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Y Román cogió su fusil

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Sacrificio

Román Piña

Salto de Página, 2015. Colección «Púrpura»

ISBN: 978-84-16148-15-8

128 páginas

12,90 €

 

 

 

Fran G. Matute

A Román Piña le suele acompañar una etiqueta, la de escritor humorístico, que no es que no le vaya (con pocos me he reído tanto como con él) sino que creo que, en su caso, tiende a adulterar la percepción que se tiene de su interesantísima propuesta literaria. Román es de los que se toma el humor muy en serio, como Rafael Reig o Antonio Orejudo, autores a los que la comicidad en su narrativa no resta sino que suma, y así debería ser con la obra del mallorquín, más que nada porque detrás de las ocurrencias y las risas, Román Piña da siempre a la imprenta textos espléndidamente escritos con un poso crítico importante y cierto halo de tristeza soterrada. Es cierto que, en ocasiones, Román se deja querer y se «limita» a la (santa) humorada, como en El general y la musa (2013), pero en otras aprovecha la astracanada para rizar el rizo, como en Stradivarius Rex (2009), una de las novelas más originales que he leído en los últimos años. De todas formas, busques lo que busques en lo nuevo de Román Piña, ya sea al cachondo o al raro, no hay forma de imaginarse lo que contiene Sacrificio, una ‘nouvelle’ tan cafre y retorcida que te hará sentir mal por lo adictiva que se presenta.

Cuesta reseñar este nuevo parto de Román Piña sin destripar la trama, pues lo cierto es que cuanto menos se sepa de ella más te atrapará el misterio que se plantea en sus primeros pasajes. Un detective de poca monta (aunque de gustos refinados), un profesor de instituto metido a editor (curioso trasunto del propio autor), la ‘femme fatale’ de turno (cómo no, en su “bronce exacto”) y un gurú del buen rollo que desaparece de la noche a la mañana. Lo que a primera vista se antoja como la típica historia chandleriana terminará mostrándose como una aberrante reflexión sobre los límites del éxito.

Y hasta aquí podemos leer, y eso que Sacrificio no se lee sino que, por culpa del morbo, se engulle y esto genera, en ocasiones, cierto cargo de conciencia. Me ocurrió en su día con Bret Easton Ellis. También, por qué no, con Chuck Palahniuk. No solo es que Piña tire de humor (muy) negro (¿Waterpolo, Román?) sino que aquí se pasa por el forro varias convenciones de eso que llaman “lo políticamente correcto”. Menos mal que la ficción lo aguanta todo o, al menos, de eso parece también tratar Sacrificio.

No es de extrañar que una perversión así haya encontrado acomodo en una editorial tan “bizarra” como Salto de Página, en la que es de esperar que el talento de Román Piña encuentre, por fin, esa mayor visibilidad que sin duda merece. Duerme uno así mucho más tranquilo sabiendo que cada vez que a Román se le vaya la olla, cada vez que le salga esa vena bestia y enferma que tiene, cada vez que decida coger su fusil, va a haber alguien ahí para imprimirle las gracias. Y nosotros que se las leamos.

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