ALEJANDRO LUQUE | Han pasado diez años desde que nos dejó Rafael Chirbes, y todavía no nos hemos puesto de acuerdo en si fue mejor escritor que lector, o viceversa. Para mí son cosas que tienen casi el mismo valor, al menos a nivel personal: recuerdo tanto a los autores de las novelas que me han gustado como a aquellos que me las recomendaron. Y si pienso en Chirbes, me puede venir a la mente tanto su Mimoun, sus Mediterráneos o Por cuenta propia como el hecho de que fuera el primero en hablarnos de Laurent Mauvignier.
Hombres se titulaba aquella novela de singular vigencia, ya que el debate sobre la memoria colonial argelina sigue abierto en Francia. Tras ella fueron llegando otras: Lejos de ellos, Lo que yo llamo olvido, Aprender a terminar, En la turba… Cada una diferente de la anterior, como si su autor no quisiera quedar nunca atrapado por ningún asunto en concreto, y al mismo tiempo hermanadas todas en esa mirada humana, curiosa y también dura, que aún confía en el poder de la literatura para mantener el pensamiento en marcha.
Con todo, Mauvignier es de esos pocos autores a los que hay que leer siempre: si no te interesa lo que cuenta, te interesará cómo lo hace. Aunque es muy probable que te enganche por ambos motivos. Atento pues a sus novedades, me lancé a este Alrededor del mundo, curioso título para un año sin viajes como ha sido 2020.
Porque aquí no hay engaño, vamos a dar la vuelta al mundo. Y el pretexto –el autor francés ha sido siempre un gran buscador de pretextos– es esta vez el terremoto de magnitud 9,0 que tuvo lugar en marzo de 2011 frente a la costa de Honshu, en Japón, y que levantó olas de hasta 60 metros que provocaron más de 20.000 muertos y una catástrofe nuclear –¿quién no recuerda a todos aquellos tertulianos y expertos de barra de bar hablando de Fukushima?–, además de un desplazamiento del eje terrestre de 10 centímetros.
Mientras media Humanidad se quedaba embobada viendo los telediarios, Mauvignier se preguntaba qué podría estar haciendo la otra media. Y en algún momento se puso a escribir sobre ello. La fórmula escogida fue la de la novela en relatos, la misma que defendió en su día mi querido Fernando Quiñones, aunque yo tiendo a pensar que bajo tal etiqueta no suele haber sino relatos atados por un hilo muy delgado y a menudo prescindible: así es el del famoso terremoto, que en muchas historias no es más que una anécdota de pasada, pero que da homogeneidad a un contenido tan dispar.
Un mexicano que conoce a una japonesa tatuada, un suizo que salva la vida de un hombre en un crucero por el Mar del Norte, una relación homosexual en Moscú, una escapada romántica a Toma, un turco que nada con delfines en las Bahamas, una pareja que se encuentra con los piratas del mar de Adén, dos mujeres de visita a Jerusalén, unos hombres confiando sus sueños a un casino de Eslovenia… Gente en busca del sentido de la vida y también de la muerte, que persigue la suerte o camina hacia un destino fatal, pero que sobre todo se mueve. Porque en el año 2011, una década antes del gran parón, desplazarse por el globo y entenderse con gente de diferente origen, raza, lengua y credo eran cosas de lo más sencillas, casi cotidianas para muchos.
Alrededor del mundo parte de esta normalidad globalizada en busca de lo específico, de lo extraordinario que hay en cada persona, en cada vida. Un acontecimiento histórico, el cuarto mayor terremoto desde que hay registros, es solo un rumor de fondo bajo el ruido de la vida, que sigue e impone su ritmo allí donde hay alguien respirando, enamorándose, asombrándose o imaginando una vida mejor. Y las noticias corren más rápidamente que nunca, nos golpean, pero también pasan a mayor velocidad, porque en seguida llegan otras noticias empujando, exigiendo su cuota de atención…
¿Es esto lo que quiere contarnos Mauvignier? ¿Quiere contarnos algo concreto, más allá del fogonazo de esas vidas minúsculas? No es el francés de los que suelen mostrar sus intenciones de forma muy evidente, pero parece claro también que se nos invita a pensar en el viaje: en cómo se ha cambiado ese concepto desde el Romanticismo a nuestros días, en su significado profundo. La cita inicial de Nicolas Bouvier da una pista: “Crees que vas a hacer un viaje, pero pronto es el viaje quien te hace o te deshace a ti”. ¿Cómo nos hace o deshace el viaje una vez que las diferencias ‘culturales’ se han achicado como nunca? ¿Qué sentido tiene el desplazamiento en el espacio en un mundo en que los documentales de National Geographic ya lo han contado todo? Y mientras autor y lector barajan posibles respuestas, Laurent Mauvignier ha ido construyendo un edificio narrativo imponente. Imponente y, como es lógico, desigual, con piezas más potentes y otras algo más livianas, y a las que cabría quizá reprochar cierta tendencia al eurocentrismo o, mejor dicho, el occidentalismo de la mayoría de los protagonistas, imagino que por ser más fácil escribir sobre códigos familiares para el propio autor. No obstante, todas quedan homogeneizadas por la originalidad y eficacia de la estructura, esas capas que se superponen como el oleaje –representación gráfica del tsunami– dejando en suspenso los correspondientes desenlaces. Y como el mismo mar, la lectura de Mauvignier sosiega o inquieta, pero atrae siempre.
Reseña publicada en la revista M’Sur.
Alrededor del mundo (Nocturna Ediciones, 2020) | Laurent Mauvignier | 368 páginas | 18 euros | Traducción de Juana Salabert.