y el deseo. Europa Central, una enorme y maravillosa novela ambientada en los años previos, durante y luego de la Segunda Guerra Mundial, estructurada como una larguísima sinfonía, con una magnífica sonata inicial y una serie de variaciones que recorren los escenarios de una Europa que se abocaba al abismo, utilizando personajes reales para reconstruir una época en la que no faltaban los criminales, los santos y los verdugos, incluidos los inevitables Hitler y Stalin, la poetisa Anna Ajmatova, la pintora expresionista alemana Käthe Kollwitz y, sobre todo, la gran figura del genial compositor Dimitri Shostakóvich. Los pobres, otro monumental tratado de no ficción, donde Vollmann recorre los escenarios mundiales de la marginalidad y la desesperación recogiendo los testimonios de sus habitantes, que explican en primera persona las causas y consecuencias de su situación, y lo hacen con su lenguaje, dentro de sus términos socio-culturales y religiosos, a salvo de las deformaciones de los medios de comunicación o los políticos. Historias del arcoíris, donde en las trece micronovelas/relatos/reportajes que lo componen encontramos testimonios espectrales de skinheads, prostitutas, drogadictos o enfermos terminales; visiones opiáceas, eléctricas, infernales ambientadas en la India colonial o basadas en un macabro pasaje del Antiguo Testamento; la historia de un psycho-killer que se mueve en las zonas marginales de San Francisco y la del propio Vollmann, enamorado infeliz/psicodélicamente de una joven estudiante de medicina coreana, todo unificado gracias a una prosa de ritmo febril cuajada de imágenes surrealistas.

Ahora, llega a nuestras librerías un nuevo hit de Vollmann, otro libro asombroso. Inspirado, según ha confesado, en un pequeño cuento de Hemingway (al que rinde varios curiosos homenajes a lo largo de sus casi seiscientas páginas) ambientado en la Guerra Civil española, «El viejo del puente», está compuesto por una cincuentena de textos situados en distintos puntos del mundo, en los que se repiten ciertos temas habituales en su narrativa: las drogas, la prostitución, la guerra, los personajes autodestructivos, la pobreza, las diferencias/convergencias culturales. Algunos son relatos largos, otros son simplemente pequeñas escenas o viñetas; otros podrían pasar por crónicas o reportajes periodísticos; a menudo tienen un evidente contenido autobiográfico, como cuando se refiere al gran trauma de su vida –la muerte, durante su infancia, de su hermana pequeña en un desgraciado accidente-, tal vez, si queremos jugar a psicoanálisis, la catástrofe íntima que creó al Vollmann aventurero/escritor/cronista del dolor humano.

Junto a la variedad de temas, está la de tonos: descripciones hiperrealistas, narraciones más o menos tradicionales, poemas en prosa, conversaciones recogidas al azar o que parecen recogidas al azar… La estructura es única (o al menos no se asemeja a ningún libro que conozca). Los primeros veintisiete capítulos/relatos/episodios se conectan con los siguientes veintisiete, en un juego de dobles. En el centro, se halla un texto más extenso titulado precisamente «El atlas», prácticamente una novela corta, donde a partir de un viaje en tren revisa diversos momentos de su vida con una arrebatadora intensidad.

No es sencillo leer a Vollmann. Es necesario ser un lector valiente. Pero si uno se atreve a entrar en su mundo, en el que recrea a lo largo de El atlas, un brutal compendio de su vida y su obra, no creo que se arrepienta.

«En 1994 durante la guerra en Bosnia fuimos atacados por un francotirador que mató a dos amigos míos con los que compartía coche. Yo me salvé porque estaba en el asiento trasero. Inmediatamente después, otro  de mis amigos, que sobrevivió, me trajo una naranja. Mientras me la comía pensé: ¿quiero llorar, ¿tengo miedo de morir? No, no quería morir. Me sentí agradecido por todas las experiencias de mi vida, incluida esa naranja. Mostrarme agradecido ante la vida es mi religión». (William T. Volllmann en la misma entrevista)

El atlas (Pálido fuego, 2018), de William Vollmann | 576 páginas | 24,90 euros

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