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A Millás se le perdona todo

portada_desde-la-sombra_juan-jose-millas_201601271320JOSÉ M. LÓPEZ | Yo a Juan José Millás se lo perdono todo. Es verdad que, en ocasiones, sobre todo cuando ejerce su labor de periodista, peca de ser una persona demasiado transparente en lo ideológico, y se baja con frecuencia al barro a la hora de criticar a sus “adversarios” políticos. Y es que cuando el autor valenciano observa la vida de una manera directa pierde mucho. Yo prefiero al Juan José Millás que afronta la realidad desde un ángulo nuevo, convirtiendo cada acto cotidiano en un suceso mágico o extraño; ese Juan José Millás que hereda la visión de autores como Kafka o Cortázar, y nos muestra lo tenue que puede resultar esa engañosa frontera que delimita la realidad de la ficción. Creo que esos mismos defectos y virtudes tienen sus novelas, y, como no podía ser de otra forma, su último libro, Desde la sombra.

La historia gira en torno a Damián, un tipo solitario y asocial que por extrañas circunstancias se encuentra viviendo a escondidas en el hueco de un armario de una familia (un matrimonio de mediana edad y su hija adolescente) a la que no conoce. Al principio, su idea es salir de esa casa en cuanto sus inquilinos no estén, pero conforme va pasando el tiempo se va dando cuenta de que nunca se ha encontrado tan cómodo en la vida como en esa segura guarida, ese hueco escondido desde no tiene por qué actuar, desde donde puede observar sin ser observado, como una inapreciable mosca en la pared. Pero ese rol de observador, que podríamos identificar con la labor periodística, se transforma justo a partir del momento en que Damián se va encariñando de Lucía, la esposa, y se ve obligado a protegerla de un marido infiel y de una vida que no la hace feliz. A partir de aquí la mosca se convierte en una especie de fantasma protector que, desde su misterioso escondite, lleva a cabo una serie de acciones destinadas a proteger a esa enigmática mujer que no está dispuesta a desdeñar ningún tipo de ayuda, ni siquiera la de un espíritu. El papel de Damián en la novela termina adquiriendo tal poder que muta en una especie de demiurgo que domina el destino de las tres personas que forman la familia. Y en este terreno es donde encontramos al mejor Millás, el que, despojado de las pesadas alforjas que suponen los sentidos o la convencionalidad del lenguaje, nos descubre el reverso mágico o terrorífico que encierra cada objeto cotidiano; como el armario, que a lo largo de su obra siempre ha funcionado como un insólito refugio de lo misterioso, de lo incomprensible.

Esta vertiente sombría del libro viene de la mano de la bonita historia de amor que va surgiendo entre Damián y Lucía. Él, un tipo introvertido, cleptómano y con una extraña obsesión por las chicas asiáticas; ella, una mujer con una vida aparentemente perfecta pero con un pasado oscuro que la persigue, y que la hace distinta e infeliz. Él, alguien que por pudor o hastío nunca ha actuado en la vida, tan solo se ha dejado llevar, y necesita una causa por la que vivir, alguien a quien salvar; ella, una mujer plena pero que en lo más profundo de sus ser necesita ser salvada. Y esa relación entre ese fantasma y ese ser real, entre el que está dentro, escondido, y la que está fuera, en la vida real, entre el protector, y la que disfruta de su ayuda, sin verlo, aunque sí sintiéndolo, va originando un verdadero sentimiento de amor que nace  de lo intangible, de lo misterioso, de lo inefable.

Pero, como decíamos, la novela también arrastra los mismos defectos que su autor. Y es que cuando Millás se apega demasiado a la realidad se pone insoportable. Por ejemplo, me sobran las continuas pullitas a la caja tonta. La narración se estructura a través de un monólogo interior o falso diálogo -que se produce en la cabeza de Damián- entre él y un presentador de televisión. A veces es un periodista de Telecinco el que lo entrevista, por lo que suele centrarse en los asuntos más morbosos de la historia; o puede ser preguntado por Iñaki Gabilondo, que, por supuesto, conduce la entrevista por unos derroteros éticos intachables. Sin embargo, al final la esquizofrenia del protagonista hace que en su cabeza se confunda a ambos presentadores, lo que provoca que hasta al correcto Iñaki se le escape alguna preguntilla malsana. Sí, todo muy irónico y agudo, pero me rompe el tono sombrío de la trama, y, además, no me hace gracia. También hay en el libro críticas más o menos solapadas a ciertas injusticias sociales, como el capitalismo inhumano (el despido improcedente de Damián que, además, llevaba a cabo un trabajo puramente mecanizado), o la  discriminación sexista, centrada en el personaje de Lucía, esposa trabajadora que debe cargar con toda la carga doméstica, y encima es engañada por su marido. Sumado esto a cierto maniqueísmo que arrastran sus personajes, así como a la fastidiosa manía del autor por  juzgarlos constantemente, la novela termina volviéndose demasiado terrenal y políticamente correcta. Como defecto, también tengo que decir que la primera parte del libro está plagada de situaciones realmente inverosímiles que, aunque pretenden justificarse a través del humor o las casualidades, no ayudan a que el lector vaya sumergiéndose en la historia. Es lo que tiene moverte en el terreno fronterizo entre lo real y lo mágico, entre lo cotidiano y lo fantasmagórico, que los hechos deben ser colocados con suma delicadeza y sin perder el tono, ya que, de lo contrario, se puede caer en lo ridículo. También me ha decepcionado un poco el final. Millás ha optado por acabar el libro de un modo romántico e ingenuo, cuando yo habría esperado encontrar en la última página un candado viejo y sucio, de esos que cierran los portones de las casas encantadas.  

No, Desde la sombra no es ninguna obra maestra, pero, como ya he dicho, a Millás hay que perdonárselo todo. Aunque tan solo sea porque la lectura de este libro me ha ayudado a recordar que la realidad que me rodea no es tal y como me dicen que es, que puede que dentro de mi armario haya un tipo, o un fantasma, que me esconde ese par perdido del calcetín, o me enciende las luces de casa cuando estoy fuera. Esta novela me ha hecho dudar incluso de que esto que tengo enfrente ahora mismo sea un ordenador, y de que lo que veo sean simplemente mis dedos sobre el teclado.

Desde la sombra (Seix Barral, 2016) de Juan José Millás | 205 páginas | 18,50 €

admin

3 comentarios

  1. Hola. Yo no veo que constituya un defecto, como se señala aquí, ser «demasiado transparente en lo ideológico», pero no es el motivo principal de mi comentario. Lo lanzo como pregunta a todo el equipo de gente que escribe reseñas en esta excelente página: si el libro está lleno de defectos y no es ninguna obra maestra, como también se dice aquí, ¿por qué no limitarse a recomendar libros que verdaderamente merecen la pena?

  2. Con lo de «transparente en lo ideológico» no digo que esté mal que un escritor manifieste claramente su ideas, pero critico que a algunos periodistas su previo posicionamiento ideológico les nuble totalmente la razón a la hora de analizar un hecho. Sobre lo de reseñar sólo obras maestras, creo que también es función del crítico esa labor de deshecho, que sirve para evitar que el lector pierda su tiempo y dinero en un libro, a su juicio, prescindible. No es el caso de esta novela, que como ya he comentado en la reseña, no es un obrón pero sí creo que podrá gustar a los incondicionales de Millás.

  3. Amigo Juanjo, este blog no se limita ‘a recomendar libros’. Para eso hay otros blogs que lo hacen muy bien. Aquí compartimos criterios, oponemos puntos de vista, aspiramos entre todos a tener más recursos para enfrentarnos a un libro, es decir, para ser mejores lectores. Eso intentamos al menos. Y eso es algo que va más allá del juicio libro malo/ libro bueno.

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