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Arquitectura de las emociones

El dolor verdadero no hace ruido

Claudio Rodríguez

FLORA JORDÁN | Conocí a Marga Blanco el pasado verano en Marbella gracias a Alejandro Pedregosa. Supe por su mirada inteligente e inquieta que estaba ante una persona y autora de una profundidad inclasificable. No me equivoqué. Tras leer varias veces y analizar su poemario La puerta de mi casa, editado con la elegancia propia de Sonámbulos, corroboro que nos situamos ante un libro de una madurez y una sensibilidad únicas, cuya estructura viene dada por las diferentes estancias de una casa de herencia árabe, que todavía hoy pueblan las calles de Granada. Así, el poemario tiene tres partes diferenciadas: “Puerta adentro”, “Patio de atrás” y “La terraza”.

La propia arquitectura de las estancias, que buscan la privacidad y el espacio íntimo, rasgo sin duda heredado de la cultura andalusí, en este poemario adquiere una dimensión colectiva, al hacer de la pérdida y de la rotunda muerte de un alumno e hijo de una compañera, como Marga ha explicado en una entrevista a Javier Gilabert, el duelo poético y emocionado de lo inexplicabe, la ausencia de alguien tan joven, la negación de la vida, y cómo ésta sigue su curso como el agua para los que se quedan ya sin el día a día de la persona querida.

Los poemas de “Puerta adentro” son los más duros e introspectivos. En el poema “Enigmas” (página 17), introducido por la cita El dolor verdadero no hace ruido de Claudio Rodríguez, la poeta intenta dar consuelo a través del arte para mitigar tanto dolor. Por otro lado, “Las palabras de los muertos” (páginas 21-22) es una desmitificación de esas grandes sentencias que a veces vinculamos a los que no están entre nosotros.

En la sección intermedia “Patio de atrás”, seguimos ahondando en la pérdida, en la negación, y el propio lenguaje se hace eco de lo no vivido, lo no experimentado. Ejemplos de ello lo podemos observar en “No saben” (página 34) y “Nunca fuimos a Bolonia” (página 37). La conexión entre la arquitectura de las estancias, el reposo y la espalda al mundo público de la puerta, se hace evidente en esta sección, donde de nuevo conectamos con el mundo árabe, la celosía y la importancia de la privacidad. Esta arquitectura tripartita está también presente en los baños árabes y no es casualidad que el agua sea otro de los pilares esenciales de “La puerta de mi casa”.

El simbolismo del agua vertebra todo el poemario. Está presente en casi todos los poemas en forma de lluvia, río, nieve o mar. El agua y todo su ciclo como metáfora de la vida y la muerte expresan con una belleza sublime los conceptos que la autora nos transmite sobre la pérdida, la nostalgia y el deseo. Tan importante es este elemento que lo encontramos hasta en los títulos de varios poemas: “Dueña de espumas” (página 41), un poema sobre el empoderamiento femenino, “Día de playa” (página 45), poema de amor no idealizado con un final poderoso gracias a la imagen de los gansos comiendo arena, “La Tabenna del Puerto” (página 47), así con esa geminada tan andaluza, nos descubre un poema de deseo luminoso y nostálgico a la vez y “Viajar contigo” (página 58), sin duda, mi poema favorito por su frescura, la lluvia soñada de Macondo, y a la vez, crítica a los viajes turísticos vacíos de experiencias esenciales: Nos dejaremos engañar como turistas, /que organizan los viajes/ con caramelos en los bolsos. Esta misma crítica de viajes superficiales la encontramos en otro poema, donde Marga Blanco, se compromete con los más desfavorecidos y con los niños de infancias robadas de Tonlé Sap. Esa visión humana y compasiva nos conmueve como lectores y al mismo tiempo nos apunta con el dedo como seres que no hacemos todo lo que podemos por los demás: Pero con bolso y cámara de fotos/ resulta imposible arrojarse al lago. Este viaje por las estancias más profundas del alma concluye como no podía ser de otra manera con el magistral poema “La mudanza” (páginas 63-64) y la nula importancia que debemos conceder a las cosas materiales.

Como la propia poeta ha manifestado, este libro es un canto a lo que no vuelve, pero que nunca se fue. Yo añadiría que es un poemario rotundo, clásico, conmovedor y comprometido.

La puerta de mi casa (Sonámbulos Ediciones, 2022) | Marga Blanco | 64 páginas | 13 euros

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