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¡Cuánto cuesta matarla!

Sin títuloRAFAEL ROBLAS CARIDE | Perdonen la crudeza de la comparación, pero cada vez creo más firmemente que tanto a la Poesía como a los poetas les ocurre como a los gatos: nos empeñamos en matarlos proclamando apocalípticamente su final y recurrentemente los hechos se encargan después de desmentirnos con estrépito.

No hace mucho lo comprobé en mis propias carnes durante un acto al que asistí. “¡La Poesía está muerta!”, vociferaba un crítico por aquí. “¡Ya no tenemos poetas de verdad!”, elevaba aún más el tono otro por allá. “¡El género lírico se va al garete!”, sentenciaba el más preclaro -y pesimista- zanjando la cuestión. Y cómo no, “acongojados” perdidos, todos los presentes coincidíamos en rubricar el acta de defunción de la “enferma terminal” y en dejar a la desdichada abandonada a su suerte, olvidando así toda esperanza futura. “Dante dixit.

Sin embargo, no falla. Apenas transcurrida una semana desde aquella “dantesca conclusión”, llega ante mis ojos nuevamente el milagro de la resurrección. Y esta vez no se debe a una rediviva aparición de aquel Lázaro bíblico, sino a la adquisición de un minúsculo libreto de apenas sesenta hojas que bajo el título de Gusanos de seda ha editado el poeta José María Jurado García-Posada y que, anticipo, merece muy mucho la pena pese a su brevedad.

De José María Jurado poco he leído y mucho desconozco, como así me ocurre también con una gran parte de esos nuevos valores líricos que están emergiendo en la actualidad. Sin embargo, su penúltima entrega –Una copa de Haendel (2015)- llamó poderosamente mi atención tanto por la profundidad casi filosófica de su estilo como por la originalidad de su densa imaginería metafórica. Bastó una simple ojeada al inconfundible volumen de la editorial Siltolá para darme cuenta de que estaba ante un autor diferente y de gran calidad. “Aquí hay madera”, pensé, deslumbrado por su palabra hábilmente trabajada y, pese al lastre que para mí supone el exceso de referencias interculturales y que identifico con la corriente culturalista de los 70, me propuse seguirle la pista.

Dicho y hecho. Ahora que llega a mis manos el nuevo Gusanos de seda veo que la intuición no me engañaba. En él, Jurado prosigue con la senda trazada de antemano y no abandona su peculiar estilo, pulcro y  cuidado. Se nota que continua eligiendo cada palabra al milímetro y que en su obra pervive ese afán cosmopolita y culturalista que le caracteriza. Sin embargo, las aristas se van matizando poco a poco y, en su maduración, el poeta sorprende por la calidez de los temas escogidos y por el sesgo con que los aborda: el paso del tiempo, la venida y acción de la muerte, la familia. Digamos que el alma ha llegando a la poesía de Jurado en este Gusanos de seda, dotándola así de respiración y derrumbando ese hálito frío -tan de obra de arte de museo- que, a mi juicio, condicionaba las composiciones de las anteriores entregas.

En Gusanos de seda ya no sólo encontramos bellísimos pasajes o versos antológicos por el complejo equilibrio logrado entre sintaxis y ritmo. Aquí un ejemplo en endecasílabos al remate de un soneto blanco en el que el poeta dibuja un bodegón castizo que trasciende en símbolo: “[…] Sobre un mantel de Brujas una copa vertida / derramaba la sangre de los Reales Sitios / y una lenta tormenta trazaba su grisalla. // Ahora cae la lluvia sobre las porcelanas, / sobre el faisán de plata y los cubiertos de oro, / pero nunca termina el festín de la muerte.” (En “Folías de España”); o, incluso, en verso aparentemente libre -casi versículos- que sustentan este otro poema donde se recrea la Madrugada del Viernes Santo sevillano: “La luna llena es una amapola blanca donde se queman los ojos de las falenas. // Astas del sol, miel del naranjo, a través de un campo de adormideras transita hacia la noche la ciudad narcótica. // No es la luz quien la anega, el cielo ha mudado sus escamas violetas y la gran serpiente fluye por las calles viscosas. […]”. (En “Denso, suave el aire”).

Antes bien, también se topa uno de improviso con poemas tan redondos como “Águilas, 14”, “Pavana para una Infanta difunta”, “Air Requiem”, “Spiegel im Spiegel” o ese emotivo “Entre dos fotografías” con que culmina el poemario. Curiosamente los cinco aquí enunciados coinciden en su tema: el paso del tiempo, el fluir de la historia, la presencia de la muerte. Y quizás, las anécdotas que dan pie a las composiciones referidas sean sólo eso, anécdotas sin más; sin embargo, José María Jurado ya va consiguiendo trasladar el arte eminentemente poético al terreno de lo personal, haciendo palpitar sus versos de una emoción en la que sí se percibe ahora autenticidad. Profundidad y no sólo bella pose. Por eso, también digo yo, quizás conecten estos poemas con mayor eficacia sobre el ánimo lector. De manera más sincera y directa. Menos literarios y más vividos. Más humanamente perfeccionados.

Por último, aún hay algo más que yo sumo en el haber de Jurado para resaltar el balance positivo de estos Gusanos de seda: un agradecido toque de sarcasmo que personalmente me parece un acierto y que dota de una gran singularidad a su estilo. Un buen ejemplo es el autorretrato a “lo Mastroiani” en el poema “Dolce vita” o el ocurrente giro final con que remata la primera composición del libro, precisamente esa que le presta el título:

«Era una caja de cartón, / ahora es el Valle de los Reyes.

Un silencio solemne ha desplazado / el chasquido tenaz de las mandíbulas.

Como el tiempo tritura los relojes / devoraron las hojas de morera / que unas manos traían cada tarde.

Ahora yacen inertes en la densa necrópolis / que ellos mismos tejieron / con un hilo de oro.

Bajo el mudo sarcófago / que cobija su sueño, / ¿acaso aguardan la resurrección de la carne?

Dicen que el hombre es un ser para la muerte.

En esta caja de cartón termina / la Ruta de la Seda.»

Para concluir me van a permitir que regrese al catastrofista encuentro al que hacía mención en el comienzo de la reseña y a sus inquietantes preguntas: ¿Se muere la Poesía? ¿Existen buenos poetas en la actualidad? ¿Llamamos a la UVI móvil o no es necesario? A la vista de libros como el presente la respuesta se atisba meridianamente clara o, al menos, se intuye. Yo voy a ponerme de perfil y, con un guiño a lo Hitchcock, diré gallegamente que… ni sí, ni no. Sin embargo, no pasan dos segundos sin que el andaluz que vive dentro de mí me secuestre y, en honor a la verdad, me confiese que a esta “enferma” le va a costar morirse, porque a fe de que goza de muy buena salud con poetas como José María Jurado García-Posada a su lado. Y hay que tener fe: en los Poetas, en la Poesía… y en la Medicina.

Gusanos de seda (JMJ, 2016), de José María Jurado García-Posada | 64 páginas | 12 €

admin

2 comentarios

  1. Me ha gustado mucho el fragmento que has citado. Tengo que leer más.

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