JOSÉ LUIS MORANTE | Compila la escritora castellano manchega María Antonia Ricas el tramo de epifanía que conforman Fuera de sí la rosa, Diario secreto de M. H., Alice e Idolatrías. No está en el balance la carta de presentación El gato sobre el árbol (1988), reconocida en su día con el accésit del Premio de Poesía de CLM, ni el segundo paso El libro de Zaynab, que la poeta considera una rareza ajena a la pulsión textual de este balance.
Quien se acerque al quehacer lírico a través del tiempo de María Antonia Rica percibirá de inmediato una conexión referencial que ha propiciado un debate inacabable para los estudios críticos: la relación entre las contingencias del ser biográfico y la coherencia de pensamiento con la identidad escrita, ya que nunca puede obviarse el contexto subjetivo y concreto del poema.
En la salida Fuera de sí la rosa (1990), que obtuvo el Premio de Poesía Rabindranath Tagore, encontramos una reivindicación del erotismo. Como refrenda la cita de entrada de George Bataille: “El ser amado para el amante es la transparencia del mundo”. La rosa cimenta su propia simbología. Es entrega y disposición generosa, despertar de la lumbre interior y fértil espasmo que culmina un itinerario germinal. María Antonia Ricas, con hermosas y acertadas metáforas, crea una atmósfera de celebración sensorial en la que emergen cuerpos dispuestos al goce y al tacto de la carne en distintas secuencias. Resalta también la riqueza temática del poemario; a veces el hilo argumental se busca en una imagen visual, como sucede en “Las amigas”, inspirado en el cuadro del pintor Egon Schiele, máximo representante del expresionismo austriaco; otras en motivos de la mitología griega, como “Leda y el cisne”, o en cuentos tradicionales como “El encantador de serpientes” o propuestas conceptuales como “La piedra filosofal”. La poeta supera lo anecdótico para dotar a las historias de una nueva cadencia que despliega una cálida sinestesia sensorial. Como el placer, el verso y la memoria: “Lo que duró un instante / nunca tuvo medida”.
El discurrir del volumen ubica como segundo paso Diario secreto de M. H., un título que augura cercanía, voz confidencial y el perfil de una presencia oculta, solo entrevista a través de las siglas del nombre. La nota a pie de página de la poeta clarifica que todos los títulos de las composiciones se extraen de la novela Drácula, de Bram Stoker, lo que deja en el aire la sensación de un ambiente nocturnal y oscuro, signado por la niebla y lo sombrío. En la ficción gótica de Stoker, Mina Harker copa el enfoque principal de la historia como protagonista femenina y desempeña una tarea clave en el argumento. Es prototipo de mujer victoriana, abnegada, amorosa y sumisa; pero capaz de encender la luz en el desasosiego. El flujo del pensamiento busca riberas a su discurrir: “Yo soy lo que tus ojos quieren ver: / te miro si me miro / y es cierto el lado oculto de mi vida…”. La voz verbal propicia confidencias en vuelo, versos que se mueven en el aire como alas de una premonición. Lejos de la domesticación de lo gregario, el yo poético aspira a romper normas y buscar el placer entre lo oscuro, en esos espacios que unifican resurrección y gozo, un cuerpo seducido por la fuerza enfermiza del deseo. El amor aniquila y lleva a la transgresión: “Bésame en este día / de muerte apasionada, bésame con el beso que me entrega / la vida eterna, el reino de los nómadas / que buscan / no detener su viaje hasta el deseo. / Celebremos la muerte de los dioses, el final de la luz, / la muerte eterna“.
El libro Alice conecta con otro referente cultural muy conocido: la obra literaria de Lewis Carroll, creador del mundo imaginario y fantástico de la pequeña Alicia. La poeta, desde la voz de yo desdoblado, captura la sensibilidad que cubre las últimas palabras de la infancia. Poco a poco se abandona un espacio auroral que entrelaza ingenuidad, emoción y pureza para asentarse en las zonas erosivas de la realidad. Se diluyen el absurdo y esa estética de magia y onirismo, donde pintorescos personajes empujan a la búsqueda de otra identidad. Culmina un largo viaje hacia la aspereza de la madurez, ese retorno a este lado del espejo: “A este lado no se distingue el agua / ni un prodigio / feliz, creyente, manso, satisfecho. / Simplemente / es que se ven las cosas de otro modo / y vivo con aquella que me observa. “.
Idolatrías, la última entrega recogida, consiguió el XI Premio Antonio Oliver Belmás en 1996. De nuevo María Antonia Ricas emplea la voz directa para el hablante lírico, inmerso en la búsqueda existencial del propio destino. Como el ídolo que habitara en un templo y fuera moldeando su identidad, los pasos en el tiempo confabulan rutas y encuentros, signos del azar que alimentan distancias y pasos perdidos y hacen del tejido amoroso núcleo central de la palabra. El sentimiento es frágil y convoca sujetos disponibles a la celebración y a los recuerdos de los enamorados, antes de que se conviertan en estatuas de sal, en polvo, en nada. Pero el libro tiene también una lectura más transcendente y filosófica, al modo de esos mitos que sugieren la búsqueda del conocimiento para entender lo inexplicable, los ídolos son imágenes de espiritualidad y viaje interior, una puerta de entrada a las creencias que construyen el azaroso camino espiritual del sujeto.
La compilación tiene como epílogo un texto crítico fragmentado de Federico de Arce que incorpora análisis y claves interpretativas de la razón poética, desde el legado cultural de la tradición como puerta de entrada a cada libro y desde el diálogo frecuente con la propia poeta. Se desmenuza la cronología verbal con el pactado recorrer de cada libro, buscando el sentido inmanente del poema y su entrelazado de afinidades y cimientos verbales, para lo cual el crítico se apoya en fragmentos poéticos que refrendan los enunciados interpretativos. La densa lectura general pone en el balance un epitelio culto que conexiona la escritura de María Antonia Ricas con un extenso legado lector.
Tras la lectura del volumen De la rosa al ídolo es evidente la unidad de tono en la diversidad y la existencia de unas constantes como las gradaciones del amor y el erotismo, los estratos culturales de cimentación lírica o la presencia de lo femenino como sujeto presencial en continua mutación para ser. La poesía de María Antonia Ricas extrema la dicción para ampliar significados y crear atmósferas que trascienden lo enunciativo. Culta y perturbadora, la palabra poética adquiere un fuerte espesor simbólico, propone una senda de pasos decantados —el sentido del erotismo desde el lenguaje, la fuerza de la mitología y lo sagrado, la transición de la existencia por tramos vitales de conocimiento y búsqueda o el sometimiento del ser a lo contingente— donde la identidad introspecciona su propia esencia.
Firma invitada: José Luis Morante es poeta.
De la rosa al ídolo (1990-1997) (Ed. Celya, 2023) | María Antonia Ricas | 242 págs. | 15€