EDUARDO CRUZ ACILLONA | La literatura es una de las maneras más elegantes de contar la vida. La nuestra y la de quienes nos rodean, la de quienes nos precedieron en el tiempo y, tirando de imaginación, la de quienes heredarán todos nuestros aciertos y nuestros errores. A veces, contando la vida de los demás, contamos la nuestra propia. Y viceversa.
En Aquellos muchachos, Alberto de la Rocha consigue los dos objetivos: el narrador cuenta la vida del protagonista, pero, a la vez, se va retratando a sí mismo, convirtiéndose en un protagonista paralelo en un juego literario en que ambos, narrador y personaje, se retroalimentan, crecen, evolucionan y aunque el objetivo inicial de uno es contar la vida del otro, la evidencia se abre paso y es el narrador quien cuenta su propia vida a partir de la del otro.
Este tipo de estructura narrativa suele tener sus peligros y sus dificultades: las voces de uno y otro son tan similares que no hay manera de apreciar diferenciación alguna, o se solapan y el narrador se convierte en protagonista eclipsando la acción principal, etc.
En el caso que nos ocupa, el autor maneja con absoluta destreza el equilibrio entre el narrador y el protagonista. Y, si bien al principio, parece claro que el primero será un simple y mudo testigo de la biografía del otro, es la propia narración la que, de manera natural, no impostada, va descubriéndonos la verdadera historia que el autor quiere contarnos, la de un narrador que se va haciendo a sí mismo, que va creciendo, madurando, a partir de la evolución del protagonista.
Se trata, en suma, de un más que hábil ejercicio de escritura de dos biografías paralelas, interconectadas y, a partir de cierto momento, indisolubles, y que se enriquecen mutuamente. Ambas se compenetran, se funden y la historia narrada, vista con perspectiva, gana en intensidad y emoción con esta suerte de juego de vasos comunicantes.
La vida del protagonista está llegando a su fin, y en su marcado y acelerado declive mucho tienen que ver esos muchachos que presiden el título de la novela y que apenas ocupan un segundo o tercer plano en la narración, pero son elevados a la responsabilidad de presidir el título por la trascendencia y deriva de sus acciones. Por su parte, el narrador, que comienza su relación con el protagonista como mero chófer de éste, se convierte en pieza fundamental de su biografía y viene a convertirse en su más que entregado abogado defensor iniciándose en la escritura de una suerte de biografía del protagonista sin mayor afán que el de ejercitarse escribiendo y sin pensar en la trascendencia final de su obra en construcción.
Dotada de un lenguaje sencillo, ágil y preciso, la novela va creciendo en matices y en intensidad a medida que se van sucediendo las páginas y los avatares del personaje principal, rodeado o acompañado por unos secundarios llenos de fuerza y perfectamente perfilados.
Aquellos muchachos es la séptima novela de Alberto de la Rocha y viene a corroborar su altura como escritor consolidado en una trayectoria tan intensa como jalonada de premios y reconocimientos. Galaxia Gutenberg, al incorporar a de la Rocha a su catálogo (ya lo hizo con su novela anterior, de 2021, Los años radicales, ganadora del XIV Premio Málaga de Novela) refuerza su imagen de editorial comprometida con la calidad literaria y fiable referencia para el lector más exigente, algo que, en estos tiempos de fuegos (y juegos) de artificio es muy de agradecer.
Aquellos muchachos (Galaxia Gutenberg, 2023) | Alberto de la Rocha | 248 págs. | 20€