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Cantar para salvar un annus horribilis

JUAN CARLOS SIERRA | Lo primero que llama la atención de Anuario, el último poemario de la escritora valenciana afincada en Jaén Elena Felíu Arquiola, es su estructura medida, casi matemática: cuatro secciones en estructura abrazada -11, 7, 7 y 11 poemas respectivamente-. Además, a esto habría que añadir la coherencia temática de cada una de estas partes. Frente a cierta tendencia actual hacia el poemario en torrentera, es decir, sin orden ni concierto aparentes en la disposición y en la lógica de sus textos, Elena Felíu nos ofrece un conjunto bien armado, de arquitectura sólida y meditada; frente a la sensación entre abrumadora y confusa que a veces producen esos libros de poemas a saltos, el de Felíu nos asienta en su lectura, nos acoge amablemente, a pesar de que algunos tramos, especialmente los textos pertenecientes a la primera sección, nos pongan delante una de nuestras experiencias últimas más terribles, la del confinamiento por la COVID-19. En cualquier caso, se trata de una poesía que no añade más confusión a la que cada uno lleva ya consigo, sino que propone una mirada particular, diferente, reveladora, como ha de hacer la poesía que merezca ese nombre.

            Recorramos el itinerario poético marcado por Elena Felíu en Anuario. De la primera parte, llamada «En medio de estas sombras», lo más relevante se encuentra en la toma de conciencia, sin trampas ni cartón, sin artificios ni retórica hueca, acerca de nuestra fragilidad y de la verdad del tiempo que vivimos -«El tiempo se subleva:/ todo es presente», adelanta en el primer poema de esta sección-. Pero sobre todo se trata aquí de la consideración real del próximo prójimo, como nos enseñaron Mario Benedetti y Jaime Gill de Biedma, del vecino de al lado sobre el que apenas habíamos reparado y al que ahora escuchamos atentamente subir en el ascensor –poema IX- o del que observamos su ropa tendida –poema VII- y sacamos conclusiones, en la particular mirada de Elena Felíu siempre desde la fraternidad de una crisis existencial compartida.

            En cuanto a la segunda parte, «Transición», en diálogo poético con Antonio Lucas y su poema «Casa nueva», el personaje poético se embarca en un juego literario original y líricamente hablando muy productivo: se trata de leer, que es otra forma de crear, de escribir o reescribir, pero esta vez trascendiendo el limbo de las metáforas hermenéuticas para convertirlas en praxis poética que extiende versos, que los llena de otra vida, en otra casa, en otra mudanza, que alcanza hallazgos tan fértiles como el último poema de la serie, el número VII, que se cierra así: «…ir forjando el metal de la costumbre;/ modelar ese vidrio/ caliente de los días,/ soplando poco a poco».

            La memoria es la protagonista de la siguiente sección titulada «Mirar atrás»; una memoria sin trampas, sin sus trampas, una memoria honesta, ajena a mitificaciones y autoengaños. De entre los versos que la definen, probablemente los que cierran el poema III sean los más ajustados: «Íntima arqueología del olvido» o la clarividente advertencia del poema IV: «Resulta necesario/ avanzar con cautela:/ hay trampas en cada galería;/ en cada pasadizo, cepos». En cualquier caso, lo más destacado de esta parte se encuentra en el cruce que propone Elena Felíu entre la memoria y el lenguaje, porque al fin y al cabo la primera no es nada sin el segundo. Este la soporta, la incluye, la contiene; se trata de una relación imprescindible y necesaria acerca de la que se profundiza en los tres últimos poemas de la tercera parte de Anuario.

            Llegamos párrafo tras párrafo a la última sección del libro, llamada «Los asideros». Si en la segunda parte asistíamos a un diálogo explícito con un poema de Antonio Lucas, en esta última sección resuena al fondo implícitamente, salvando, por supuesto, algunos matices, el poema del granadino José Carlos Rosales «Declaración de dependencia», de su libro de 2019 Años larguísimos. Probablemente esto no es más que una intuición lectora demasiado personal, incluso puede que hasta errada, pero en estos tiempos de movimientos centrífugos y ombliguistas en todos los sentidos, resulta reconfortante para cualquier lector de poesía que autores tan cercanos temporal y geográficamente hablando dialoguen, aunque ellos quizá ni lo sospechen, apuntando hacia la tendencia contraria a la dominante, la de los afectos, que será la que nos salve, sin duda.

Es, por otra parte, esta cuarta sección de Anuario la de mayor tensión emocional y la más luminosa del libro, porque aquí nos topamos con las cadenas gozosas y agradecidas que forjan el amor y la amistad. Independientemente de los homenajes, de los agradecimientos, de las dedicatorias –todos los poemas van encabezados por uno o varios nombres-,… se trata de celebrar lo insignificante, lo sencillo, lo cercano, particularmente lo inesperado y gozoso que hay a la vuelta de una cotidianidad supuestamente anodina: una conversación, un libro de Brines, la contemplación de los hijos, una pieza de Mahler,… Desde la comunión afectiva, aquí leemos el asombro y la gratitud, la toma de conciencia amable de la realidad, a pesar del dolor y de la dureza de la primera parte del libro; frente a la oscuridad, el enclaustramiento y el miedo, la luz, la expansión y el amor. No hay mejor manera de cerrar un año poético que empezó con tan mala pinta o, mejor, no hay forma más potente que cultivar los afectos para sobrevivir a un annus horribilis, con o sin pandemia.

            Finalmente, habría que destacar en Anuario, insistiendo en la idea que apuntábamos al principio, su tono, sus maneras líricas, que guardan una coherencia envidiable con lo que se cuenta en este libro. Ese acercamiento de primera mano a la realidad, a la memoria, a la cotidianidad,… que propone Elena Felíu desde el primer poema, sin trucos ni artificios, demanda un verso a su medida, un verso igual de real y cotidiano, un verso sencillo en su factura pero profundo, una suerte de sermo humilis del siglo XXI. Y tras la lectura de este Anuario se puede afirmar que el reto está más que superado y, vuelvo a las apreciaciones más que personales y probablemente erróneas, más que agradecido por esa facción de lectores de poesía cansados de los tenores huecos y del coro de grillos que cantan a la luna, como advertía Antonio Machado allá por el principio del siglo pasado. 

Reseña publicada previamente en la revista Paraíso.

Anuario (La Isla de Siltolá, 2022) | Elena Felíu Arquiola | 68 páginas | 12 euros

admin

Un comentario

  1. Gracias por tu lectura iluminadora de «Anuario», Juan Carlos. Un abrazo

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