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Cartografía del deseo

FLORA JORDÁN | El primer acercamiento que tuve a La Nave Roja, el último poemario de Trinidad Gan, fue la presentación on-line del libro en pleno estado de alarma, que dirigió Juan Carlos Sierra de una forma magistral junto a la poeta granadina. Desde ese momento supe que tenía que conseguir el poemario, puesto que la elegancia, el tema y la musicalidad de los poemas que se leyeron me impactaron profundamente. Fue a finales de agosto cuando pude conseguir mi ejemplar en la librería El agente secreto de Úbeda. Desde entonces, no he podido dejar de leer y releer los poemas que tratan el deseo y la corporeidad desde una perspectiva clásica y al mismo tiempo renovada como explicaré más adelante. Estos poemas están organizados de forma sistemática en cuatro apartados que dan coherencia y sentido al conjunto.

“Fragmento de naufragio” es el título de la primera sección y el punto de arranque del viaje por los mundos del deseo, el amor, la memoria y la soledad que son pilares sobre los que se construye el tono y el discurso poético. El léxico marino recorre todo el poemario: mar, oleaje, agua, huracán, orilla, mapa, desembarcos, tempestad…y cada palabra adquiere una nueva dimensión en el terreno de la sentimentalidad. El gran logro es conseguir el equilibrio y la plenitud estética en el tratamiento del deseo y el amor, pues ambos conceptos están al mismo nivel en el poemario: he aquí lo realmente revolucionario. El amor puro idealizado que vertebra la tradición lírica se enfrenta a la importancia de lo corpóreo. La piel como territorio de conocimiento y diálogo entre el mundo particular más íntimo y el exterior.

La segunda parte del poemario, “Del amor, del deseo (mosaico)”, nos introduce ya de lleno en el complejo y misterioso universo del amor y sus desvelos, y en los vaivenes de la carne. La vinculación del agua y el erotismo tan presente en la tradición clásica, se vuelve aquí fundamental para reformular el sentir femenino. El deseo es poderoso y vale por sí mismo, es autónomo y no necesariamente tiene que ir de la mano del amor mitificado. Conecta la autora de esta manera con las voces poéticas más jóvenes feministas como Berta García Faet en su poema “Deseo” y al mismo tiempo con la tradición norteamericana de novelas como “The Awakening” donde el mar es un símbolo de liberación de la mujer.

Continuamos por este mensaje en la botella que nos lanza Trinidad Gan y abrimos la tercera sección: “Los sueños de la ahogada”. A esta altura ya se aprecia también la soledad, el desconsuelo y las heridas de tanta vida y experiencia acumulada. Cambia el tono a una cierta pesadumbre, quizá arrepentimiento en el sujeto lírico, pero se sigue reivindicando el Carpe Diem pese a las cicatrices.

Acariar un hombro.

Perforar con cuidado

cercanía y abismos

(De “Se sigue oyendo el mar en esta copa”, página 35).

En estos versos de cierre podemos apreciar la fragilidad entre un momento y el siguiente, la variación de diferentes estados emocionales y cómo el verbo “acariciar” se torna duro y casi agresivo en “perforar” en el siguiente verso.

La idea del universo marino conectado con el amor carnal y/o divino está ya presente en El Cantar de los Cantares, San Juan de la Cruz y entronca con la poesía lírica tradicional. El agua es uno de los símbolos básicos en toda mitología y folklore; de hecho, en distintas partes del mundo se han encontrado indicios arqueológicos claros de culto a ríos y fuentes y hay constancia también de la consideración del mar como algo sagrado. Como argumenta Zaida Vila Carneiro, de la Universidade de Santiago de Compostela en su ensayo El agua en la canción de amor catalana, castellana, gallego-portugusa e italiana: “El agua se presenta generalmente como un componente más del locus amoenus, dejando entrever, en la mayoría de los casos, una connotación erótica bastante evidente. (…) En la tradición gallego-portuguesa y en la occitana-catalana es llamativa la presencia de las olas. Las olas parecen simbolizar la desesperación y la desazón producidas por la ausencia del amigo que no acude al encuentro que debería tener lugar en la ermita. El mar es el esperar sin resultado, es la separación. Los barcos también suelen identificarse con la separación, así, cuando estas embarcaciones no aparecen en el horizonte”. Lo que consigue Trinidad Gan con este poemario elegante y rotundo y que la encumbra como una de las voces más notables de la poesía española actual es dialogar con esa tradición extensa, y superarla desde la independencia del sentir femenino. Los símbolos se enriquecen con su palabra y asociación de ideas tan brillantes como: “noche-océano”, “barca-viento”, “corazón-caracola” (página 26).

Finalmente, “Relojes rotos”, es la sección final del poemario que abre con una cita de Javier Egea: “¿Qué luz extraña, dime,/hay en la soledad y en la memoria?”. Una conclusión filosófica y un cuestionamiento del paso del tiempo evidente.

Ahora sólo queda que surquen La nave roja y encuentren la cartografía del deseo.

La nave roja (Fundación Huerta de San Antonio, 2020) | Trinidad Gan |60 páginas | 10 euros

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