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Cuentos asombrosos

Antes de las jirafas

Matías Candeira

Páginas de Espuma, 2011

ISBN: 978-84-8393-074-8

144 páginas

15 €

Fran G. Matute

Qué bien explicó, en su día, nuestro compañero José Martínez Ros el concepto «nostalgia ochentera», referido a lo que sentimos por las películas de aquélla época. Permitidme que tome prestadas sus palabras, que definían a la perfección una generación audiovisual nacida de productos que «[s]olían incluir, en primer lugar, una cinefilia intensa (…), un protagonista infantil o, mejor aún, adolescente confuso y solitario, una familia moderadamente desestructurada (…), un pequeño cuadro costumbrista de una comunidad suburbana y, por supuesto, no olvidemos lo más importante: el elemento fantástico y/o extraterrestre que impacta contra la vida cotidiana del protagonista (…)».

Toda esta parafernalia tomó su forma definitiva en los llamados Cuentos asombrosos (1985-1987) que produjo el principal culpable del género, Steven Spielberg. Por aquél serial pasaron todos los grandes nombres del cine de la época. Baste recordar que Clint Eastwood, Joe Dante, Robert Zemeckis o Tobe Hooper dirigieron algún episodio. No olvidemos que Kevin Costner, Harvey Keitel, Gregory Hines, Christopher Lloyd o Charlie Sheen pulularon por estas historias. De aquellos años fueron también Cazafantasmas (1984), Gremlins (1984), Regreso al futuro (1985), Cocoon (1985), Cortocircuito (1986)… y en medio de tanta eclosión popular nació Matías Candeira (1984).

Una de las grandes alegrías que me proporcionó la lectura de la colección Mi madre es un pez fue la de descubrirme a Candeira. Háganse un favor: lean «Purgatorio». Es de los relatos más desasosegantes que he leído nunca. Al más puro estilo de Chuck Palahniuk. Gracias a él, con menos de 20 páginas, me convertí en fan del autor. Corrí a la librería más cercana, adquirí La soledad de los ventrílocuos (2009) y Antes de las jirafas (2011) y aquí estamos.

Pero volvamos a la época que vio nacer a Candeira, ya que todos los cuentos incluidos en Antes de las jirafas nos han remitido, de forma inexorable, a ese ochentismo al que hacíamos referencia al principio. Para empezar, la inclusión de un DeLorean en la portada lo dice todo. Y para continuar, todos los relatos de la colección están protagonizados, de una forma u otra, por seres mutantes o mutados en perpetuo conflicto familiar y social. Lo mismo encontramos al Dr. Octopus (el cómic, ese otra gran referente de los 80) de crisis existencial que nos topamos con un asesino en serie profundamente enamorado. En el fondo, todos los personajes de Candeira son monstruos (algunos literalmente) que tienen que lidiar con el mundo que nos ha tocado vivir, lleno de vacíos, anhelos, contradicciones, sinsabores. Pero siempre existirá una máquina del tiempo, un bicho que te pica, una invasión de escarabajos… cualquier elemento sobrenatural que ponga las cosas en su sitio.

Pero lo más curioso de todo es que Candeira no acude a este ochentismo en un arrebato de nostalgia, ya que esa no fue nunca su generación vital. Así que lo que Candeira ofrece en estos relatos es más un ejercicio ‘retro’ que otra cosa. Y este hecho lo desvincula, al menos temáticamente, del resto de escritores de su «verdadera» generación. Candeira no parece comulgar, al menos desde el punto de vista literario, con los referentes genéricos asociados a la adolescencia que le tocó vivir a sus compañeros de clase, esto es, la segunda mitad de los años 90. Pues uno no suele pertenecer a la década que te ve nacer sino a aquella en la que transcurre tu adolescencia. Pero la sensibilidad de Candeira pertenece a una generación anterior, lo que nos ha ocurrido a muchos de nosotros, que no hemos encontrado en las postrimerías de la infancia elementos de conexión válidos con nuestra propia percepción de la realidad, asideras sobre las que construir nuestro andamiaje como «ser cultural», motivo por el cual nos hemos visto abocados a tener que acudir a épocas ya consolidadas, con una personalidad definida. Mirábamos al pasado con tristeza, pues sabíamos que la década que mejor encajaba con nuestros gustos no la habíamos vivido en plenitud y nos conformábamos con los vestigios y los productos imperecederos que se facturaron entonces. Y esta es, en esencia, la impresión que nos transmite Candeira con los relatos incluidos en Antes de las jirafas.

Aunque sólo fuera por este posicionamiento, ya empatizaríamos con la «poética» de Candeira. Pero detrás hay un talento literario importante sin aparentes límites creativos, pues el material del que están construidos sus textos es infinito. No obstante, si bien simpatizamos con los referentes temáticos de Candeira y su destreza escritora, su Antes de las jirafas presenta un problema grave de expectativas, ya que empieza tan fuerte -con ese monumento que me ha parecido «El extraño»- que todo lo que viene después es como un globo desinflándose. Nos hubiera gustado bautizar a Matías Candeira (estábamos predispuestos a ello) como la gran esperanza blanca de la literatura de este país, pero vamos a tener que esperar todavía un poquito más. Falta que nos entregue una obra compacta en la que no sólo los cuentos sean asombrosos temáticamente hablando, sino que el asombro venga de la propia colección en su conjunto. Pero de momento le compramos la postura, el envoltorio y la escritura. Elementos éstos que ya les gustaría tener consolidados a muchos de sus compañeros de generación.

admin

8 comentarios

  1. Estimado sr. Matute:

    ¿Es usted más de Cola-Cao o más de Nesquik? ¿Le van o no le van los grumos?

    Suya. Siempre.

  2. En Alicante éramos más de Ecco y de Praliné, porque en Levante somos muy nuestros.

  3. Yo creo que uno no puede acudir a una época anterior a la suya sino de una forma artística o intelectual, ya que el terreno sentimental está vedado, en la nostalgia o el desasosiego, para su adolescencia, para su juventud. Cansado de la reivindicación de los ochenta por gente que no crecimos en esa década, tengo que decir que se me eriza el vello cuando me acuerdo de aquel cuento asombroso en el que, para poder aterrizar el bombardero, le dibujan las ruedas en un cuaderno. Y aterriza. Migue.

  4. Es usted un caballero español, y pelín ochentoide. Me quedo más tranquila. Y con respecto a su reseña, creo que me gusta más de lo que me gustaría el propio libro. Quizá a partir de ahora decida leer únicamente críticas literarias.
    Un abrazo desde Polonia.

  5. Si el autor nació en el 84 difícilmente vivió esas referencias ochenteras; incluso en los noventa era un niño.

    Una cosa, chicos, deberías plantearos cambiar el fondo del blog. Es el mismo que tienen otras decenas de bloggers aficionados, y lo vuestro es mucho más que eso.

  6. Gracias Javier,

    Justo eso que mencionas es lo que explico en la reseña. Que Candeira, aún no habiendo vivido en primera persona los 80 siente predilección por esa década, no por la suya (finales de los 90). En lugar de hablar de Kurt Cobain o lo que fuera que pasara en esos años prefiere hablar del DeLorean de «Regreso al futor». De ahí que su acercamiento a esos temas sea un ejercicio más retro que nostálgico. Yo nací en los 70 y no vi un punkie en mi vida. Era más de kaftanes, incienso y peppermint…

    Lo del fondo del blog… estamos en ello, para qué te vamos a engañar.

    Saludos.

  7. Si es que el Candeira es mu tonto. Aparte de escribir como el culo, en el colegio le dábamos unas collejas del copón. Por primo

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