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Bisonte encantado

piscinamolitor

Piscina Molitor. La vida swing de Boris Vian

Christian Cailleaux y Hervé Bourhis

Impedimenta, 2013. Colección “El chico amarillo”

ISBN: 978-84-15578-97-0

72 páginas

19 €

Traducción de Laura Salas

 

 

José María Moraga

Tengo en la retina una escena de Todo sobre mi madre (1999) en la que Cecilia Roth le cuenta a su hijo Eloy Azorín quién es su padre, al que no conoce. Le enseña una foto antigua, y al explicarle sus actividades teatrales de juventud comenta: “Hacíamos un espectáculo sobre textos de Boris Vian; cabaret para intelectuales.” Desde aquel momento en que el nombre entró en mi vida ando fascinado por el personaje: sin saberlo ni ella ni yo, entonces Cecilia también me estaba regalando una de mis claves vitales, como a su malogrado hijo. Sirva esta anecdotilla para comprender por qué al cerrar Piscina Molitor me entraron ganas de parafrasear a Almodóvar y pensé: “cómic para intelectuales.

Si usted no conoce a Boris Vian (cosa no tan descabellada, pese a que ya aparece en cualquier manual de Literatura francesa) no seré yo quien le afee una supuesta falta de nivel. Antes bien, le encarezco encarecidamente que se acerque a su figura y obra cuanto antes. ¿Es Piscina Molitor una obra adecuada para iniciarse? Yo diría que no. Entonces,  ¿es una obra difícil? ¿Acaso está mal hecha? Ni muchísimos menos. Mi dictamen es el siguiente: corra a comprar esta joya de álbum ilustrado y atesórela como tal. Léase usted dos o tres obras del inclasificable monstruo francés (por no decir diez o doce…) y entonces sí, entonces se me zambulle de pleno en la piscina Molitor, la que da nombre al «biocómic» sobre Vian, por ser donde este acudía a bucear en sus últimos tiempos, buscando paliar la dolencia cardiaca congénita que acabaría por llevárselo de este mundo en 1959.

No me gusta pensar en Piscina Molitor como en una biografía porque no lo es, al menos al uso. Sí es un tebeo inspirado en “la vida swing” del escritor, ingeniero, actor, pintor, músico y crítico de jazz francés de mediados del siglo XX, ‘outsider’ que lo fue del Surrealismo, el Existencialismo y el Absurdo, por no pertenecer a ninguna de estas etiquetas (pese a ser compadre de muchos otros que sí se encuadraron en ellas). No es una exposición completa u ordenada ni cronológica ni temáticamente de la vida y obra de Boris Vian, ni falta que hacía. Sí es una maravillosa sucesión de viñetas, desordenada y fragmentaria, con el jazz como trasfondo y los baños en la piscina como elemento de continuidad. En este sentido, este cómic se asemeja mucho al reciente Las aventuras de Hergé (2011) de Fromental, Bocquet y Stanislas, que recorría las vivencias del dibujante belga de modo igualmente episódico y delicioso. Ir de la anécdota particular al rasgo general en una vida tiene esa salvedad: como texto propedéutico el enfoque frustrará a quien no conozca de antemano la biografía del personaje, pero como artefacto artístico el disfrute de este cómic está garantizado.

El dibujo en Piscina Molitor es parco, líneas casi claras y austeridad en los colores. La vida de Boris Vian –pese a contar con varios episodios apasionantes-  fue lo contrario a un camino de rosas, y tanto el diseño de los personajes como los fondos de las viñetas convienen a esto. Lo que emerge con fuerza, al no haber casi distracciones, es la personalidad genial de Vian, creativo precoz y arrollador mago del lenguaje ya desde la infancia, como se refleja en las viñetas sobre sus juegos infantiles (p. 9, 12, 14). Su faceta como amante del jazz, instrumentista y crítico, está muy presente en el cómic, y complementa a la perfección lo que sabíamos de Vian a través de la lectura de obras suyas como La espuma de los días o “Martin me telefoneó”, el aparentemente prosaico relato (que destila tanto jazz que para sí lo quisiera el atormentado Perseguidor de Cortázar) incluido en El lobo-hombre. Otros cuentos de dicho volumen, “Las murallas del sur” o “Fiesta en casa de Léobille”, contaban como personajes con Bison Ravi (anagramático heterónimo de Boris Vian) y su compinche el Mayor: trasunto de Jacques Loustalot, amigo que tiene un gran protagonismo en Piscina Molitor.

Otro episodio de la carrera de Vian con bastante presencia es el escándalo derivado de la publicación de Escupiré sobre vuestra tumba (1946), explícita obra aparecida bajo el pseudónimo “Vernon Sullivan” -‘nom de plume’ con el que Vian facturaría cuatro disparatadas novelas negras, alejadas de su habitual tono humorístico surrealista, ¿o no tan alejadas?-. Este libro motivó un proceso nada menos que por “ultraje a las buenas costumbres”, lo que conllevó una buena multa para la editorial Gallimard y el propio Boris, amén de un jarro de agua fría para el escritor (que ya venía tocado por no haber conseguido un codiciado premio literario con otra obra anterior). Pese a la concreta contextualización de la trayectoria del francés (llegamos a ver a Jean-Paul Sartre y a Raymond Queneau con Boris Vian… en la misma viñeta) no siempre resulta claro de qué obra se está hablando en el cómic, como cuando en la página 31 se le dice al Mayor que Vian “ha escrito una novela y tú eres el protagonista”, en velada alusión a A tiro limpio (aparecida póstumamente pero acabada en 1943).

En otras ocasione sí, como cuando leemos parte de la carta de aceptación que Queneau envió a Vian en nombre de Gallimard a propósito de su debut editorial de 1946: Vercocquin y el plancton (p.36), descacharrante novela -en la que también aparece el Mayor- escrita mientras vegetaba en su tedioso trabajo en la AFNOR, algo que también se refleja en este cómic.

La tentación de ir desgranando viñetas y episodios de Piscina Molitor e irlos glosando o comentando es grande, pero no es ese el propósito de esta reseña. Valgan los anteriores ejemplos como testimonios de mi entusiasmo por el tebeo, y como muestra del placer que este producirá en los aficionados a Vian. Parece que el interés en España por Boris Vian no decae, a las recientes ediciones de sus dos primeras novelas y sus escritos de jazz, el disco que a sus textos dedicó Andy Chango, la llegada de la adaptación cinematográfica de La espuma de los días a cargo de Michel Gondry o su presencia en suplementos culturales, ahora se suma este precioso volumen ilustrado de Impedimenta. Boris Vian… ¿autor imprescindible? Parafraseando ahora la anécdota apócrifa de Picasso y Gertrude Stein: “No se preocupe, ya lo será.

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