JOSÉ CENIZO | La zúa (2015, reed. 2021) fue la primera novela publicada por Antonio Ortega (Sevilla, 1971). Ortega es escritor y periodista, experto en flamenco (como periodista, crítico, investigador y comunicador) y en cultura gitana y por ello ha sido reconocido con premios como el “Premio del Instituto de la Cultura Gitana 8 de Abril de la Comunicación” en 2019. De La zúa decíamos: “Merece ser leída porque denuncia con contundencia pero, aunque refleja malestar y pobreza extrema, no deja atrás la parte cálida del ser humano: la bondad y la ternura. Por esto no es una obra panfletaria ni un cúmulo de tópicos demasiado manoseados ni un sesgado panegírico de lo maravillosa que es la vida de comunidad y fiesta de los barrios marginales. Crea además un lugar con tintes míticos, terroríficos, dantescos: la zúa”.
De ese ambiente pasa en la nueva obra, de relatos de muy diferente extensión (de unas líneas a varias páginas), a un retrato de personajes raros, con tragedias íntimas, sobre todo en torno al amor / desamor. Ya desde la introducción el autor refleja su tono irónico. El mundo de los escritores en general y en particular el de los talleres literarios es denostado en estos relatos. Especialmente en el más largo, “A una señorita en París”, una crítica a los charlatanes, con tonos de humor y entregas de sensualidad. El humor está presente: “Debe ser algo que tengo en común con García Márquez: a él también le salían golondrinos en los sobacos hasta que se los endosó al coronel Aureliano Buendía con la intención de atormentarlo en su existencia literaria, y desde entonces le dejaron de salir” (p. 27). Y así, por suerte para los cuentos, en otras ocasiones, un fino humor que se agradece. Este ego de los escritores, como decimos, es recurrente, como en “El Múo” o “El epitafio” (centrado el último en la muerte de un escritor y la poca repercusión de su despedida).
El desamor o los problemas del amor es otro asunto relevante, como en “El cajón de los calcetines”, original y fresco, sobre el amor que se acaba aunque se prosiga la relación. Si lo leen ya verán por qué ese título, aunque se lo imaginan. Soledad encontramos en “El hombre habitado”, que queda como petrificado: “parece que las cuerdas vocales se han petrificado por el silencio balsámico que le consuela las viejas heridas que no cierran” (p. 97). Pesimismo e inquietud en “Descuento”, último aportado, que termina con estas pocas palabras, con mucha intención: “No sé si a usted le pasa igual que a mí: yo escribo los cuentos muy rápido. Tardo más en corregir…”.
A los variados géneros que cultiva Antonio Ortega se añade el de los relatos cortos después de hacer novela, biografías, ensayos sobre flamenco o prosa poética. Aquí está Las líneas esenciales, novela polifónica, de personajes sacados de quicio, tal vez porque, como escribía el escritor Antonio Rodríguez Almodóvar en el prólogo de nuestro libro de relatos breves Tipos de interés, con personajes raros también, “hay que ver lo hermoso, aunque raro, que es vivir”.
Las líneas esenciales (Ediciones en huida, 2023) | Antonio Ortega |126 págs. | 15 euros