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Cegados por la inteligencia

MANUEL MACHUCA | Cita la antropóloga Yayo Herrero al filósofo y sociólogo francés Edgar Morin en el prólogo al excelente libro de Javier Padilla y Pedro Gullón Epidemiocracia, recién y oportunamente editado por Capitán Swing: «la visión fragmentada y parcial de los distintos ámbitos del conocimiento generan una inteligencia ciega que destruye los conjuntos y las totalidades, aislando todos sus objetos de los ambientes». No puede ser una referencia más pertinente al tema que nos ocupa, las pandemias, a la necesidad de ver lo que no queremos ver como sociedad, que los problemas no son hechos aislados a modo de maldición divina, susceptibles de ser tratados de una manera también aislada, tal y como un cirujano pudiera extirpar un tumor o un fontanero desatascar una tubería, sino que hay que entenderlos como una entidad compleja con sus causas y sus consecuencias, unas causas diversas y no unívocas, que habría que prevenir para evitar que aparezcan unos problemas, y unas consecuencias, también poliédricas, que sin duda aparecerán y habrá que tratar, más allá de las competencias del agente que trató de resolverlos.

Leo el libro mientras en Andalucía su gobierno modifica la legislación medioambiental durante la pandemia a escondidas de una opinión pública absolutamente noqueada por la pandemia, para facilitar la construcción en zonas costeras, o ignora el problema del agua en la comunidad, declarando 17 obras hidráulicas de interés autonómico, en una región acostumbrada a las sequías y que dedica el 90% de sus reservas hídricas a las actividades agrarias. Leo el libro mientras el gobierno central hace todo lo posible por que el turismo regrese a España y vuelva a convertirse en uno de industrias con mayor responsabilidad en el cambio climático.

Parece que no nos hemos enterado de nada, que la inteligencia no es solo ciega sino sorda. Tan ciega y tan sorda que resulta un insulto a la inteligencia calificarla como tal. De ahí la oportunidad, que no oportunismo, del libro de Javier Padilla, médico de familia y miembro del Colectivo Silesia, y Pedro Gullón, epidemiólogo social y médico especialista en medicina preventiva, que en el preámbulo de uno de sus capítulos nos advierten que «las epidemias no son fenómenos aleatorios sin historia natural ni causalidad, sino que hunden sus raíces en los sistemas políticos, las estructuras de las sociedades, las prácticas de la economía o el medio ambiente». Es por eso que encontrar una vacuna para la covid-19, comprarle la producción de remdesivir a Gilead antes de que se nos adelante Trump y su corte, ¿o es cohorte?, de negacionistas -suponiendo que este controvertido antiviral, que tan poco aportó a la epidemia de sida, sirva en la de la covid- 19 para algo más que para engordar las cotizaciones del laboratorio- o que la dexametasona, las heparinas o el nuevo tratamiento farmacológico milagroso que esté por venir, no serán otra cosa que un parche que retrase el fatal desenlace a la que nuestra sociedad está abocada si no, y perdonen el símil taurino, agarre el verdadero toro de esta pandemia por los cuernos. Unos cuernos que no son los de la corona (del virus) sino los verdaderos motivos por los que hemos llegado hasta aquí y que pocos, por no decir ninguno de los opinadores de este país cita en sus artículos.

Por cierto, qué cuernos los de esta pandemia, o los de cualquier pandemia. Porque si continuamos creyendo como sociedad que la solución a la actual, o a cualquiera, es estrictamente biomédica, solo estaremos colaborando en acelerar la aparición de la siguiente. No, la respuesta a esta pandemia no es únicamente biomédica. Como dicen los autores, las pandemias son problemas más sociales que médicos, así que es en lo social donde encontraremos la verdadera y única respuesta posible a hechos como los que estamos sufriendo y que, dicho sea de paso, vienen sufriendo colectivos vulnerables por muy diferentes causas desde tiempos muy lejanos.

Los autores, tras el excelente y oportuno prólogo de Yayo Herrero, dividen la obra en cuatro partes: Sustrato, Contagio, Respuesta y Reconstrucción. Como ellos mismos aclaran, Epidemiocracia no es un libro sobre la pandemia por covid-19, sino escrito en medio de una pandemia, mirando a muchas epidemias y pensando en las que vendrán. Un libro oportuno porque nos permite, al que lo desee y no mire para otro lado, reflexionar en el justo momento en el que más necesario es.

En la primera parte del libro, Sustrato, los autores lanzan una mirada a las epidemias desde las estructuras de las sociedades, algo esencial para prepararnos ante las que vendrán. Padilla y Gullón contribuyen a romper con el clásico binomio enfermedades transmisibles/no transmisibles, algo que consideran una burla a toda perspectiva social de la salud, y admiten que «las intervenciones médicas y sanitarias no son más que un paliativo que debe ir acompañado de una reorganización social “radical” basada en la democracia, la educación y el bienestar». Si cualquier enfermedad tiene un fuerte componente social, en el caso de las epidemias, aún más. Y si aceptamos romper con la asimilación del concepto enfermedad transmisible a la mediada por un microorganismo, de lo que deberíamos estar hablando en este momento es que actualmente coexisten en el mundo muchas otras pandemias: diabetes, hipertensión, obesidad, depresión… Incluso una pandemia farmacológica, derivada de la medicalización de la sociedad y de la falta de respuesta adecuada a los medicamentos por parte de las personas que los utilizan.

En Contagio, los autores entierran un mito que nos ha recorrido durante esta última pandemia, ese que defendían algunos sin ganas ni capacidad de análisis, que afirmaban que el coronavirus no atendía a diferencias en clases sociales. Como en tantas otras pandemias, las enfermedades son clasistas y se ceban mucho más con los colectivos más vulnerables, con los que viven en los márgenes de una sociedad hechas para individuos BBVA (burgueses, blancos, varones y adultos), de ahí que no podamos hablar de salud pública sin prestar especial atención a esos márgenes, porque si deseamos apostar por el derecho a la salud de toda una sociedad, tendremos que hacer frente a las desigualdades. lo que choca de manera frontal contra la mercantilización de los cuidados que tanta mortandad ha provocado entre nuestros mayores y que nunca podría tener un sentido social. Frente a la mercantilización, hay que trabajar por la socialización de los cuidados. Cuánto camino les queda por recorrer a ciertas ideologías a las que se les llena la boca con la palabra patria, y sus diferentes nombres propios, antes de llegar a defender con coherencia la única forma decente de patriotismo, la que supone defender y proteger a todos y cada uno de sus compatriotas, que no son únicamente aquellos con los que se tratan.

La tercera parte del libro, Respuesta, se centra en el funcionamiento de los sistemas de salud, que, a decir de Padilla y de Gullón, no pueden olvidar que no son elementos de curación y cuidado, sino de justicia social. Como es ya cuestión transversal a lo largo de la obra, los autores, más allá de realizar una evaluación sobre las capacidades de nuestro sistema sanitario, insisten en las diferentes facetas que debe albergar una respuesta adecuada a la pandemia, entre las que el fortalecimiento de la Atención Primaria, el sostenimiento de los colectivos más vulnerables y la humanización de las urbes, constituyen aspectos claves. Aplanar la curva social, con la equidad como principio, debe ser la respuesta a las epidemias.

La última parte del libro se dedica a la Reconstrucción, puesto que, como afirman los autores, «las epidemias no acaban cuando terminan, sino que entonces comienza una fase tan importante como la respuesta a la etapa inicial». La respiración, lo próximo, el arraigo y el ocio son los cuatro términos que adoptan para diseñar un nuevo futuro, siempre poniendo la vida en el centro.

Padilla y Gullón defienden la creación de un Sistema Nacional Sociosanitario, integrando lo social y lo sanitario. Un derecho a respirar, a respirar aire limpio pero también a no llegar asfixiados a fin de mes; un derecho a vivir en las ciudades de los 15 minutos, como el proyecto de la alcaldía París, en las que algún día se extingan la zonificación entre los centros habitacionales y los laborales minimizando los largos y contaminantes desplazamientos; un derecho al arraigo, para favorecer que nos avecindemos y que desarrollemos una pertenencia activa en nuestro entorno; y un derecho al ocio, que rompa con la estratificación social de ese bien llamado tiempo libre y que tan pocos gozan en nuestras sociedades.

Epidemiocracia es un libro que hay que leer y, sobre todo, que hay que poner en práctica. Desgraciadamente habrá muchos que no querrán hacerlo, porque ni desean ver ni escuchar lo que en realidad está sucediendo, porque en su ceguera lo vean como algo de ilusos, de idealistas retóricos, como si no fuera de una ingenuidad malévola pensar que el mundo podrá continuar siendo lo que era, como si hubiera sido una Arcadia feliz para alguien que no fueran los miembros de la sociedad BBVA. No, aquí no hay nada ilusorio ni idealista. Ilusorio sería, es, continuar como si esta epidemia fuera la primera, y que muerto el perro se acabara la rabia. Y aquí vuelvo al principio, y me ayudo de la cita a Keynes a la que aluden Javier Padilla y Pedro Gullón: «Si es lo inesperado lo que creemos que vendrá, entonces es lo imposible a lo que debemos aspirar para prepararnos frente a ello». Amén.

Epidemiocracia (Capitán Swing, 2020) |Javier Padilla, Pedro Gullón| Prólogo de Yayo Herrero|232 páginas|17,00 euros

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