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De excentricidades y revoluciones

Arde CubaJOAQUÍN BLANES | No cabe duda que la capacidad de sorprender del ser humano es inagotable, así como su inclinación a la excentricidad. Debe existir un resorte en las celebridades que cuando llegan a un nivel de éxito determinado, el aburrimiento o la desidia los abate de tal manera que deciden dar un salto y ponerse a la velocidad de la luz, cual Halcón Milenario, perdiendo entonces el control sobre sí mismos y, también, sobre su propia lucidez. Cada vez que el exjugador de la NBA, Dennis Rodman, visita Corea del Norte, en alguna parte del mundo alguien se hace un selfie con orejas de perro para festejarlo. Las celebridades llegan a ser famosas por sus extravagancias, busquen si no las peticiones que hacen en sus riders de hospitalidad los artistas, los baños de Cleopatra en leche de burra les parecerá algo común y hasta vulgar, y si no que se lo digan a Gwyneth Paltrow y sus enemas de café a 150 dólares la dosis. En definitiva, retomando la crítica, no es de extrañar encontrar a un envejecido Errol Flynn en Sierra Madre fotografiado junto a Fidel Castro a finales de 1958, un año antes del fallecimiento de actor y justo antes de que la revolución cubana entrase en La Habana por la puerta grande en el año nuevo de 1959, clausurando, de este modo, el ominoso periodo del “lindo mulato” Batista.

Ese momento histórico da rienda suelta al dibujante y guionista Agustín Ferrer Casas para confeccionar una completa y entretenida trama de intriga policial, espionaje, mafia y revolución, en un periodo de profundo cambio en la historia de la isla. Protagonizada por dos personajes, el actor estadounidense, Errol Flynn, y su amigo y fotógrafo, Frank Spellman, en realidad John McKay, el punto de partida es que Flynn llega a Cuba con el fin de entrevistarse con Fidel Castro y hacerse unas fotos que documenten dicho encuentro, para lo que embauca a su amigo Spellman contándole que van a buscar localizaciones para su nueva película. Mientras el señor Flynn disfruta firmando autógrafos, libando ginebra y flirteando como si no hubiese mañana, el pobre Spellman, un fotógrafo acomodado y pusilánime, se adentra en una aventura que lo irá transformando de ese ser apocado y triste del comienzo a un reportero intrépido, valiente y arriesgado. Alguien que en un primer momento recibe los golpes que estaban destinados a su amigo, al final es capaz de esquivar balas, de sentir empatía con los revolucionarios y de ayudar al comandante Camilo Cienfuegos a escapar de un destino trágico.

Arde Cuba refleja los acontecimientos sin mostrar demasiados juicios de valor, lo que se agradece, y la trama muestra, a su vez, un tono humorístico, tanto en los diálogos como en las expresiones histriónicas de los personajes, que envuelve al lector en un tono más amable y comedido de lo que en realidad subyace en toda esta historia, que fue mucho más dramática y violenta. Al mismo tiempo, el autor confecciona la trama combinando la realidad de unos hechos que ocurrieron dándoles una pátina de acciones y de ficción creativa que le otorga un ritmo mucho más ágil en todo momento. En esta historia se unen mafiosos, guerrilleros, la influyente embajada de Estados Unidos en La Habana e incluso la United Fruit Company, que bambolean con viento fuerte a nuestros protagonistas, especialmente al bonachón Spellman que finalmente adquiere más protagonismo que su amigo Flynn que sigue dedicado a sus labores hedonistas.

Es difícil imaginar el 1 de enero de 1959 sin la ilusión y la fe en un cambio drástico y un nuevo espíritu fundacional en el que la justicia, la igualdad y los derechos humanos fuesen los pilares fundamentales de esta revolución. Lamentablemente, como dice en el libro el loco sabio que lanza frases como un oráculo, “las revoluciones devoran a sus propios hijos”, y ese hermoso sueño del comienzo no duró demasiado y pronto llegarían los peterpanes, los marielitos, los balseros y un largo etcétera que parece no tener fin. Pero esto significa adentrarse en tierras movedizas porque cada lector o cada lectora tendrá su propio criterio y no es este el lugar para adentrarse, tampoco lo hace Ferrer Casas así que no tiene sentido seguir por ahí.

Agustín Ferrer Casas es ya un avezado creador de cómics que muestra una madurez y una solidez creativa envidiable, especialmente por su cuidada documentación de las historias con personajes o acontecimientos reales que ha tratado en otras ocasiones, como en Gandhi, el maestro de la vida (2004) o Cartas desde Argel (2016). Al concluir el cómic, Ferrer Casas añade unas páginas en las que explica el contexto histórico y la aventura de los personajes más relevantes del relato. Destaca en especial el personaje de Camilo Cienfuegos, cuyo final en el cómic es muy distinto al que tuvo en la vida real, como descubrirá todo lector y toda lectora que se adentre en esta historia que recrea el universo Technicolor y la trama de películas de intriga propias de finales de los años 50 y principio de los 60, como Charada o Con la muerte en los talones.

Arde Cuba (Grafito Editorial, 2017), de Agustín Ferrer Casas | 136 páginas | 17 euros

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