La investigación
Stanislaw Lem
Impedimenta, 2011
ISBN: 978-84-15130-10-9
248 páginas
18,95 €
Traducción de Joanna Orzechowska
Ilya U. Topper
Pónganse la estufa. Enciendan el jersey. Porque, les aseguro, tendrán escalofríos. Si le hacemos una foto a un cadáver y sale movida ¿quién tiene la culpa? preguntó alguien una vez. Aquí, no necesariamente es el fotógrafo. Y eso, escribir una novela sobre muertos que (aparentemente) se levantan y andan amenaza, ya de por sí, con ponerle la piel de gallina al lector. Pero hacerlo y deslizar en ella todas las explicaciones científicas que podrían, tal vez, quizás, casi, sólo casi, explicar por qué lo hacen de verdad, eso no tiene precio.
La primera vez que leí La Investigación, acostumbrado a los relatos galácticos del autor polaco, pensé que se trataba de una obra menor. Pero en el caso de Stanislaw Lem no existen las obras menores. Existen las estelares y las terrenales. Ésta es terrenal.
Me dicen que una reseña no debe ventilarse en dos párrafos, aunque en el caso de Lem, bastarían dos líneas: una para sus incondicionales para informarles de la reedición de la obra en castellano (hasta ahora relegada a mugrientos estantes en los anticuarios de segunda); otra para exhortar a hacer penitencia a quienes, inexplicablemente, desconocen la existencia del escritor polaco.
Sí: es Lem hasta el tuétano. Sin el humor desternillante al que nos tiene acostumbrados en sus Diarios de las Estrellas, sin la grandeza trágica que asoma en Solaris. Pero con la precisión de la mejor novela de detectives inglesa que hayan podido leer. Y ubicada en Inglaterra, por si acaso, sí, alrededor de Scotland Yard.
En una línea similar a La fiebre del heno ―que imagino en la línea de salida de Impedimenta para algún próximo mes― esta novela desgrana de forma minuciosa observaciones cotidianas, casi imperceptibles, de la vida diaria, los pone en relación, construye conclusiones de alcance insospechado. Pero aquí, los culpables a los que persigue el inspector Gregory tal vez sean los muertos. Y tal vez no. Gregory, templado detective inglés, no lo cree, evidentemente. Pero ¿y usted, lector?
Ésta es la maestría de Lem, inalcanzada: hacerle creer al lector algo contra las convicciones de sus propios personajes. Y no, al final La Investigación no está tan lejos de Solaris: aquí también asoma la posibilidad de que una fuerza ignota, que no tiene ni nombre (no, no es Dios, porque Dios no existe en las obras de Lem, excepto como caricatura) sea capaz de crear algo a imagen y semejanza de los humanos.
Sabiendo que en internet alguien asoció el término ‘zombie’ a los personajes de esta obra quizás convenga una advertencia: donde hablamos de explicaciones científicas no piensen en venenos paralizantes, peces tóxicos, letargos inducidos y demás quincalla del horror. No, no. Aquí hablamos de muertos de verdad. Habrá por medio el cadáver de un gato, teorías de vectores, estadísticas impecables y absurdas y una terrible sospecha de que tal vez, todo sea falso.
Pero aunque todo sea falso, los detalles que aporta el autor a la demencia que amenaza con apoderarse de sus personajes, son tantos y tan lúcidos que la historia funciona. E incluso, como en todas las obras del autor, pasa a un segundo plano para hacernos reflexionar sobre esa zona gris entre la materia y el espíritu. Ese coto privado de las religiones, en el que el furtivo Lem se ha cobrado las piezas capitales que siempre erraban sacerdotes y filósofos.
Por eso ya no importa si Gregory detendrá al final al culpable (¿existe?). Le habrá dado que pensar, estimado lector. Ahora, no me culpe si después de cerrar el libro se tropieza con un fantasma en el metro.
Siempre me ha llamado la atención este hombre, pero me daba miedo que su literatura fuera excesivamente «intelectual», y uno ya no está para tantos trotes.
El caso es que tras leer tus magníficas y entusiastas reseñas no me terminan de venir las ganas de abrir un libro de S. Lem. ¿Es grave, Doctor?
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Es grave. La última que reseñé, e inexplicablemente una de las primeras que sacó Impedimenta, «Vacío perfecto», me parecería de sus peores libros, si tal cosa existiera en el caso de Lem. Pero es de los más duros de hincar el diente. Ahora bien, con «Diarios de las Estrellas» no hace falta saber más que el abecedario para pasárselo muy muy bien. Y creo que los «Relatos del Piloto Pirx» (Alianza) tampoco están mal.
Pues si algún día tengo que empezar con el amigo Lem, seguiré tus sabios consejos. «Diarios de las Estrellas», pues…