Una manada de ñus
Juan Bonilla
Pre-Textos, 2013. Colección «Contemporánea»
ISBN: 978-84-15576-61-7
272 páginas
20 €
Antonio Rivero Taravillo
Novelista, poeta, crítico, periodista, editor, ¿qué hay que no haya sido Juan Bonilla en el mundo del libro? Con este volumen de cuentos, Una manada de ñus, nos recuerda (aunque no hacía falta refrescar la memoria, porque su brillantez en el género no es fácilmente olvidable) que, además, es uno de los mejores autores de relatos de España.
En esta decena predomina la mirada retrospectiva que fusiona elementos autobiográficos con los de la pura fabulación. Un chico consigue tablas en una partida con Bobby Fischer, y una misteriosa frase dicha por el ajedrecista campeón del mundo llega a atormentarlo: “Había una manera”; es decir, pudo haberlo vencido. Se derrumba un matrimonio a la par que una enferma recibe cuidados paliativos contra un cáncer terminal. En una de las mejores piezas se evoca una película en la que despampanaba, joven y venérea, Brooke Shields, “lo único importante que le había pasado al planeta desde el Big Bang” según repetía el chaval protagonista y narrador (este cuento de cinefilia está muy justamente dedicado a José María Conget). Se transmite la angustia de no recordar el PIN de la tarjeta de crédito en un cajero automático (con ecos del poema “Cuanto sé de mí” del propio Bonilla). Se ofrece la gloriosa narración del ascenso del Xerez a la Primera División futbolística, vista (y oída) en la habitación de un hotel de Berlín en “El sol de Andalucía embotellado”. Se traslada la obsesión por el llanto de un bebé; el deseo de una sectita poética un poco a lo Bolaño de vengar la afrenta recibida por José María Fonollosa al no ser premiado, hace décadas, en un galardón barcelonés; un sorprendente caso de desdoblamiento o de comedia de enredo, ahora a lo Shakespeare. Aunque está narrado con la más solvencia habitual, tal vez el cuento más flojo sea “Ya sé que nadie va a creerme, pero sucedió así”; no es cuestión de que el lector le conceda crédito, sino que todo este relato pivota sobre un juego de artificio, una errata del destino. Y se cierra con una sabia reflexión sobre la juventud, sobre los anhelos de entonces, la fidelidad a ellos y los caminos de su traición.
Lo literario está presente aquí y allá, incluso en algún párrafo crítico como este, procedente de ese último relato, “Subasta holandesa”: “Yo no sé si son una raza superior o inferior, lo que tengo claro es que los adolescentes son otra raza. Y una de sus características esenciales es que apenas pueden decir algo de su país –la adolescencia– mientras habitan en él. Las novelas sobre adolescentes las han escrito siempre gente mayor, es decir, desterrados; las novelas que escriben los adolescentes, cuando los adolescentes escribían novelas, se trasladan a otros mundos, y si tratan de hacer costumbrismo para retratar los alrededores de una vida cotidiana, sólo son documentos balbuceantes que no dicen nada de la extraordinaria hondura y complejidad del país que habitan.”
Bonilla amarra unos relatos a otros con no pocos nexos: la enfermedad, la mirada atrás, el coleccionismo y la bibliofilia, con la venta de artículos singulares en subastas o portales de Internet y, sobre todo, esa imagen una y otra vez pasada ante el lector en las más diferentes situaciones, como moviola, de una manada de ñus que para salvar un río deja que, peaje de carne, algunos ejemplares sean devorados por los cocodrilos.