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Con esta sí que no vas a ganar el Booker, querido Edward

9788439730842FRAN G. MATUTE | Ya en las novelas protagonizadas por Patrick Melrose se mencionaba (no recuerdo bien si en la solapa, la faja o la contraportada, o en las tres) a Oscar Wilde, P. G. Wodehouse y Evelyn Waugh como referentes literarios de la obra de Edward St. Aubyn. Cualquiera que haya leído, por ejemplo, la estremecedora trilogía de El padre podrá rápidamente advertir que la asociación con los nombres citados a duras penas se sostiene más allá de lo obvio: que todos son escritores británicos que han retratado, no con pocas dosis de acidez, a las clases sociales más privilegiadas. Pero siendo honestos, lo que vomitó St. Aubyn en aquella saga familiar iba muchísimo más allá del dibujo jocoso de un estamento: trato de hecho de imaginar al lector empedernido de Wodehouse buscando entre las páginas de St. Aubyn al equivalente de la cerdita Emperatriz de los Blandings a tiempo para encontrarse cómo violan a un niño de cinco años… y en fin.

En Sin palabras (2014), en cambio, sí que creo que St. Aubyn se adhiere voluntariamente a la línea estético-humorística de las tres uves dobles; pero claro, aquí las comparaciones se vuelven de repente odiosas, porque esta novela es a todas luces un texto menor no ya en comparación con las obras de sus maestros sino con la anterior del propio St. Aubyn.

Es evidente que Sin palabras no quiere ser otra cosa que una sátira del mundillo literario (del que se mueve en las más altas esferas, no de ese miserable que se sucede entre presentaciones de libros y talleres de lectura), y por ello St. Aubyn se apoya en ciertos arquetipos: el millonario excéntrico con ínfulas literarias, una autora de éxito que escribe sus novelas gracias a un programa informático, la guapa novelista que para triunfar va acostándose con todos sus editores, y el novelista principiante y nihilista que está locamente enamorado de la anterior… Son todos clichés, no ya del mundo del espectáculo (me resisto a llamarlo “mundo del arte”) sino de la sociedad, por lo que la supuesta crítica acaba siendo excesivamente burda.

En el fondo, Sin palabras no deja de ser un sainete. St. Aubyn hace girar a todos sus personajes alrededor de la concesión de uno de los premios literarios más prestigiosos del momento: el Elysian (claro trasunto de su anhelado Booker: hay quien afirma que esta novela no es más que un ajuste de cuentas con el premio, del que quedó finalista en 2006 con Leche materna); algunos forman parte del jurado y otros son los autores de las obras que están siendo enjuiciadas. De entre las finalistas se encuentra un recetario de cocina casera realizado por una adinerada anciana, que ha sido enviado al premio por error, y que provoca los mayores quebraderos de cabeza del jurado: ¿es una obra maestra, rompedora y postmoderna? ¿Hay tras las recetas una historia familiar soterrada que se cuenta de forma fragmentada? ¿O es directamente un recetario sin más que se les ha colado? Esta parte quizás sea la más divertida del conjunto, la única que ofrece verdaderos momentos de lucidez.

Por desgracia, la corta duración de la novela termina lastrando la trama, pues el metraje no da para desarrollar tanto personaje, que acaba caricaturizado en sus manías y extravagancias. Y tampoco es que el humor que gasta aquí St. Aubyn te desencaje la mandíbula: las cosas como son, no se puede pretender ir de fino cuando el trazo con el que has construido a tus personajes es bien grueso. También hubiera querido uno que St. Aubyn desplegara en estas páginas esa maestría que tiene para narrar escenas colectivas, repletas de personajes, pero a pesar del zoológico de caracteres que crea, el lector no tendrá apenas la oportunidad de verlos interactuar.

Con todo, más que un texto fallido (el calificativo de moda), Sin palabras sabe a decepción, a novela sin brillo que está a años luz del talento que se le conoce (y se le espera) a su autor. Con esta sí que no vas a ganar el Booker, querido Edward.

Sin palabras (Literatura Random House, 2016), de Edward St. Aubyn | 175 páginas | 18,90 € | Traducción de Cruz Rodríguez Juiz

PD: Estoy pensando iniciar en change.org una petición para que Random House se gaste un poquito más de tinta (negra, a poder ser) a la hora de imprimir sus libros. ¿Cómo lo veis? ¿Me apoyáis?

admin

7 comentarios

  1. O sea, que es una mala obra porque no va a ganar un premio. Su reseña merece incluirse en el libro, porque es una parodia de crítica literaria. Fallida eso sí. He leído la novela y tiene momentos geniales. Es de lo mejor que publicado Ed (para seguir con la familiaridades del reseñista). Me reí incluso, más de una vez. Pero claro, si el crimen es que el autor no es Wilde o Waugh, lo declaramos culpable.
    En cuanto a la extensión, que pruebe el crítico a escribir algo gracioso durante más líneas que una reseña de Internet. Ni Cervantes, tú.
    PD.
    No soy ni el editor ni el tal Edward.

  2. La verdad es que me extraña que se ría usted con nada, con ese talante que gasta. De todas formas, sí que le voy a tener que dar la razón en que la reseña es fallida: veo que no ha entendido nada de ella.
    Saludos.

  3. La verdad es que me extraña que se ría usted con nada, con ese talante que gasta. De todas formas, sí que le voy a tener que dar la razón en que la novela es fallida: veo que no ha entendido nada de ella.
    Saludos, Fran.
    PD:
    No hagan de la crítica y, sobre todo, a los comentarios, y den una oportunidad a la novela. Lo merece.

  4. Pues a mí, señor Matute, me parece una reseña espléndida, inteligente y muy adecuada a lo que pretende: enfocar un lbro desde la perspectiva del autor, el contenido y su contexto en la obra del escritor. Yo la he entendido perfectamente y me parece muy válida.
    Atacar al crítico porque a ti te ha gustado algo que a él le parece menor es un camino equivocado. La subjetividad del que crítica al crítico con argumentos tan débiles no permite tomarse en serio el comentario, Mucho menos por su carácter agrio, como si lo alimentara un rencor, que de hecho lo alimenta.
    ¡Adelante, Fran Matute, con sus reseñas!
    Todo buen cocido tiene su garbanzo negro.

  5. Efectivamente, el señor Carlos Padre no ha entendido nada su reseña.
    ¡Qué le vamos a hacer!

  6. Muchas gracias por los ánimos y por la defensa, Ignacio.
    De todas formas, quiero pensar que el señor Carlos Padre se estaba haciendo el tonto deliberadamente: si no, no se explica que concluya que estoy insinuando que el libro es malo «porque no le han dado un premio» o porque su autor «no esté a la altura de Wilde o Waugh».
    Saludos.

  7. Desde que dejé mi comentario a pie de reseña, me han caído varias alusiones personales, lo que es curioso, porque yo no le hice ninguna al autor. Parece ser que soy un agrio, que se alimenta de rencor hacia un pobre crítico que hizo un juicio del todo equilibrado y justo de un libro menor de un autor respetable. En fin, alguien que no se sabe si es tonto o se lo hace. Tengo que aclarar que no lo sabía, así que les doy las gracias por abrirme los ojos. Yo pensaba que era un inocentón, de esos que se dejan llevar por la pasión para defender algo que aman. Por lo visto Fran puede tratar con suficiencia a Edward, pero yo no puedo seguir esa línea. El título de la reseña sugiere que la novela no tiene la calidad suficiente para ganar el Booker. Las comparaciones con Wilde o Waugh las sacó el autor, no yo.
    Visto lo cual, no pienso pasarme por aquí nunca más. Frecuentaba esta web por las reseñas de Sara Mesa, sobre todo. Pero, en este mundo de masas, esto poco importará. Sigan en su burbuja digital, y perdonen por las molestias.

    Saludos.

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