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Con la iglesia (evangélica) hemos topado

LUIS ANTONIO SIERRA | Hace ya más de dos décadas – lo he mencionado en alguna otra reseña – la falta de trabajo en España me llevó a emigrar a los Estados Unidos. Allí di clase en el Jacksonville High School, el instituto de esta pequeña localidad del este de Tejas localizada dentro de lo que se conoce como el “cinturón de la Biblia”, una zona extremadamente puritana y supremacista donde las iglesias evangélicas, es decir, la bautista (o baptista) o la pentecostal, pero también la católica, campaban – y campan – a sus anchas. A pesar de que, en cierto modo, iba avisado por lecturas y testimonios de conocidos que habían pasado un tiempo entre los estadounidenses, la realidad superó a todo lo leído y escuchado y, literalmente, flipé con lo que me encontré allí, con los niveles de integrismo cristiano que se daban por esos lares. Alguien puede pensar que exagero con el uso de la palabra “integrismo”, poniéndolos, por ejemplo, a la misma altura que esos radicales islamistas con quienes se suele asociar este sustantivo. Siento decir que no es una hipérbole de mi cosecha. Tristemente es la realidad de gran parte del, llamado por algunos, país de la libertad al que estos pretenden que nos asimilemos. Conmigo que no cuenten.

Para que estas realidades no pasen de largo, es muy importante que editoriales como Capitán Swing se esfuercen en ponerlas en el debate público – llegue este donde llegue. Es necesario, por salud democrática, que se conozca mucho mejor ese integrismo cristiano practicado por las distintas iglesias evangélicas, integrismo que, década tras década, se ha ido extendiendo como el aceite no solo por la geografía estadounidense sino también más allá de sus fronteras (Brasil, Méjico y Centroamérica, fundamentalmente). Gracias a esta editorial podemos leer en español a Kristin Kobes Du Mez y su fascinante ensayo Jesús y John Wayne, y cuyo subtítulo, cómo los evangélicos blancos corrompieron una fe y fracturaron una nación, resume a la perfección lo que encontramos en las casi cuatrocientas páginas que magistralmente ha traducido Gemma Deza Guil. Du Mez, doctora en Historia Americana y especialista en género, cristianismo y política, disecciona y analiza con precisión quirúrgica el ascenso de las iglesias evangélicas en Estados Unidos desde la Guerra Fría hasta nuestros días, y la influencia que estas han ejercido sobre el inconsciente ideológico del país y, consecuentemente también, sobre las decisiones políticas que se han ido tomando tanto desde Washington DC como desde los distintos capitolios de los cincuenta estados de la unión. De hecho, la caída de Jimmy Carter o el ascenso de los Bush (padre e hijo) al Despacho Oval no se entienden sin los evangelistas blancos. Como tampoco se entiende la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos a pesar de no ser, precisamente, un ejemplo de virtud cristiana. Lo que convenció a los evangelistas para apoyar a Trump no fue su devoción, sino su ideología supremacista blanca o su identificación con postulados patriarcales con los que coincidían los evangelistas. Igualmente, era inviable para estos hijos de Dios que una mujer como Hillary Clinton, una feminista declarada – aunque tibia –, venciera a un macho alfa como Trump y dirigiera los destinos de la nación más poderosa del mundo. Ya habían tenido que aguantar ocho años a un presidente negro y eso era más que suficiente.

Asimismo, los evangelistas han torpedeado todas aquellas medidas gubernamentales y/o derechos fundamentales que van, según ellos, en contra de Dios y de sus enseñanzas bíblicas. Prueba de ello fue, por ejemplo, la virulenta campaña contra el plan del presidente Obama para hacer llegar la cobertura sanitaria a todo ciudadano estadounidense independientemente de sus recursos económicos, más conocido como Obamacare, o las igualmente feroces campañas contra el aborto o el matrimonio homosexual. Hay quien piensa que la única diferencia entre el fascismo y los evangelistas es que estos, de momento, respetan el juego democrático, aunque solo hay que darles tiempo y a las pruebas me remito: asalto al Capitolio de los Estados Unidos el 6 de enero de 2022.

Finalmente, la autora deja para la parte que cierra el libro una circunstancia que no es menor y que, curiosamente, comparte con otras confesiones religiosas a lo largo y ancho de este planeta. Me refiero a los abusos de poder ejercidos por estos hombres ungidos por el dedo divino – ya se llame Dios, Jehová, Alá, … – y más concretamente aquellos de naturaleza sexual. Grandes popes de la iglesia evangélica se han revelado como ejemplos a no seguir en lo relativo a sus costumbres sexuales ya que se han visto envueltos en abusos a menores, deslealtades matrimoniales y demás escándalos. Aquí también se ha dado una característica que comparten con otras religiones, esto es, el encubrimiento o la culpabilización de la víctima que ha sido presentada por ellos como agentes provocadores, de seducción y tentación. Todo muy asqueroso, la verdad.

A cualquier persona decente que le caiga Jesús y John Wayne entre las manos, este le va a provocar un sano desprecio hacia personajes que, como decía Antonio Machado, van apestando la tierra. Cada vez los tenemos más cerca de casa. ¡Precaución!

Jesús y John Wayne. (Capitán Swing, 2022) | Kristin Kobes Du Mez |Traducción de Gemma Deza Guil | 416 páginas | 26 euros.

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