Réquiem por un sueño
Hubert Selby Jr.
Traducción de Martín Lendínez
Sajalín Editores, 2009
ISBN: 978-84-937413-3-4
340 págs.
20 euros
Daniel Ruiz García
Cuando hablamos de realismo sucio todo el mundo se sitúa de inmediato en el concepto: vida canalla urbana, luminosos descoyuntados, gatos merodeando entre basuras, drugstores infames, borrachos de vino barato, putas con el rímel corrido, sordidez. También existe cierto consenso en relación con el estilo: laconismo, tendencia a la elipsis, diálogos muy vivos, plasticidad en las imágenes. Si no cabe nada que objetar en relación con lo primero, sí me gustaría poner en cuestión lo segundo. El realismo sucio que la crítica literaria ha encumbrado a la categoría de altar se parece mucho al minimalismo propio de Raymond Carver, aunque probablemente encuentra en Charles Bukowski su estilo más característico. Mientras que los cuentos de Carver, en la línea de otros autores como Richard Ford, hablan más bien de lo cotidiano, tomando el pulso a los suburbios de
Existe, no obstante, un realismo sucio de signo muy diferente. Un realismo coetáneo al de Bukowski, y que llega al mismo sitio, pero por otro camino. Es el que representa Hubert Selby Jr., sin duda uno de los principales baluartes del realismo sucio norteamericano, que comparte panteón con el viejo Chinaski por méritos propios, pero que sólo ahora empieza a ser conocido y reconocido en España. Si Bukowski es una suerte de Hopper literario, Hubert Selby Jr. vendría a ser como un Robert Crumb. Se parecen hasta en el físico, pero también en muchas otras cosas. El gusto por el retorcimiento, por la exageración voluptuosa, por el exceso que evidencian muchos de los dibujos de este singular maestro underground encuentra una justa correspondencia en el universo literario de Selby Jr. Sobre todo en el estilo. Porque Hubert Selby Jr. supone la antítesis estilística de Bukowski. Aquí no hay contención. Aquí hay un flujo permanente y casi asfixiante de conciencia. Una forma de narrar que absorbe, donde a veces un capítulo es un solo párrafo, donde todo está escrito en estilo indirecto, donde la voz narrativa se superpone, integra y confunde con la propia voz de los personajes, donde la voz narrativa se permite licencias que el canon estilístico clásico nunca permitiría. Hay concesiones a la lírica que a algún ortodoxo pueden resultarle impertinentes, pero que al cabo otorgan a la narración una dimensión extraordinaria, que permite que el texto se eleve por encima de los frescos del entresuelo y arranque notas de salvaje belleza a lo que se cuenta. En su apuesta por la libertad, Hubert Selby se permite incluso desmontar las normas sintácticas básicas, y escribir desde la base de una convención inventada, con reglas propias, como esa suya tan propia de utilizar los guiones para hacer hablar a los personajes a su antojo, abriéndolos y cerrándolos como le viene en gana.
Hubert Selby Jr. es un maestro de la desmesura, pero también un mago de la lírica. Un tipo que, desde muy temprano, castigado por una tuberculosis prematura, pensó que iba a morir. Angustiado por esta obsesión, y a sugerencia de un amigo, un buen día empezó a escribir. Como le ocurriera también a Anthony Burguess, prodigiosamente, fue capaz de alumbrar un buen número de novelas, y estuvo cerca de alcanzar la ochentena. Pero más prodigiosamente aún, vivió toda su existencia enganchado a las drogas, especialmente a la heroína, de donde sacó las fuerzas para seguir viviendo y también extrajo, de una forma extraña, el soporte principal para su obra. Decía Selby Jr. que su literatura bebía de la voz de la calle, de las conversaciones que escuchaba en los antros, de las peleas entre los niggers y los chicanos de los distritos del Bronx. Nadie puede dudar de eso. Porque si algo exuda la literatura de Selby Jr. es callejerismo de los bajos fondos. Un callejerismo lleno de música, sobre el que se remonta siempre la voz de Selby Jr. Una voz amiga de la digresión, del exceso, del arrebato lírico, que lleva la narración a momentos de inigualable altura poética.
Réquiem por un sueño es un puñetazo salvaje. Indómito pero a la vez lleno de rara belleza. Como esos caballos salvajes que Marianne Faithfull entreveía en medio de sus viajes de heroína, y que Mick Jagger, hábil como siempre, supo robarle y convertirlos en canción. Wild horses, couldn’t drag me away/ Wild horses, we’ll ride them someday. Hubert Selby Jr. los montó. Montó aquellos caballos, y están en este libro. Un libro de rara hermosura, que recomiendo efusivamente. Réquiem por un sueño.
Toda una asignatura la que tengo pendiente con Hubert Selby Jr. Ahora que se reedita su obra, y tu vienes recomendándola efusivamente, tendré que hincarle el diente…
Por cierto, que la misma editorial que ha publicado «Requiem por un sueño» está rescatando del olvido la obra de Edward Bunker, que yo también te recomiendo efusivamente…
Me alegra la reedición del libro, en verdad ahora podré leerlo entero (la versión anterior que estaba en mis manos le faltaban páginas) Pero me parece que se podría haber exaltado la creatividad de Selby sin atacar tanto a Bukowski y su parafernalia. Espero poder conseguir el libro en Sevilla. Gracias por la novedad.
El de Bunker también está en la lista de críticas próximas, Fran.
Pantro, a lo mejor lo he expresado mal; nunca se me ocurriría atacar a Bukowski, ocupa una parte ilustre de mi panteón de santos literarios.
Pues no sé si has empezado ya «No hay bestia tan feroz», pero te adelanto que a mí me ha subyugado… Ya comentaremos…