
ELENA MARQUÉS | Pertenezco a una generación que sigue teniendo muy presente el refranero. De hecho, una amiga mía cuenta que, cuando iban los fines de semana a casa de no sé qué parientes en un pueblo cercano, combatían el Carrusel deportivo paterno con una competición de sentencias, y que conseguían cubrir el recorrido sin que se impusiera el silencio.
También mis abuelos se expresaban frecuentemente en proverbios y máximas, pero mi favorito, aunque resulte pedante, era y sigue siendo ese de «Nunca te acostarás sin saber una cosa más». Lo tengo tan presente que, cuando a primera hora de la mañana alguien aparece con una palabra nueva, bromeo con que ya puedo meterme en la cama, pues el el día ha quedado al fin completo.
Hasta hace poco tiempo yo lo ignoraba todo del aforismo. No es que ahora sepa mucho más; pero el libro de Emilio López Medina Origen y razón de aforismo me ha ayudado a poner ideas en claro, tanto de sus lejanos e impropios orígenes (léase «impropio» como no perteneciente a la rama del «saber» en que se suele insertar hoy, sino a la «literatura» científica) como de sus claves y definición.
Compuesto por dos estudios previamente publicados, «Aforismo y filosofía: una balance histórico-conceptual» y «Claves de la razón aforística», más una pequeña compilación de aforismos de carácter filosófico y, también, de metaforismos, este opúsculo del profesor y escritor jiennense ofrece una visión clara y didáctica de su evolución, desde esos pensamientos fragmentarios, posiblemente insertos en una obra mayor, que atribuimos a los presocráticos como expresiones que encierran principios de conducta, hasta otros de temática más amplia que hoy en día seguimos relacionando con la disciplina académica que se pregunta, como quien no quiere la cosa, por el hombre y el universo.
Así, en ese análisis pormenorizado y ameno que López Medina hace del aforismo nos recuerda cómo este pasó de ofrecer «consejos» morales y éticos a expresar pensamientos sobre el origen de las cosas (y saca a colación algunos títulos donde la palabra «naturaleza» concentra todo su protagonismo), y que, si su principio está en la sentencia y la definición, poco a poco se abre al lirismo, la ironía y una mayor extensión lingüística. El ensayo concluye con una descripción sencilla y quizás demasiado abarcadora del aforismo.
El segundo estudio, de mayor profundidad (el primero, como digo, es más bien un breve esbozo histórico), se centra en los fundamentos o razones de estas sentencias para ser consideradas «verdades», es decir, cuáles serían sus soportes epistemológicos.
He de confesar que, para mí, que para muchas cosas tengo la capacidad de abstracción de un mosquito y la lógica de un niño de cinco años, el texto de López Medina me ha resultado clarificador y me ha delimitado con facilidad conceptos como «razón» y «lógica», incluyendo alguna indagación en sus étimos (por ahí, claro, me tiene ganada). Su invitación a encontrar, o más bien a rastrear, los puntos en común entre la palabra y lo que nombra, esa «unidad perdida» que me recuerda tanto a los románticos, ese hilo entre el logos de la naturaleza y el logos del hombre, ha dado sus frutos gracias a la claridad y entusiasmo de sus explicaciones. Entre ellas destaco las que me han acercado el género a la realidad y al individuo, a la experiencia, así como las que me hablan de cómo se enlazan los distintos hechos por analogía (yo sigo entre románticos y simbolistas) y, voilà, plantean en una expresión particular vivencias comunes a todos los hombres. Vivencias que él llama «yuxtapuestas», en el sentido de que conviven distintas verdades que no por ello se oponen entre sí pero que, precisamente por eso, producen conocimientos nuevos.
Me diréis que esto que estoy planteando aquí queda muy resumido y siempre es mejor acudir a la fuente primaria que a un conato de reseña; pero dejo esta reflexión de la última parte que puede expresar, creo, el sincero intento del aforismo de aproximarse a analizar lo que somos:
«El hombre no se puede explicar: tendría que ser explicado por sus ideas y deseos, y estos son cambiantes en cada cual y en cada instante. Por eso, sobre el hombre no pueden hacerse teorías universales: solo pueden hacerse aforismos, pues el aforismo nace necesariamente para el hombre y desde el hombre».
Origen y razón del aforismo (Cypress Cultura, 2024) | Emilio López Medina | 60 páginas | 11,40 euros