“Iré qué importa
caballo sea
la noche.”
Roy Sigüenza.
JOSE TORRES | Alejandro Morellón Mariano, finalista del Premio Nadal con He aquí un caballo blanco, y ganador del IV Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, con El estado natural de las cosas, nos pone a las riendas de este equino desbocado en su novela Caballo sea la noche. Apenas 87 páginas torrenciales, como si un vómito de sentimientos incontrolable hubiera sorprendido al autor, en una escritura río, alucinada y, a ratos, onírica.
Cuatro son los personajes que habitan en esta noche equina; Rosa, Marcelo, y sus hijos Alan y Oscar. A través de las voces en sucesivos monólogos de Alan y Rosa, conocemos la historia familiar y las causas de su tragedia. Hay otro personaje que condiciona y asfixia a nuestros personajes; la casa que sentimos mínima, viciada, cerrada, y de la que apenas conocemos dos estancias, la habitación de Alan donde pugna por dormir el mayor tiempo posible, como si los sueños pudieran acarrearnos una suerte de amnesia de la realidad, y el salón donde Rosa rememora el pasado feliz de la familia a través de las fotografías familiares de un anterior tiempo dichoso.
Alan y Rosa, madre e hijo, personajes antagónicos. Alan habita en el presente, en una duermevela alucinada, en la que sueño y realidad se confunden, en la que el personaje pugna por encontrarse a sí mismo, su identidad mordida de manera inmisericorde por una memoria cruel. Rosa, habita en el pasado. Durante su insomnio rememora fotográficamente un tiempo más dichoso, acaso la porción de felicidad que la realidad otorga para que, cuando la tragedia suceda, su efecto sea aún más devastador. Rosa es incapaz de mirar a su hijo. Lo contempla a través de las fotografías. Y nosotros, como lectores, asistimos al devenir de estos fantasmas en la casa de su tragedia, incomunicados en su derrumbe emocional, como trágicos caballos heridos. A través de las voces de Alan y Rosa, conoceremos a Marcelo y Oscar, los otros miembros de la unidad familiar. Y, en esta ausencia de voz propia, en este relato de su realidad impostada en las voces de Alan y Rosa, debemos decidir como lectores si ambos son personajes fiables, si lo que nos cuentan de Oscar y Marcelo es un relato filedigno. Uno de los juegos más sugestivos que nos ofrece Alejandro Morellón y su Caballo sea la noche.
Novela en la que la construcción de la trama se edifica a través de un lenguaje poético, en el que prima el ritmo de la prosa que posee al lector en una ansía continua por seguir leyendo, transmutado en ese bellísimo y trágico caballo que no deja de cabalgar durante toda la novela.
En un momento de la novela, Rosa contempla unas fotografías familiares en la que los personajes posan dando la espalda a la cámara. Una idea de Alan, porque, en sus palabras, en las fotografías nunca sale nuestra otra mitad, nuestro reverso, aquello que también forma parte de nuestra identidad, pero que permanece escondido, agazapado. La identidad, la memoria, la naturaleza del deseo, la culpa, la víctima que no se reconoce en su condición de víctima, todo esto y mucho más, lector, te espera en este Caballo sea la noche.
Déjate conducir por su prosa elegante y oscura, y cabalga sin freno hasta su bellísimo final.
Acaso no puedas dormir cuando cierres el libro, pero qué importa, Caballo sea la noche.
Caballo sea la noche (Editorial Candaya, 2019) | Alejandro Morellón | 87 páginas | 13 €