SARA MESA | Sabe bien mi librera habitual que compré este libro tan solo unos días antes de que Svetlana Alexievich se convirtiera en la última ganadora del Nobel de Literatura. Es un hecho anecdótico: la lectura no sería diferente de haberlo comprado a raíz del premio. De hecho, me hace gracia que mucha gente se eche las manos a la cabeza porque «otra vez» se lo han dado a «alguien raro» -en especial si se trata de mujeres de literaturas periféricas: entonces siempre oiremos hablar de cuotas-, cuando lo normal sería avergonzarnos un poquito por no conocer a los premiados o, al menos, sentir algo de curiosidad por ellos. No tengo problema en reconocer que gracias al Nobel empecé a leer a autoras tan interesantes como Elfriede Jelinek o Herta Müller, así que nada tendría de raro haber buscado por el mismo motivo este Voces de Chernóbil -el único libro editado hasta ese momento en España de la premiada-. Sin embargo, lo que me atraía entonces no era su autora -de la que no sabía nada-, sino el tema -la catástrofe de Chernóbil- y, sobre todo, su peculiar acercamiento al tema.
Mucho se ha escrito sobre lo sucedido el 26 de abril de 1986 en Chernóbil, en la frontera entre Ucrania y Bielorrusia, cuya central nuclear fue símbolo indudable del poder soviético y del desarrollo científico; una auténtica Torre de Babel cuyo tercer reactor echó a arder liberando tales niveles de toxicidad que a día de hoy buena parte de las tierras en kilómetros alrededor siguen contaminadas y las víctimas, directas o indirectas, se cuentan por decenas de miles. Mucho se ha escrito y filmado sobre esto y, sin embargo, siguen siendo muchas las cuestiones que permanecen ocultas y que son objeto de gran controversia política porque fueron premeditadamente silenciadas por el poder, más preocupado por su imagen internacional que por la salud de su pueblo.
El mérito de Alexievich radica en reunir cerca de un centenar de testimonios de personas que estuvieron allí y que, de un día para otro, se vieron enfrentadas al horror y a la anormalidad. Por estas páginas desfila el relato de liquidadores -voluntarios que se encargaron de «limpiar» la zona- y de sus viudas, de ancianos y niños, de los que fueron evacuados y de los que desoyendo todas las advertencias decidieron quedarse cultivando la tierra envenenada, de trabajadores de la central y de campesinos, de madres que vieron morir a sus hijos y niños que nacieron sin conocer nunca qué es estar sano. Vidas truncadas en las que, más que la indignación o el dolor, predominan la estupefacción y el desconcierto. Agrupados en series de «monólogos» y «coros» -al modo de una monumental tragedia griega-, los testimonios se leen sin aliento, con sobrecogimiento. Es prácticamente imposible no emocionarse con estos durísimos relatos; a la vez, es innegable la belleza que desprenden algunas de las reflexiones de sus protagonistas sobre la fragilidad de la vida, la anulación del tiempo y del espacio, la destrucción de la naturaleza -es sorprendente la importancia que dan a sus huertos, sus ganados, sus mascotas-, la generosidad y el egoísmo humano. No sé si Alexievich merecía o no el Nobel más que otros candidatos -su obra no encaja, desde luego, con mi concepto de literatura-, pero de lo que no me cabe duda es de que este libro era necesario y de que su autora ha sabido manejar con sensibilidad y talento el material recopilado. [Publicado en Buensalvaje España]
Voces de Chernóbil. Crónica del futuro (Debols!llo, 2015), de Svetlana Alexievich | 406 páginas | 11,95 € | Traducción de Ricardo San Vicente
Me lo estoy leyendo desde hace meses, porque me resulta muy duro un relato tras otro, sin tregua.Todos estremecedores, en dolor físico y mental. Estoy de acuerdo contigo en el valor que le dan a sus huertos, a sus mascotas… a su vida cotidiana, que nunca puedes imaginar, te sorprende, hasta qué punto cambia por un desastre así. Es una forma periodística de narrar, pero con mucha emoción. Libro necesario para concienciar de los peligros de la energía nuclear. Me lo iré terminando en pequeñas dosis.
Sí, Reyes, es durísimo, pero yo creo que leerlo seguido (yo lo hice así) potencia su valor literario, es como un coro agobiante, la acumulación de la tragedia.
Son los peligros de la energía nuclear, pero sobre todo de la perversión de las mentiras. La catástrofe fue aún peor por la pésima gestión del régimen soviético, que no quiso admitir sus culpas e impuso el silencio para no dañar su propia imagen, a costa incluso de los ciudadanos.
Gracias por comentar.
Me encanta lo de que las voces de Chernobil son un coro de tragedia griega, tiene mucho sentido. Y estoy de acuerdo contigo que peor que el riesgo nuclear es la interesada gestión política.