REYES GARCÍA-DONCEL | La niña que llevamos dentro, esa frase hecha que alude al juego, a la magia interior. Pero ¿qué ocurre cuando dicha niña no proporciona ilusión sino trauma y frustración afectiva?, ¿cuando su poder es tan grande que anula a la persona? Esto es lo que Lola B. Sousa ha querido transmitir en la presente obra. La narradora es una mujer adulta, pero Mariloli, la niña que fue, siempre está presente porque se ha quedado congelada en el tiempo, no ha evolucionado, y sigue viviendo dentro de ella, de modo que a veces la siente como un lastre y a veces como su única identidad: «Mariloli tiene cuatro añitos y vive adherida a mí. A Mariloli la llevo pegada como un sello desde que la abandonó su madre», nos dice en las primeras páginas.
La novela comienza con una crisis de pareja entre dos mujeres: la narradora y K, y con la socorrida excusa de estar asistiendo a terapia para intentar salvar la relación. Siguiendo las indicaciones de la psicóloga, esto es: escribir todas las peleas que mantienen, se narra la vida actual de la pareja, y sobre todo el pasado de la protagonista. A partir de ahí descubrimos que en realidad la relación es un trío formado por la dos mujeres y Mariloli, que pide, más bien exige, atención y afecto de forma insistente:«K, Mariloli y yo formamos un trío inarmónico, está claro, inarmónico y destructivo cuya solución pasa por hacer desaparecer a Mariloli, a lo que, desde luego, me opongo rotundamente». Pues K. odia a Mariloli, y la niña-mujer lo sabe.
El trauma que sufrió en la infancia le impide tener unas relaciones afectivas sanas y libres pues busca fuera lo que no tuvo: cariño, seguridad, pertenencia… «Será como la madre que siempre deseaste, traté de conformar a Mariloli», búsqueda a todas luces imposible de satisfacer. El desafecto la persigue, eso la esclaviza y la hace muy apetecible para los caracteres de tipo dominante —varias mujeres, conocidas vía Facebook, red a la que la autora critica como un arma de doble filo, se le meten en su casa sin ella pedirlo—, y así vamos conociendo como K. es la que decide todo, desde la compra diaria, a las vacaciones, los gastos comunes… en una relación claramente dependiente y tóxica: «¿… conociendo de primera mano lo que me une a K: la angustia, el rencor, las malas acciones archivadas con registro de entrada y salida?», que la narradora es incapaz de liquidar porque Mariloli tiene terror a quedarse sola.
Con un estilo sencillo, sin pretensiones líricas, pero trabajado y muy descriptivo, la autora nos conduce hacia atrás, hacia el origen del trauma, con la visión a veces de la mujer adulta, y a veces de la niña Mariloli, según las circunstancias. Aunque Mariloli no habla, sus estados de ánimo, sus gestos, su actitud es descrita por la mujer: «A Mariloli, que lo observa todo, no tarda ni un minuto en ponérsele carita de abatimiento y de perrillo abandonado». Escuchamos y vemos a una y otra indistintamente pues se realizan muy bien los saltos de focalización de un personaje a otro.
Darle vida a los traumas, ponerles una cara y un nombre, es una técnica aplicada por los psicoterapeutas que denominan externalizar, con la que se pretende conseguir la no identificación. En esta obra la autora ha ido más allá, porque Mariloli no es solo un recuerdo de la niñez, por muy nítido que se manifieste, sino que ha creado un auténtico personaje con toda la gama de emociones intensas que debe tener, hasta el punto incluso de somatizarlas: «A continuación, he observado que a Mariloli ha dejado de dolerle la tripita». Aunque la narradora misma no sepa distinguir bien quien es ella, si la niña o la mujer adulta: «…hacerse caca en las braguitas —más de una vez tuvo que recurrir al pañal para salir—», pues para su desgracia en ocasiones el trauma la domina por completo y no es capaz de encontrar salida: «Mariloli se impone con autoridad. Su miedo manda y ordena, su desasosiego ejerce un dominio sobre mí que no resulta fácil subyugar».
Ella es una mujer sin hacer, una mujer penosa y equivocada, una mujer que no se merece amar. La terapia la ayuda, pero solo hasta cierto nivel, como si la ciencia no tuviera las herramientas necesarias para curar determinados problemas: «La sicología actual además de abandonar la p- inicial creo que ha dejado algo más por el camino», por ejemplo, el de Mariloli ya que su trauma radica en un acto tan violento y desgarrador que de un manotazo la arrancó y a la vez la congeló en la infancia: «Yo adoraba a mamá, pero ahora ni puedo recordar su rostro».
En esta su primera novela, la autora describe las emociones de forma muy certera, por ejemplo cuando se acuerda de su niñez: «… una tristeza cavernaria y antigua». Es una narración sincera que no deja indiferente y que en ningún momento se percibe como un artificio literario, sino como una realidad trágica y palpable en la que todos podemos reconocernos.
Little Mariloli (Extravertida Editorial, 2023) |Lola B. Sousa | 136 páginas | 17 €