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Alquimia de amor

livrosANTONIO RIVERO TARAVILLOPertenece John Donne (1572-1631) a la generación que siguió a los grandes isabelinos, con William Shakespeare (1564-1616) a la cabeza pero también figuras destacadísimas como Christopher Marlowe (1654-1593). Su preocupación religiosa y ciertas maneras barrocas, sin embargo, lo sitúan en el umbral, y en realidad reinando en el salón, del grupo que ha venido en denominarse “poetas metafísicos” (siguiendo a Samuel Johnson). En la última década de su vida dejó composiciones que lo colocan, efectivamente, a la cabeza de ese grupo que fue tan estudiado por T. S. Eliot y, entre nosotros, por José Antonio Muñoz Rojas.

En tiempos en que las armas y las letras no eran refractarias, Donne participó en el ataque naval a Cádiz a bordo de la escuadra inglesa mandada por el conde de Essex (el estrecho de Gibraltar lo menciona en su “Himno a Dios, mi Dios, en mi enfermedad”). En tiempos en que la religión y las letras tampoco eran refractarias, Donne tuvo vaivenes y zozobras, como si siempre estuviera en uno de esos buques de guerra, y tras nacer en familia católica llegó a ser deán –claro, anglicano– de la catedral de san Pablo. Donne escribió la serie de los Holy Sonnets, poesía sacra en su mejor expresión. La profana, más accesible hoy para el común de los lectores, es la representada en la antología Sonetos y canciones. Poesía erótica. Cabe advertir que soneto, lo que se dice soneto, no hay ninguno en el libro por más que en las páginas 140-141 podamos disfrutar del titulado “Soneto. La prenda”, pues en vez de los tres serventesios seguidos de un dístico esta composición cuenta con cuatro, más el pareado final.

Eclesiástico como Lope, Quevedo y Góngora, tiene el inglés (que aprendió español) bastante de estos dos últimos. La ceñida presentación de Jordi Doce sitúa muy bien su obra y la apreciación posterior, crecida en la vanguardia del siglo XX. Donne es un poeta oscuro a veces y casi siempre alambicado, uno de esos ejemplos de poesía intraducible según Octavio Paz, quien sin embargo vertió un par de poemas suyos.

El también mexicano José Luis Rivas, buen poeta y excelente traductor de poesía del que Vaso Roto está recuperando libros, realiza un trabajo encomiable incluso cuando en algún caso se aparte ligeramente del original. Es una licencia que huye de lo literal verter “Love’s mysteries in souls do grow, / but yet the body is his book.” como “Los misterios de amor se escriben en el alma, / pero el cuerpo es el libro en que se leen.” Podría citar muchos ejemplos de la excelente poesía de Donne, que aquí halla a un buen aliado. La primera estrofa de “Adiós al amor” es una muestra: “Aunque falto de pruebas, / yo pensaba que había algún dios del amor / y le rendía honores y tributos; / como hacen los ateos en su trance final / invocando un poder desconocido / que mencionar no saben, / con la misma ignorancia yo imploraba: / así, cuando los hombres apetecen / algo que no conocen todavía, / sus deseos se encargan de fraguarlo / y, según sean estos, aquel aumenta o mengua.”

Aun sabiendo inglés, es fácil que el lector se olvide de original, tan bien fluye el español en estas páginas. Rivas no va buscando artificiosamente el arcaísmo, pero elige bien sus palabras, como cuando hace que ‘string’ sea “bramante” en el estupendo “El éxtasis”. Al igual que los poemas de Donne, sus traducciones, con cimbreada oscilación de endecasílabos y alejandrinos, emplean una métrica flexible. De las cuerdas de ese ‘ring’ a las que siempre empuja la dificultad sale campeón con solo algunas magulladuras y rasguños y muchos versos que golpean tremendos ganchos y directos a la mandíbula.

Sonetos y canciones. Poesía erótica (Vaso Roto, 2015), de John Donne | 192 páginas | 15 € | Traducción de José Luis Rivas

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