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De cómo ejercer la justicia histórica sin resultar pesado

victoria_kentJUAN CARLOS SIERRA | Para comprender la importancia de Victoria Kent y Louise Crane en Nueva York. Un exilio compartido de Carmen de la Guardia sería interesante empezar a leerlo por el final; en concreto, por sus dos últimos párrafos, que sintetizan la tesis del proyecto más que ambicioso y bien resuelto que sostiene este ensayo. Dicen así:

La vida y la obra de Louise Crane y Victoria Kent en sus años neoyorquinos fue muy fructífera. Trabajaron mucho juntas por mantener el inmenso legado de la Segunda República española, movilizando a todos aquellos que lo compartían a través de la Revista Ibérica, del Consejo Ibérico, de la editorial Ibérica y de sus propios textos y organizando multitud de movilizaciones. Establecieron redes de apoyo transnacionales entre mujeres, lo que facilitó su presencia pública y su labor cultural. Además Victoria y Louise transcendieron los valores culturales nacionales y participaron de toda una cultura de la modernidad gestada y debatida en la ciudad de Nueva York, y rompieron con los moldes de la representación tradicional de lo femenino sintiéndose seres humanos libres, que optaron con libertad por su vida profesional y afectiva.

Su mundo, que brilló con fuerza en los años previos a la Transición, se apagó para los españoles, que no supimos rescatar e incorporar con normalidad la aportación crítica, diferente y cosmopolita de muchos de nuestros exiliados y de los grupos extranjeros que les apoyaban. Durante la Transición apareció de forma clara su labor en el tiempo de la Segunda República, pero el silencio ocultó su buen hacer y todo lo que fueron capaces de generar en su largo exilio.

Efectivamente, a Victoria Kent se le ninguneó una vez reconocida su extraordinaria labor durante la Segunda República como Directora General de Prisiones; a esto hay que añadir, para que todo resulte aún más triste, que hay quienes pretenden sepultar bajo tierra este trabajo recordando su negativa a otorgar el derecho de voto a la población femenina en el parlamento de esa misma Segunda República española. Esta reacción resulta muy significativa en muchos sentidos -casi idiosincrática en el caso español-, pero especialmente valiosa para entender el mérito del libro que nos ocupa.

Sin entrar en polémicas, esta acusación a Victoria Kent se suele pintar, en la mayoría de casos, con trazo grueso y se pregona con actitud de hooligan. Sin embargo, el estudio de Carmen de la Guardia entra en materia -en este asunto del voto femenino y en todo lo demás- a fondo en las argumentaciones y en el contexto. El ingente trabajo que se nos ofrece en Victoria Kent y Louise Crane en Nueva York. Un exilio compartido hace justicia a Victoria Kent, pero no desde el que escribe apresuradamente de oídas o desde la trinchera política, sino desde el rigor de una labor investigadora extraordinaria, exhaustiva, profunda, incluso quisquillosa. Gracias a ella la figura de Victoria Kent se contempla en toda su complejidad desde diversas perspectivas, tantas como facetas desarrolló a lo largo de toda su vida, especialmente durante el exilio -ese gran olvidado de la historiografía patria-, sin duda el periodo más extenso y fructífero de su existencia y, paradójicamente, el menos estudiado y reivindicado.

En este periplo vital, Louise Crane fue determinante en muchos aspectos y así se ocupa de demostrarlo Carmen de la Guardia a lo largo de todo el ensayo. Sería injusto pensar en L. Crane como una mera comparsa, como una simple acompañante de Victoria Kent. El libro desmiente desde su primer capítulo esa visión situándola en el epicentro de Nueva York, de su modernidad, de la vanguardia cultural y de la reivindicación de la independencia y libertad de la mujer en todos los ámbitos de la vida.

Por otra parte, en el tratamiento de la relación entre Victoria y Louise sobresale el respeto que mantiene en todo momento Carmen de la Guardia al acercarse a ellas en su esfera más privada. Si bien a nadie se le escapa que Louise y Victoria fueron pareja hasta el final de sus días, el acento a lo largo del libro no se posa en esa vinculación sentimental, sino más bien en los frutos del trabajo que dicha relación produjo. Es de agradecer que la autora de Victoria Kent y Louise Crane en Nueva York. Un exilio compartido no haya caído en la tentación de insistir demasiado en este asunto privado de la homosexualidad que, tal como está el patio mediático y los niveles que  a menudo se manejan intelectualmente hablando, quizá habría reportado algo más de beneficio elevando las ventas del libro, pero una obra así no se escribe para escarbar en las heces y el morbo de una sociedad prejuiciosa, sino para colocar en el lugar de honor que les corresponde a dos mujeres adelantadas en todos los sentidos a su tiempo -y a este-.

Como en una buena trama, la normalidad de las vidas de los personajes principales de este libro, Victoria y Louise, se ve alterada por diversas circunstancias y a partir de ahí el azar juega su baza determinante, la de unir en la ciudad de Nueva York, como ya sabemos, a dos mujeres independientes, decididas, cultas, inquietas intelectualmente y políticamente comprometidas con la causa republicana -Louise a la manera americana y Victoria a la española-. La mano de Carmen de la Guardia en la narración de esta coincidencia neoyorquina tiene mucho que decir -que escribir- y para bien.

La autora posee la suficiente habilidad para hacer que el libro avance sin perder lectores por el camino, ya que cada capítulo es un descubrimiento, cada página una sorpresa y cada párrafo una excusa para seguir leyendo -qué sabroso, por ejemplo, el estudio de la diplomacia cultural anticomunista sufragada por la CIA-. Es realmente difícil conseguir esto con un ensayo tan riguroso como el que nos ocupa; resulta tremendamente complicado sostener un nivel investigador y un compromiso científico tan exigente como el que se pone de manifiesto en este libro y al mismo tiempo mantener la atención del lector. Carmen de la Guardia demuestra con Victoria Kent y Louise Crane en Nueva York. Un exilio compartido que aún es posible la divulgación histórica sin perder un ápice de rigor.

Victoria Kent y Louise Crane en Nueva York. Un exilio compartido (Sílex, 2016), de Carmen de la Guardia | 328 páginas | 22 €

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