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Crónica de un viaje a ninguna parte

FAUSTINO DÍAZ NISO | Hay tres recorridos por tierras de España, principalmente por lugares áridos, solitarios, monótonos que resultan disparatados, demenciales, carentes de toda lógica, como salidos de una mente alucinada y enferma, sin contacto alguno con la realidad.

     Siguiendo un orden cronológico, el primero es el intento, por parte de Juana I de Castilla, de llevar los restos mortales de su esposo Felipe a Granada. El viaje habría de hacerse en invierno, de noche, por los páramos de Burgos, Palencia, Valladolid.  Debían evitarse lugares muy poblados. En una de las poblaciones donde descansan surge un brote de peste. La reina se niega, en su celosa locura, a hospedarse en un convento por estar ocupado en su totalidad por mujeres… La contemplación del cuadro Juana la Loca, de Francisco Pradilla, permite hacernos una idea del sinsentido de aquel  peregrinaje.

     El segundo se le ocurrió a un cincuentón loco que, acompañado por un paisano suyo, recorre las tierras llanas, desiertas de La Mancha, donde pretende encontrar aventuras, situaciones, personajes, (rescate de princesas, batallas de ejércitos numerosos, gigantes, hechiceros, pastores perdidamente enamorados…) que en absoluto encajan en la vida cotidiana y aburrida de aquellos lugares.

     El último periplo al que me refiero es el que tuvo lugar en otoño de 1939, cuando se decide el traslado de los restos de José Antonio Primo de Rivera desde Alicante a El Escorial. Durante once días con sus noches, a pie, sin descanso apenas, relevándose los portadores del féretro cada diez kilómetros, el cuerpo del fundador de la Falange atravesó media España, donde todavía eran visibles las huellas recientes de la guerra, en un alarde propagandístico del régimen franquista. 

     A pesar de que los tres desplazamientos nos resultan extravagantes y absurdos, lo sorprendente es que solo el segundo es ficticio. Los otros dos son absolutamente reales.

     El tercero de estos episodios es el que recoge Paco Cerdà (Genovés, 1985) en su libro Presentes (Alfaguara, 2024). De una manera parecida a como hiciera en su obra anterior, 14 de abril (Libros del Asteroide, 2022), el autor valenciano hace una crónica minuciosa, día a día, recreándose en el tiempo, también en el espacio, de lo que fue aquel acontecimiento de la primera posguerra.

     El libro está estructurado en dos planos absolutamente contrapuestos. De una parte, el relato detallado de un desfile fantasmagórico (es notable como recrea Cerdà la presencia de las hogueras en medio de la noche, el silencio del cortejo, la pompa y ceremonia del acontecimiento); de otra, el reverso trágico de individuos desconocidos, (hay excepciones, Miguel Hernández, Miguel de Molina), aunque con nombre y apellidos absolutamente reales, que conviven con el miedo, la indignación, la soledad, las duras condiciones de vida, a lo largo de esos días en los que los vencedores se recrean en su triunfo. En unos casos, es la angustia del que sabe que va a ser fusilado, otras veces, la miseria de una existencia en los campos de concentración donde fueron encerrados los vencidos al llegar a Francia, el aislamiento en vida de los llamados topos o la continua zozobra del que teme ser delatado a las nuevas autoridades. La guerra no había terminado, nos dice una y otra vez Paco Cerdà, a pesar de lo que pregonaba la propaganda franquista.  

     En perfecta consonancia con los dos planos a los que nos hemos referido antes, hay una clara voluntad en la obra por distinguir, también en la forma de contar, las dos realidades enfrentadas. El lenguaje se hace grave, solemne, (se añaden muestras de crónicas de la época, con su estilo altisonante y ampuloso) cuando se nos habla del recorrido  por los pueblos a los que va llegando la comitiva, rodeada de jerarcas falangistas, obispos y sacerdotes, encargados estos últimos de sacralizar la figura del difunto. Por el contrario, cuando el que habla es el preso, el explotado en un campo de trabajo, el que sufre la paliza de unos señoritos que se saben impunes, el que espera su ejecución en un plazo  breve, Paco Cerdà logra estremecernos, sacudir nuestra sensibilidad, y que entendamos el drama de todas las víctimas, las de uno y otro lado, (que también las recoge el autor entre los que lucharon en el bando rebelde).

     No pretende este libro ser un estudio histórico de los primeros años del franquismo, de la represión desatada, ni analizar las consecuencias políticas de la reorganización de la Falange, etc. Si bien todo esto se recoge, al autor de Presente prefiere poner cara, nombre, angustia, amor, ternura, desolación, dignidad a los que vivieron y contemplaron no el resurgir de la primavera del Cara al sol falangista, sino, en palabras de Kurtz, el enigmático personaje de Conrad, “¡Ah, el horror! ¡El horror!”, en aquel terrible otoño de 1939.

Presentes (Alfaguara, 2024) | Paco Cerdà | 328 páginas | 20.90 euros

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