RAFAEL ROBLAS CARIDE | La primera vez que oí hablar de Fernando Mansilla fue hace unos cuantos años, cuando un propietario de pollos de la granja en la que trabajaba me sorprendió, tras la temporada de crianza intensiva del corral, con un disco compacto, confesándome misteriosamente que, con el uso correcto y responsable del material suministrado, el género avícola aumentaría su rendimiento y producción. Sin embargo, después de escuchar tranquilamente el “Literatura de baile” de Mansilla y Los Espías, dos cosas me quedaron bien claras: que mis pollos aún no estaban preparados para soportar el punch directo a la mandíbula de cortes como “Demasiados porros” o “Cumpleaños” y que el perturbador desconocido que cantaba-rapeaba los temas de aquel extraño CD era jodidamente bueno.
Algunos meses después de aquella experiencia en la factoría avícola, las secciones culturales de la prensa local se encargaron de promocionar tímidamente una novela sobre el underground sevillano de los 80. Rápidamente salté sobre ella y así fue como identifiqué al siniestro vocal de Mansilla y los Espías con aquel tipo larguirucho que, con hechuras de enterrador, mostraba a la cámara su primera novela: Canijo. Confieso que me encantó la odisea de aquel yonketa que naufragaba una y otra vez en las procelosas aguas de la calle San Luis o del Pumarejo. Sin embargo, que conste en acta que no sólo influyeron en dicha valoración mi natural preferencia por la temática sevillana o mi predilección por la estética ochentera, antes bien, tras aquella ópera prima, se vislumbraba una voz narrativa fresca y cautivadora, dotada de unas cualidades bastante notables, entre las que destacan una profundizada tendencia hacia el realismo más descarnado y una original veta irónica que, en ocasiones, se sumerge totalmente y con desenfadado descaro en el surrealismo.
Ahora que sale a la luz un nuevo título de Mansilla -este Relatos faunescos– me alegra que se hayan confirmado mis sospechas. En el volumen, el autor reúne hasta nueve relatos de desigual extensión, donde los animales cobran el protagonismo y donde, nuevamente, se reiteran las virtudes apuntadas, agregando otra nueva cualidad que subraya su prologuista, el actor Álex O’Dogherty: la habilidad que posee Mansilla de sumergir al lector dentro de su narración, independientemente de que este se sienta o no identificado con los personajes de sus historias.
En el libro encontramos relatos de moscas, de tigres, de pavos, de gatos, de guepardos, de doradas o de camellos (en las dos acepciones de la palabra) que, en realidad, no son más que vueltas y revueltas en torno al tema ya conocido: la fragilidad y vulnerabilidad del ser humano, condicionado en todo momento por sus miedos o por sus inclinaciones primarias. Así ocurre, por destacar sólo dos ejemplos, en el caso del acobardado pescador-traficante al que sorprenden los picoletos en la orilla de la playa mientras la dorada que justifica el relato da sus últimos coletazos de vida, ofreciendo, al mismo tiempo, la original visión de la escena desde su punto de vista: el del asombrado y asustado pez; o en el del francotirador psicópata que dispara sobre un equívoco objetivo en “El lindo gatito”.
En otros relatos del volumen, una tímida ternura se apodera de la narración, atrayendo a ciertos personajes hacia el círculo emotivo del lector. Puede ser el caso del niño que, en “999 camellos”, se escapa de la mano de su odioso padre durante la cabalgata de Reyes Magos para solucionar ciertas cuentas pendientes y asegurarse así una efímera continuidad en ese territorio de inocencia que quieren arrebatarle los adultos que le rodean. O incluso, el del Carpanta yonki que, en primera persona, relata sus desventuras por la Sevilla noventera y surreal que el escritor sitúa como escenario de su más extenso relato, “El Tigre de Malasia”.
Y es que todo análisis generalizado merece matizarse, porque la prosa de Mansilla se hunde frecuentemente en una personalísima atmósfera onírica, a pesar del brutal realismo narrativo antes descrito. Tan genial es la participación de “La Vieja de los gatos” en la hilarante comitiva de tiesos que pretende arrebatarle el botín al citado “Tigre de Malasia”, como la culminación a lo Hitchcock del interesantísimo experimento “Aventura con un guepardo (Yo esta película la he visto)”, que relata un déjà vu en La Habana de 1956. Idéntica aproximación hacia el género fantástico encontramos en el salto al pasado que relata “El ángel del pavo”, donde se aprecian reminiscencias que van de Poe a Dahl, pasando por el hispanoamericano Horacio Quiroga.
Por último, también resulta obligado destacar el uso del humor como telón de fondo sobre el que se proyectan los cuentos. Y este rasgo, aunque recorre como una preciada veta toda la obra, se aprecia especialmente –o con mayor efectismo- en la voz del enganchao de la citada “El Tigre de Malasia”, donde, a manera de un Lázaro de Tormes contemporáneo, el protagonista recorre las calles de la ciudad describiendo situaciones antológicas donde el lector se sorprenderá riendo solo. Aunque no es la única ocasión en la que la prosa de Mansilla logra arrancar carcajadas; igualmente comparten esta vis cómica momentos tales como el vuelo de la mosca traviesa que, en “La mosca II”, propicia la inesperada debacle final; o como aquella otra -¿o es la misma?- que, en “La mosca I”, planea insidiosa sobre la casa del muy honorable Sidi Ibn Bantulá hasta hacerle perder la calma y la paciencia.
No, no es plan de continuar destripando el libro del bueno de Mansilla, ese hombre orquesta (músico-cantante-actor-dramaturgo-poeta) que ahora, con estos Relatos faunescos, prosigue con su esperanzadora progresión. Y es que, si Canijo fue una agradable revelación, esta nueva entrega le permite subir un peldaño más en ese difícil oficio que es el de escritor. Yo bien que me alegro por él, por aquel inquietante personaje que conocí gracias a la recomendación casual realizada en mi granja de trabajo. Ahora me permito recomendárselo a ustedes. Lean, lean a Fernando Mansilla. No se arrepentirán.
Relatos faunescos (Barret, 2017), de Fernando Mansilla | 150 páginas | 22,50 euros
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