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‘Anyone for tennis?’

9788494297328

 

Los niveles del juego

John McPhee

Dioptrías, 2015

ISBN: 978-84-94297-32-8

172 páginas

18,99 €

Traducción de Carlos Cerdeña

 

 

Fran G. Matute

Antes de hablar sobre Los niveles del juego (1969) de John McPhee me gustaría dejar caer por aquí una breve reflexión: si estamos ahora comentando este libro es, no nos engañemos, gracias a que David Foster Wallace lo recomendó entusiastamente en su momento. Dijo, de hecho, que esta obra de McPhee (laureado periodista y profesor universitario bastante desconocido en nuestro país) era el mejor libro de tenis del mundo. Más allá de las alabanzas, lo que puede verdaderamente llamar la atención a los seguidores de DFW (entre los que me encuentro) es la referencia al deporte de la raqueta, al que el autor de La broma infinita (1996) dedicó, tanto desde la ficción como desde el ensayo, no pocas páginas.

No es este, ni mucho menos, el primer título que aparece traducido en el mercado español con cita laudatoria de DFW incorporada a la contra o a la faja. Pienso ahora, por ejemplo, en Mi primo, mi gastroenterólogo (1990) de Mark Leyner o en Sobre una montaña (2010) de John D’Agata, que leí hace poco. Pero hay que reconocer que en los últimos años han salido un montón más. Pudiera parecer que detrás de todo esto solo hay un ánimo por esquilmar el legado de DFW: asumido ya que no hay más obra propia que publicar, busquemos aquello que leyó y supuestamente le influyó. Nada que objetar a lo anterior siempre que lo que se rescate merezca verdaderamente la pena, pero no puedo dejar de pensar que existe algo muy retorcido tras esa lógica. Quiero decir: una cosa es que me fascine DFW y otra muy distinta es que me interesen los mismos autores que a él, ¿no? Esto, así visto, me hace recelar cada vez más de estos supuestos “descubrimientos” editoriales auspiciados por DFW, ya que si no se miran con cierta distancia bien podríamos acabar todos teniendo su misma biblioteca y no creo que haga falta recordar que el tipo no estaba muy en sus cabales. Así que, dado que en términos generales el tenis me importa un pimiento, reconozco que me acerco a Los niveles del juego atraído y repelido por el vínculo con DFW. De forma que, mientras leo, mi cabeza juega su particular partido de tenis, seguramente mucho menos interesante que la semifinal del US Open celebrada en 1968 entre Arthur Ashe y Clark Graebner, que es la que desgrana John McPhee en este peculiar ensayo.

Básicamente, lo que hace McPhee en Los niveles del juego es leer un partido de tenis (eso sí, uno importante, pues el vencedor del mismo tendría opciones para convertirse, tras trece años de sequía, en el primer norteamericano en ganar el US Open) en clave sociopolítica. Esto no es en sí ninguna genialidad, pues a nadie se le escapa que el deporte, sobre todo el de élite, esconde tras los entrenamientos y la competición muchas otras capas de lectura. De hecho, los “niveles” a los que se refiere el título de esta obra, más que al grado de destreza tenística de los jugadores, hacen referencia precisamente a lo anterior. En el caso del partido aquí analizado, bastaba además con asomarse a la pista para constatar que no solo se enfrentaban dos jugadores norteamericanos en busca de la gloria deportiva. Resultaba más que evidente que en la hierba de Forrest Hill había muchas otras cosas en juego: para empezar, Graebner era blanco y Ashe era negro. Y no hay que olvidar que estamos en 1968, año clave en lo que se refiere a la lucha por los derechos civiles.

Por si fuera poco, los estilos de juego de ambos jugadores se presentaban antagónicos: Graebner era frío y calculador, técnicamente perfecto, impoluto en sus movimientos; mientras que Ashe era todo fuerza e intuición, puro músculo, puro nervio, imprevisible, capaz de lo mejor y de lo peor. ¿Os suenan de algo estas descripciones? ¿Federer? ¿Nadal? Parece como si el tenis llevara toda su vida pivotando sobre ambas visiones del juego. Para colmo, Graebner era de clase alta y, cómo no, republicano; al contrario que Ashe, de orígenes humildes y simpatizante del partido demócrata. Vamos, que si imagináramos este partido con una estética más ochentera, bien podríamos estar hablando de una adaptación tenística de Rocky IV (Sylvester Stallone, 1985). Esta radiografía de contrarios se complica todavía más al saber que ambos contrincantes han jugado mil veces juntos. Los dos formaban parte del equipo de Copa Davis de los Estados Unidos, y por tanto se conocían como la palma de la mano. Eran amigos de toda la vida y llevaban en sus genes a las dos Américas. Pero, como de costumbre, solo podía quedar uno.

Lo cierto es que lo tenía fácil McPhee para desarrollar su tesis: estaba todo ahí en la pista, las grandezas y las miserias del deporte, el sueño americano aplaudiendo en la grada, la eterna lucha entre los de arriba y los de abajo, se podía oler en el ambiente el final de una era, el partido a punto de convertirse en un símbolo, en un revulsivo dentro de la titánica lucha por la igualdad de derechos entre blancos y negros… No había más que escribirlo, indagar un poco, ordenar las ideas. McPhee opta entonces por retransmitir parcialmente el partido, haciendo hincapié en sus jugadas más decisivas, y se va metiendo en la mente de los jugadores y los lleva hasta sus orígenes y nos hace entender que uno no puede jugar distinto a lo que es, que en su educación, en su entorno, está todo ya grabado a fuego. Valiosa lección, sin duda, que vemos perfectamente reflejada en los golpes de cada jugador, en sus tácticas y estrategias, en sus sufrimientos, en la forma que tienen de enfrentarse a la vida. Pero, de nuevo, no hay que olvidar que estamos a finales de los sesenta y que las estéticas deberían ser otras. Y a Los niveles del juego, más allá de su valía como texto pionero en esto del análisis político-deportivo, le termina pasando factura cierto academicismo.

De todas formas, y puestos a elucubrar, no me extrañaría nada que esa supuesta “distancia” con la que McPhee se enfrenta a su tesis fuera lo que más atrajera a DFW, siempre tan cerebral y no por ello menos cachondo. En todo caso, la influencia que pudiera ejercer este texto de McPhee en DFW sí que me parece absolutamente peregrina. No hay más que compararlo con un artículo tan arrollador como el famoso “Federer como experiencia religiosa” para constatar que lo que ambos escritores hacen no tiene nada que ver, que sus enfoques son bien distintos, tanto que no he podido evitar echar terriblemente de menos a Tom Wolfe y a Hunter S. Thompson (¿qué no habría hecho el viejo Hunter con este partido?) a medida que leía Los niveles del juego. Sí, soy consciente de que ésta es una pega poco ortodoxa, pero no puedo negar que, al margen de la profundidad y acierto de las reflexiones que ofrece el texto, me hubiera encantado que la prosa de McPhee tuviera más que ver con el juego eléctrico de Ashe que con la fría analítica de Graebner. Hubiese quedado un ensayo mucho más resultón de haberse asumido, por parte del autor, un estilo de juego ganador.

admin

5 comentarios

  1. Es curioso: hoy mismo he hablado yo de Los niveles del juego, y mi percepción ha sido radicalmente distinta. Supongo que se basa en las expectativas: yo esperaba un buen libro de tenis que —además— fuera un convincente ensayo y justificara la recomendación de DFW, y no al revés, como parece ser tu caso. Mi referencia, en este sentido, era El ciclista, de Tim Krabbé y no el propio DFW, y en este sentido, sí ha colmado y de sobra mis expectativas. Así que por mi parte, un voto a favor para McPhee.

    • Sin duda, Carlos. Y además agradezco que compartas ese punto de vista, porque mi lectura puede llegar a parecer algo injusta con el texto de McPhee. Para mí una obra canónica en esto del ensayo socio-deportivo es «El combate» de Norman Mailer, y dado que tengo querencia por el Nuevo Periodismo (Wolfe, Thompson…), reconozco que «Los niveles del juego» se me ha quedado a medio gas. Pero es solo eso, una cuestión de expectativas y de gustos. El análisis de McPhee es estupendo, con independencia de que la lectura de «Los niveles del juego» me haya parecido un tanto plúmbea.
      Gracias por comentar.

      • Ya pedido a la editorial Contra «El combate» de Mailer. Sospecho que me va a gustar bastante. ¿Más que Talese hablando del propio Ali?

        • No he leído el texto de Talese sobre Ali (¿dónde viene eso?), pero a cambio te recomiendo el que le dedicó Ishmael Reed en la colección «Trapos sucios», que me encantó.

          • En «El silencio del héroe», que publicó Alfaguara. ¡Me anoto el de Reed!

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