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Chip y Chop conspiran de nuevo en el bosque tenebroso

maqueta-camisa-estromboliNURIA MUÑOZ | –Entonces, salimos el sábado por la mañana y nos vemos en la casa, ¿no?

-Perfecto, ¡aquí ya estamos deseando!

-Oye, Ander… Jon dice que viene también…

-(…)

-¿Ander?

-(…)

-Tío, no te pongas así, Jon es buen tío. No seas injusto, joder…

-Es que me da mal rollo, y a Itziar le pasa igual. Se supone que vamos allí a disfrutar del campo, a estar con los amigos, y es que a él no le gusta, siempre con sus historias raras… A mí me pone los pelos de punta, tío.

-¿Entonces?

-Voy a hablarlo con ella y te aviso. Pero podéis ir vosotros igual, que no hay compromiso…

-¿No vais a venir, verdad?

-Si es que no le gustan las ardillas, tío, no le gustan… ¿a quién coño le da mal rollo una ardillita?

Al Jon Bilbao escritor, ciertamente, no le gustan las ardillas. Ya lo vimos en ese estupendo volumen de relatos titulado Como una historia de terror (Salto de Página, 2008), y ahora lo confirma en Estrómboli, libro editado con gran grandísimo primor por Impedimenta.

El escritor asturiano con nombre vasco levanta, en los 8 cuentos de su nuevo libro, una prolongación del universo plasmado en títulos como el ya mencionado o Bajo el influjo del cometa (Salto de Página, 2010). Y es que a Bilbao se le ve a kilómetros que lo que le pone de verdad es perturbar, trastornar el orden lógico de las cosas y dejarte intranquilo. Porque, como ocurre en la vida, en la mayoría de ocasiones no nos rigen la amabilidad, la satisfacción o la justicia.

Jon Bilbao construye personajes arrastrados por las consecuencias de sus actos, aunque lo desasosegante es que la mayoría de las veces su actuación no es demasiado consciente ni suficientemente meditada. Pero una vez efectuado el primer movimiento, la inercia hace su trabajo y la rueda sigue girando. Así, en “Crónica distanciada de mi último verano” asistimos a la inmersión de un hombre en la violencia física por culpa de alguien equivocado que huele las bragas que no debe, igual que en “Siempre hay algo peor”, donde lo terrible pudo haber pasado y aún puede llegar a pasar.

Los protagonistas de Estrómboli se hallan, por abrumadora mayoría (5 relatos de los 8), en periodo de transición. Al cambio de rumbo profesional le sigue un cambio de rutinas, de vida, y no necesariamente a mejor. Los hombres de este libro quieren tomarse un respiro, en Norteamérica, en Tarragona o en Nueva Zelanda, pero lo que encuentran son malos augurios. Bilbao los martiriza con el presagio de que algo va a ocurrir y que solo les queda esperar que suceda de una vez. Y los coloca estratégicamente en escenarios poco acogedores, en naturalezas inhóspitas, en lugares cerrados de los que es difícil escapar. Como la alta mar en la que se desvela el plan abortado de “El castigo más deseado”, o el río y la ladera de la garganta de “El peso de tu hijo en oro”, donde la amistad es una posesión en la que no tienen espacio los elementos ajenos.

Y es que los niños no gustan en este libro. No dan pena, uno no dice “ohhhhhhhh” como cuando ve un video de gatitos. Ni siquiera los esfuerzos se agradecen, sino que dan vergüenza y mucha risa, como el del valiente aracnofóbico que en “Avicularia avicularia” participa en un concurso donde debe ingerir su animal favorito.

Bilbao articula historias con secretos, dudas y miedos, y se pregunta si los sacrificios importan realmente, como en el relato que da título al libro: una pareja llega a la isla de Estrómboli a visitar al hermano de él. Y como Rossellini y Bergman durante el rodaje de la famosa película del volcán, no son bien recibidos.

Ya me referí al principio al efecto perturbador que viene cultivando el mozo de Ribadesella (con desiguales resultados, hay que decirlo) desde los comienzos de su trayectoria literaria. Así que si usted gusta de las historias amables y el pensamiento positivo, abandone esta reseña ahora mismo y lea a Care Santos o Paulo Coelho. Eso no tiene precio. Pero para (casi) todo lo demás, Jon Bilbao.

Estrómboli (Impedimenta, 2016), de Jon Bilbao | 272 páginas | 20,95 €

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