EDUARDO CRUZ ACILLONA | Sostenía la famosa bailarina y coreógrafa estadounidense Martha Graham que la danza “es el lenguaje oculto del alma”. Y Vicki Baum, escritora y guionista, tenía claro que hay “atajos para la felicidad, y el baile es uno de ellos”. Por su parte, el diccionario de la Real Academia Española (RAE) define “Tutú” como una “falda corta de varias capas y mucho vuelo”. Si a todo ello le añadimos que “tutú” puede ser, en sentido figurado, el antónimo del doblemente egocéntrico “yoyó”, creo que tenemos una visión panorámica y bastante ajustada de lo que la última novela de Tania Padilla nos viene a mostrar.
Porque Tutú es, para empezar, una novela corta pero que contiene varias capas que le proporcionan mucho vuelo. Para empezar, arranca con la descripción de una de las tres principales protagonistas, que actúa bailando sobre un escenario. La sucesión de detalles es de una belleza y de una originalidad inusual. No hace falta música de fondo. Ésta se cuela por los ojos en cada frase. Es posible que la bailarina se refugie en la danza para encontrar el atajo que le lleve a la felicidad. Lo sabremos pronto, cuando se junta con sus dos amigos de juventud, una escritora frustrada que sobrevive impartiendo talleres literarios (valga la redundancia) y un sacerdote incómodo con la rigidez que le impone su trabajo barra forma de vida. Cada uno tiene su vida y cada uno tendrá que repensarla a raíz de un nuevo acontecimiento que surge de la reunión entre los tres.
Y es ahí, como si de un segundo acto del baile se tratara, donde las descripciones y la narración dan paso, y de qué manera, a los diálogos entre los tres personajes, bien en común bien por separado entre dos de ellos. Aunque Tania Padilla ya había dado muestras más que sobradas del manejo de ambas técnicas, la narración y el diálogo, y de la exquisitez y riqueza de su estilo literario (no en vano ganó el Premio Logroño de Novela para jóvenes escritores en 2016 y el Ateneo Joven de Sevilla en 2017), en Tutú las despliega a lo grande, creando tres personajes sólidos, tan antagonistas como complementarios, tan opuestos como necesarios entre sí. Sus diferentes interacciones conforman una sutil coreografía donde los sentimientos encontrados sustituyen a la música y donde sus decisiones son como suaves pasos de baile que llevan en volandas al lector por donde la autora desea.
Son pequeñas pinceladas, contados matices los que nos van introduciendo en la mente y sus complejidades de los tres personajes. En todos reina de manera equitativa tanto el yo como el tú, aunque se haga complicado establecer los límites del nosotros, con un pasado común tan presente. Los tres tienen una justificación para acercarse a los otros dos, a la vez que dicha causa se convierte en freno para dicho acercamiento.
La novela es corta en extensión, apenas 120 páginas sin contar el magnífico prólogo que firma María Zaragoza, pero conecta de tal manera con el lector que hace que el texto se convierta en una extensión de su vida y la lleve en su mente durante un tiempo prolongado, cuestionando, como si de un espejo se tratara, ese lenguaje oculto del alma que mencionábamos al principio, tanto el de los personajes como el del propio lector, impelido a posicionarse, a tomar partido, que es lo que consiguen las buenas novelas.
Descubrir a Tania Padilla es una buena noticia para un lector exigente. Merece la pena dejarse llevar por su ritmo, suave y endiablado a la vez, provisto de tutú y también de yoyó. Y haciendo caso al poeta cuando dijo aquello de que bailar es soñar con los pies.
Tutú (Cazador de ratas, 2023) | Tania Padilla | 132 págs. | 12,00€