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Agamben o las herejías en el seno de la pandemia

ALFONSO GARCÍA-VILLALBA| Giorgio Agamben (Roma, 1942). Autor de (por ejemplo) Estado de excepción(2003), una de sus obras de referencia. En ese libro el ensayista romano escribía:

“El estado de excepción no es una dictadura (…), sino un espacio vacío de derecho, una zona de anomia en que todas las determinaciones jurídicas –y, sobre todo, la distinción misma entre lo público y lo privado- son desactivadas. Son pues falsas todas las doctrinas que tratan de anexionar inmediatamente el estado de excepción al derecho (…)”.

Tal vez, en los últimos meses (y si pensamos en las palabras reproducidas más arriba), este título del autor italiano haya podido cobrar cierta relevancia. O quizás pueda adquirir (ahora: aunque considero que no es así) la vigencia que un ensayo como ése debe tener en nuestra sociedad, sobre todo en estos momentos de miedo, confusión y control (por parte de los medios, por parte del poder ejecutivo, incluso por el discurso publicitario).

A decir verdad, en el contexto en que nos encontramos, se hace difícil escribir sobre ¿En qué punto estamos? La epidemia como política (Adriana Hidalgo, 2020), un libro que pretende reflexionar acerca de aquello que acontece (desde hace unos meses) a nuestro alrededor. Y se hace difícil, sobre todo, porque Agamben surfea en los límites de aquello que nuestra sociedad está dispuesta a escuchar (o, en este caso, leer: sinónimo tal vez de tolerar). Se hace complicado porque vivimos un momento en el que quien duda sobre el discurso dominante es etiquetado como hereje y (entonces) es rechazado o ninguneado (o peor: vapuleado) por la corriente principal de pensamiento (por los estándares de aquiescencia o sumisión en los que habitamos debido a la urgencia que esa religión de la ciencia o la medicina, de la que Agamben habla, exige hoy en día). Disentir o dudar (o pensar de forma diferente) nos conduce a la exclusión (así es): nos lleva a la inminencia (fatal) de un tsunami que se precipitará sobre nuestra cabeza, sobre nuestro ser (por eso que, precisamente, hace Agamben: por surfear en los límites de aquello que estamos dispuestos a escuchar o leer).

La situación de Agamben se puede decir que es curiosa (o, sencillamente, significativa, paradigmática): debido a sus reflexiones en los últimos meses en torno a la pandemia que vivimos, es incapaz de ver publicados sus textos acerca de la misma en ninguno de los medios de comunicación convencionales de su propio país. De hecho, Il Corriere de la Sera vetó uno de sus artículos en torno a este tema cuando previamente el propio periódico había pedido al pensador italiano una colaboración donde pudiera expresar su punto de vista sobre el confinamiento y el SARS-CoV-2 (y el consecuente terror que –a partir del virus- es inducido, de forma subrepticia, en la población).

Entonces: ¿de qué trata esta recopilación de artículos y entrevistas del ensayista romano que han sido publicados en este volumen? Entre otras cosas, sobre la imposibilidad de disentir en el contexto contemporáneo (algo que no es, en absoluto, nada novedoso: algo que inferimos de la lectura de los textos de Agamben y sobre lo que él mismo no llega a profundizar del todo o que, sencillamente, no es su preocupación esencial en estas páginas). Imposibilidad acerca de la cual otros autores como Franco Bifo Berardi, Mark Fisher o Noam Chomsky han escrito en los últimos años en diferentes ocasiones. ¿En qué punto estamos? La epidemia como política discurre (también) acerca de las manipulaciones que se operan sobre la psique colectiva hoy en día (algo que, a lo largo del último año, se ha vuelto recurrente pero que tampoco es nuevo). Y (sí) Agamben también nos ilustra en los artículos presentes en este libro acerca de tal manipulación:

“(…) se trata de reflexionar sobre la facilidad con que toda una sociedad ha aceptado sentirse apestada, aislarse en casa y suspender sus condiciones de vida normales, sus relaciones laborales, el amor y hasta las convicciones religiosas y políticas”.

Evidentemente, Agamben puede errar en algunos de sus textos y, de hecho, es divergente en la valoración del impacto del COVID-19 en nuestras sociedades. Y sobre ese aspecto podemos discrepar con él: ¿no es eso lo que hace que todos aprendamos un poco más sobre la propia vida o sobre ésta dentro de la sociedad? Todos podemos equivocarnos, claro que sí. Y Agamben también. No hay duda. Sobre todo cuando habla de cifras o acerca del impacto de la pandemia en relación con las muertes provocadas por la gripe estacional años atrás o la incidencia de los fallecimientos debido a enfermedades respiratorias. Y aquí (sí, aquí) se equivoca de plano. Sin embargo, el autor no cae en ningún tipo de error cuando reflexiona en torno a las consecuencias que pueden tener las medidas sanitarias (o biopolíticas) tomadas por el gobierno en Italia (y por extensión en la mayoría de países afectados por la epidemia), sobre todo en relación con el modo en que esta situación de emergencia sanitaria puede ser instrumentalizada para alcanzar otros objetivos que se escapan a la realidad que, evidentemente, padecemos y que (probablemente) respondan a otros intereses:

“Si los poderes que gobiernan el mundo han decidido echar mano del pretexto de una pandemia –a esta altura no importa si verdadera o simulada- para transformar de arriba abajo los paradigmas de su gobierno de los seres humanos y de las cosas, eso significa que esos modelos se encontraban para esos mismos poderes en una progresiva e inexorable decadencia y que ya no se adecuaban a las nuevas exigencias”.

Y tampoco resulta desatinado cuando se pregunta si la emergencia sanitaria a la que asistimos no está influenciada o tiene que ver con un delito infringido a nuestras sociedades, previamente, por el capitalismo neoliberal:

“… y recordar a los jueces que haber destruido el sistema sanitario nacional es un crimen infinitamente más grave que salir de las casas sin la declaración jurada de circulación”.

No, en ese caso, Agamben no desvaría (ni se equivoca). Porque pueden darse razones morales de peso para tomar determinadas decisiones de carácter político-sanitario. Evidentemente. Pero (tal y como plantea el autor aquí): ¿no se estará aprovechando toda esta situación para alcanzar otros objetivos? Y eso es lo que, sin duda, debemos plantearnos: ¿no es esta coyuntura el momento idóneo para que, debido al actual desastre en muchos hospitales, aquélla “pueda ser tomada como el laboratorio donde se preparan las nuevas estructuras políticas y sociales que esperan a la humanidad”?

Sí, Agamben puede haber mirado hacia otro lado a la hora de valorar las repercusiones que el virus ha tenido o tiene en muchas familias o para médicos y resto del personal que trabaja en el ámbito de la sanidad. Y esto quizás se deba a que sus textos fueron publicados entre marzo y mayo de 2020 y eso le hiciera perder perspectiva, desconocer más datos, quién sabe. No obstante, sus reflexiones son parciales (y podemos hacerle alguna que otra objeción, tal vez unas cuantas). En cambio es justo reconocerle que acierta en el momento en que nos sugiere que estamos asistiendo a “la abolición del prójimo” o a la desaparición “de todo espacio público” (con las implicaciones que ambas cosas tienen desde un punto de vista emocional y social). Y, asimismo, es adecuado coincidir con él en sus conclusiones sobre la situación política en la que nos hallamos:

“Una sociedad que vive en un estado de emergencia perpetua no puede ser libre. De hecho, vivimos en una sociedad que ha sacrificado la libertad en nombre de las así llamadas razones de seguridad y por esto se ha condenado a vivir en un perpetuo estado de miedo e inseguridad”.

Escribir es (o debe ser) un riesgo. Y Agamben (evidentemente) arriesga. Este libro cae, en más de una ocasión, en la reiteración: ideas que reaparecen en diferentes artículos, pasajes de entrevistas que repiten palabra por palabra fragmentos de algunos de los textos previos, etcétera. Aún así, el carácter de urgencia que tiene el libro hace que podamos pasarlo por alto (aunque no tanto: claro que no). Pero, aquí, lo verdaderamente importante de estos artículos es que escapan del mensaje que, como mantra, se pronuncia (e inocula) desde de los telediarios o dentro de la prensa convencional. Y eso es un respiro. Y menos mal que es así. Menos mal que Agamben llega a dudar y a desafiar la narración que domina la esfera mediática:

“El enemigo no está fuera, está dentro de nosotros”.

¿En qué punto estamos? La epidemia como política (Adriana Hidalgo Editora, 2020) | Giorgio Agamben | 114 páginas| 12,50€

admin

Un comentario

  1. 98 mil muertos en Italia. Para hacer hospitales hay que cobrar impuestos, el Estado tiene que estar presente. Pero eso a Agamben solamente le daría asco.

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