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Yo soy más de decir «sí, quiero»

ÁLVARO-DE-LA-RICA2

 

No te vayas sin mí

Álvaro de la Rica

Alfabia, 2014

ISBN: 978-84-942552-2-9

228 páginas

16,90 €

 

 

 

Rebeca García Nieto

El amor es impotente aunque sea recíproco,
porque ignora que no es más que el deseo de ser uno”.
Jacques Lacan

Siempre se ha dicho que el amor es cosa de dos. Algunas personas, en cambio, sostienen que siempre hay un tercero: la clave de bóveda de esta novela, y de su predecesora, La tercera persona, es que siempre hay un otro “que orienta las relaciones en la buena dirección. (…) En toda relación hay que buscar siempre a la tercera persona”. Y habría, al menos, otra forma de verlo, la de la cita que abre esta reseña. Uno, dos o tres…, qué lo mismo da, la combinatoria del amor es infinita. Esta discusión numérica no tendría ninguna importancia, pero es una manera de decir desde el principio que a mí con esta novela no terminan de salirme las cuentas.

Dice el autor, convertido en personaje de su propia novela, que “No te vayas sin mí no es nueva. Estaba escrita entera desde el principio pero hasta ahora sólo se habían editado las tres primeras partes de un total de nueve. El conjunto es lo que tienes ahora tú entre las manos”. Y tiene razón. Efectivamente, No te vayas sin mí no es nueva, se mire desde el ángulo que se mire. Los tres primeros capítulos, salvo algún añadido, aparecían prácticamente igual en La tercera persona. Los seis capítulos nuevos son una prolongación, o más bien un girar en el tiempo, unas veces hacia delante y otras hacia atrás, sobre la historia de Jacob, Claire y sus terceros en discordia.

A lo largo de algo más de doscientas páginas, asistimos a los «ni sí ni no sino todo lo contrario» de la pareja condenada a ser triángulo. A pesar de “la reticencia patológica por ambas partes a hablar de amor”, se den cuenta los personajes o no, es de amor de lo que están hablando todo el tiempo. Algo lógico, teniendo en cuenta que el auténtico tercer vértice de toda historia de amor que se precie es el propio amor, ese amante insaciable que no deja de pedir más. Nada que objetar al hecho de que se hable de amor aunque sea de soslayo; al contrario, ojalá el autor hubiera permitido a sus personajes explayarse sin ser interrumpidos por las frecuentes reflexiones del narrador sobre la ficción y su relación con la realidad. Estas intromisiones llegan a veces a entorpecer la lectura.

En cuanto a la forma, No te vayas sin mí tampoco es exactamente nueva. La novela es una mezcla de muchos géneros, desde el género epistolar a la entrevista, pasando por la conferencia a lo Elizabeth Costello, de J.M. Coetzee, o el monólogo interior a lo Molly Bloom del Ulises, de Joyce. Tampoco es novedoso el cameo del autor convertido en personaje; al contrario, últimamente se ha convertido en un recurso un tanto manido.

La intención del autor parece ser contar una historia de amor sin seguir los cánones “inservibles” de la novela realista decimonónica. Según cuenta el personaje que lleva el nombre del autor, la realidad es compleja y se trata de que la narración se adapte a esa complejidad, no a la inversa. El conocimiento de la realidad ha de ser necesariamente fragmentado, nunca total, y “no se puede considerar el tiempo en su pura linealidad”, por lo que una narración típicamente lineal y que aspire a la unidad narrativa no se adapta a la realidad. En cuanto a intenciones, y salvando las distancias, la novela de Álvaro de la Rica recuerda a La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides, novela que también sigue la evolución de un ‘ménage à trois’ y pretende escribir una novela de amor decimonónica a la manera del siglo XXI. La novela de Eugenides, aunque no del todo conseguida, sí resulta más lograda. El americano consigue escribir una novela con una trama a lo Jane Austen deconstruida a la manera de Barthes o Derrida. La intertextualidad es también un aspecto importante en La trama nupcial, pero quizá el diálogo que la novela sostiene con otros textos fluya de una forma más natural que en No te vayas sin mí. Es cierto que uno de los personajes admite que esta última es “una novela hecha de novelas”, pero, en mi opinión, se le ven demasiado las costuras. En ocasiones, como cuando el narrador habla de Ernest Hemingway o los comentarios de texto que dan forma al capítulo 8 -«La conferencia»-, el libro tiene cierto toque académico y se acerca más al ensayo, género para el que de la Rica parece estar especialmente dotado.

Imagino que el juego con las fronteras entre los géneros, ensayo y ficción, es intencionado, pero debates teóricos aparte, resulta agotador ver cómo la teoría invade la ficción hasta el punto de que irrumpe en los diálogos o aparece incluso en medio del monólogo interior del capítulo “Entre no y sí”. El monólogo resulta interesante hasta que la teoría vuelve a entrometerse: “es una historia de amor solo aperos tradicionales o sea un poco lo de siempre no gran cosa para que después cada uno componga primero con dos luego con tres luego con más piezas una o varias imágenes del pensamiento más o menos figurativas  (…) se ha tratado también en este ejercicio de poner en pie a una serie de personajes a la búsqueda de un autor secreto…”. Siendo honesta, me pareció mucho más entretenido el monólogo de la adúltera Molly Bloom: “él me preguntó si yo quería sí para que dijera sí mi flor de la montaña y yo primero lo rodeé con mis brazos sí y lo atraje hacia mí para que pudiera sentir mis senos todo perfume sí y su corazón golpeaba loco y sí yo dije quiero sí”. Será que soy un poco más de decir “sí, quiero”, y no tanto de quedarme en medio de ninguna parte, entre el sí y el no. Será también que soy más de ficción a secas que de híbridos.

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