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Bodas de mala sangre

JOSÉ MARÍA MORAGA |Recién terminado el Mes de las Escritoras, les voy a presentar a una autora contemporánea que ustedes no han leído: Doña Emilia Pardo Bazán. Cualquier persona culta está familiarizada con la obra de sus coetáneos Galdós o “Clarín”, cualquier persona leída tiene en su haber Los pazos de Ulloa pero… ¿y La madre naturaleza? ¿Y la Tribuna? No preguntaré ya por Un viaje de novios. Divertida y sagaz como pocas, Emilia Pardo Bazán cuenta con una percepción psicológica digna de Jane Austen o Emily Brontë y con una sensibilidad para las cuestiones de sociedad que nada tiene que envidiar a la de Edith Wharton. Sirva el anterior catálogo para colocarla en el lugar que merece dentro de su siglo, pero también para reivindicar su estatus universal y su plena vigencia en cuestiones que, ciento cincuenta años después de su escritura, siguen resultando hoy candentes.

Leer a Pardo Bazán es leer sobre asuntos y personas que, aun estando firmemente anclados en su época (que se acerque a sus páginas quien quiera aprender sobre Carlismo, caciquismo, constitucionalismo, pucherazos…), la trascienden y encuentran un eco apabullante en el lector del siglo XXI. ¿O no están vigentes la “cuestión femenina” –bajo otros nombres- y el debate acerca del rol de la mujer, el matrimonio, la violencia hoy llamada de género, la fidelidad y las apariencias, su derecho al placer o su participación en la vida política? El año 2021 (centenario de la escritora gallega) vio no sé cuántas ediciones distintas de Insolación, su rompedora obra feminista de 1889: anotadas, ilustradas… todas testimonio de la relevancia de esta obra en el mundo actual.

2021 vio también la reedición en Alianza de Un viaje de novios, con una solvente introducción revisada. Se trata de una novela un tanto olvidada pero que hoy vengo a recomendar por sus sobrados méritos. En su breve “Prefacio”, la autora reflexiona sobre la naturaleza del género novelesco y lo que le es lícito tratar, recordándonos así cómo además del tema del Feminismo, Doña Emilia participó activamente en otro de los grandes debates europeos de la época, el del Naturalismo literario. La historia de Un viaje de novios es simple: la unión desigual entre un funcionario cuarentón, vivido y corrido, y una joven de provincias ingenua e inexperta, pía por más señas. Este matrimonio calamitoso se embarca durante su luna de miel en un viaje de novios (“costumbre extranjeriza y vitanda”), lo que equivalía a una extravagancia en la época y contexto.

El viaje, que tiene como destino Francia, será el desencadenante de algunas peripecias y tendrá consecuencias dramáticas, que no voy a adelantar para no fastidiar el placer de la lectura. Baste decir que durante el periplo ambos cónyuges se retratan, siendo la de Lucía González (la incauta novia leonesa de dieciocho años), una de las mejores estampas de personaje femenino que recuerdo. El novio, Gonzalvo Miranda, le recuerda a uno a aquel Don Guido machadiano que, pensando que debía asentar la cabeza, “asentola/ de una manera española,/ que fue casarse con una/ doncella de gran fortuna”. De él dice también la narradora que era un hombre llegado “a la meta de las humanas aspiraciones en los países decadentes: el ingreso en las oficinas del Estado”. Si esto no es conocer bien España, que venga Dios y lo vea.

Meto a Dios en esta reseña porque, aunque a día de hoy sea el aspecto más alejado y marciano para el lector moderno, resulta absolutamente consustancial a los personajes de finales del XIX, y –al igual que ocurría en Gloria de Galdós- sus acciones y decisiones serían no ya incomprensibles sino inexplicables sin este ingrediente de la religión católica. La relevancia de Un viaje de novios en este terreno no viene del papel de la religión sino de lo que se ha dado en llamar la “salud mental”, que tanta importancia está cobrando en nuestra sociedad actual. También la salud mental (con otro nombre) está muy presente en la novela, y resulta cuanto menos pintoresco cómo el papel que hoy desempeñan los psicólogos y psiquiatras estaba en aquellos años en manos de sacerdotes y religiosos (“¡Cuántas almitas enfermas he curado yo…!”, dice un jesuita bienintencionado pero en definitiva al servicio del patriarcado opresor).

Quien vea un atisbo de ironía en la anterior frase se equivoca. En Un viaje de novios no hay doctrina explícita (gracias sean dadas), pero tras leer estas páginas, nadie con dos dedos de frente podrá dejar de conmoverse ante la situación de la mujer española de finales del siglo XIX (“El mundo es ancho para los hombres, pero angosto, angosto para las mujeres”). En toda la obra de ficción de Pardo Bazán bulle un mundo de mujeres como soterradas, inteligentes y capaces pero limitadas a ejercer con paciencia el papel de discreción y recato que la sociedad esperaba de ellas. Uno siempre intuye que esas mujeres son capaces de más, serían capaces de más si les fuera dada la oportunidad, y es imposible no pensar en la propia autora, su brillantez y peripecia vital, mujer del XIX a la vez típica y extraordinaria, escribiendo sobre esas mujeres del XIX (perdóneseme la falacia biografista).

Suele acusarse a Disney y sus historias animadas de que la idea deformada del amor romántico haya anidado en los corazones de varias generaciones, adoctrinándolos y generando irrealizables expectativas sobre el matrimonio que han de acabar en frustración y dolor. Y si no a Disney, a los cuentos de hadas. A esto, siempre respondo: pues haber leído novelas, en las cuales desde hace trescientos años se representan crudas las miserias del amor, y no faltan en ellas ejemplos de relaciones malas o mal aconsejadas, de caracteres bobos o miserables, de advertencias –en suma- de todo lo nocivo que puede conllevar un enamoramiento. El problema es que, como dice un personaje de Un viaje de novios, “es lícito […] entregarse a un bien que, con ser fingido, así embellece y dora la existencia”.

Dicen los prescriptores que hay que leer a más mujeres: aquí tienen a una, a quien hay que colocar en el canon por méritos propios a la altura de los Grandes, y no ha de precisar muletas, cuotas ni escalerillas. Yo les digo a ustedes que hay que leer libros buenos de autores buenos, ergo, no tenemos escapatoria: hay que leer a Doña Emilia.

Un viaje de novios (Alianza Editorial, 2021)|Emilia Pardo Bazán |336 páginas|12,50 euros

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