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Animales de compañía

200117 El koala asesino

EDUARDO CRUZ ACILLONA | Resulta extraño comenzar a leer un libro cuyo subtítulo reza Relatos humorísticos de la Australia profunda mientras uno ve en televisión cómo están ardiendo siete millones de hectáreas de, precisamente, esa Australia profunda. Resulta extraño, también, comenzar a leer un libro cuyo título reza El koala asesino mientras uno ve en televisión cómo un koala agarra de la mano con gesto de ternura a un bombero que le está dando de beber agua y que, minutos antes, le ha salvado de la condena explícita de las llamas. Y resulta no extraño, sino descorazonador, haber leído un libro en el que desfilan en jubilosa libertad todo tipo de especies animales (koalas, serpientes, cocodrilos, camellos, gatos taipanes, etc…) y leer después en los periódicos la estimación aproximada del número de esas mismas especies animales que se calcula que han perecido víctimas del mayor incendio que se recuerda.

Quizás por todo ello, sea hoy más necesario que nunca leer estos relatos y, además de divertirnos hasta la carcajada con las historias que en ellos se cuentan, darnos cuenta de la magna riqueza natural que atesoran algunos territorios y el escalofriante peligro que supone para ellos la acción destructiva del hombre, su inoperancia ante un fenómeno como el cambio climático y su habilidad para taparse los oídos cuando resuenan en los cinco continentes las alarmas científicas anunciando lo que en breve será irremediable.

Bueno, pues cumplida ya la cuota de arenga ecologista, pasemos a lo literario, que es lo que nos ocupa ahora.

Kenneth Brook es un tipo curioso. Periodista, guionista y presentador de televisión, su mayor afición siempre ha sido el estudio de los insectos, hasta el punto de montar la primera granja de mariposas de Australia. Autor de diecinueve novelas, él mismo ha confesado que las historias contadas en estos relatos son reales, que le sucedieron durante sus frecuentes incursiones por la Australia profunda en busca de historias que contar y que, al tratarse de sucesos tan inverosímiles, según sus propias palabras, no tenían cabida en sus novelas.

Tachar de inverosímiles estas historias es hacerle un flaco favor a la realidad o, en el mejor de los casos, quedarse a medio camino de la definición exacta. Calificativos como hilarante, estrambótico, surrealista o estrafalario se ajustan mejor a la propuesta que nos hace el autor ya desde el primer relato, en el que viene a demostrar que las serpientes y el alcohol es una mezcla de difícil y temeraria combinación.

También vamos descubriendo que la vida sexual de los cocodrilos es agotadora, que los camellos tienen el aliento más fétido de toda la fauna mundial, que hay gatos que pueden comportarse como perros de presa y que si le disparas a un cerdo salvaje es bastante probable que se vuelva furioso.

No termina ahí el repaso por la diversidad animal de la región. La fauna se completa con una serie de especímenes humanos que, si bien autóctonos de la Australia profunda, también podemos encontrarlos en la Norteamérica profunda, en la España profunda y en cualquier otra civilización que tenga una extensión en su territorio a la que se le pueda añadir el calificativo de “profunda”. Más allá del temor que puedan provocar sus acciones, Kenneth Brook los trata con un especial cariño y nos los hace familiares, cercanos, máxime sabiendo que las desgracias no nos van a salpicar y que, como meros espectadores, no corremos mayor peligro que el de atragantarnos con nuestras propias carcajadas.

Desconozco si existe el humor australiano así, como categoría. Tampoco soy yo mucho de etiquetar los tipos de humor en función de la zona en la que se encuentre el autor o artífice del mismo. En todo caso, y para entendernos,  el Kenneth Brook de estos relatos sería una mezcla entre la elegancia aventurera de Ernest Hemingway y la mala suerte de Mister Bean, todo ello envuelto en un papel de regalo diseñado por Gerald Durrell, quien, por cierto, además de su más que (re)conocido Mi familia y otros animales, también tiene publicado un libro de título Viaje a Australia, Nueva Zelanda y Malasia (Alianza Editorial, 2005)

Lejos de agotarse las experiencias “inverosímiles” de Kenneth Brook por la Australia profunda, estos quince relatos son sólo la primera parte de una trilogía que se completa con los títulos El lagarto astronauta y El canguro alcohólico, ambos publicados por la misma editorial (Sajalín Editores) y tan prometedores de diversión como El koala asesino.

Por ponerle un pequeño pero a la publicación, llaman la atención algunas expresiones como “para examinar mi persona” o “El pub estaba moderadamente lleno”, así como algunos párrafos con extraños cambios en los tiempos verbales. Dado que no tenemos a mano el manuscrito original, no podemos asegurar que se trate de fallos en la traducción, pero lo cierto es que provocan que la lectura fluida se interrumpa y la sonrisa del relato se convierta en mueca. Afortunadamente, no son muchos los tropiezos y el viaje por la Australia profunda merece mucho la pena.

El koala asesino (Sajalín Editores, 2019) | Kenneth Cook | 186 pags. | 18 euros | Traducción de Federico Corriente

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