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De los que cuentan cosas

Todo el amor y casi toda la muerte

Fernando Marías

Editorial Espasa

Premio Primavera de Novela, 2010

ISBN: 978-84-670-3323-6

352 páginas

19,90 euros

Daniel Ruiz García

Uno de los momentos más hilarantes de ese derroche de saludable mala leche y cachondeo aplicado al circo literario que es Manual de Literatura para caníbales, de Rafael Reig, ocurre cuando se desencadena “La guerra de las Dos Marías”. A saber: los escritores contemporáneos se enemistan y se integran en dos bandos enfrentados: los de Javier Marías, defensores de la escuela de la sintaxis densa, de la experimentación, de la prosa reflexiva y ensimismada, y los de Fernando Marías, más amantes del argumento, del qué, de las novelas que cuentan cosas. Me he acordado de esa anécdota en varios momentos de la lectura del libro que nos ocupa, Todo el amor y casi toda la muerte, de Fernando Marías, probablemente el autor de menos de 60 años que tiene en su haber más premios literarios (entre ellos, el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Nadal, el Ateneo de Sevilla o, con la novela que reseñamos, el Primavera).

Estamos ante una novela que despunta de forma especial en los momentos en que se cuentan cosas. Es en estos momentos cuando la obra adquiere brillo e intensidad, demostrando que Marías (Fernando) está especialmente dotado para el ritmo, para la acción, para narrar con efectividad. En contrapartida, los momentos de reflexión, de circunspección, los momentos en que se abordan aspectos que tienen que ver con lo sentimental, están a mi juicio menos matizados y adolecen de cierta falta de profundidad. Esto no quita para que el conjunto resulte bastante eficaz, merced a una trama de cierta complejidad, que funciona a través de la narración de varias historias encadenadas y que se producen en distintos momentos históricos sobre un mismo territorio. Por un lado, la historia de Gabriel, poeta que marcha a la guerra de Cuba y que regresa a España después de un encuentro de carácter sobrenatural que trastoca su existencia, y que vive un amago de romance con Leonor, mujer de un terrateniente cruel. Por otro lado, la historia de Sebastián, un “hombre corriente” que se ve atrapado en un amor inesperado con una inquietante y voluptuosa mujer que le provoca el desgarro emocional y la infelicidad.

Hay otras historias, como la de Clara y su hijo Eloy, e incluso una historia incrustada dentro de otra historia, la de la propia novela-cuento que Gabriel escribió en vida (y que está hábilmente planteada desde una perspectiva estilística distinta al resto de la novela). Todas las historias dan al conjunto una apariencia de construcción compleja en la que el lector debe poner de su parte para llegar a conclusiones propias sobre lo leído. En este sentido, sorprende que una novela de una complejidad como ésta se haya alzado con un premio como el Primavera, normalmente más dado a poner de relevancia obras con un planteamiento más lineal y clásico. Fernando Marías ha construido un artefacto narrativo complejo, que en todo caso se lee con sencillez gracias a la pericia narrativa del autor, quien si de algo sabe es desde luego de contar historias con efectividad.

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