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¿De qué hablamos realmente al criticar a la China capitalista-comunista?

LUIS ANTONIO SIERRA | Cuando escuchamos el concepto “realismo mágico”, nuestra mente, probablemente a causa de la tradición literaria en la que nos hallamos, se dirige hacia escritores como Miguel Ángel Asturias, Isabel Allende o Gabriel García Márquez, por nombrar algunos de sus más conocidos exponentes. Aunque esa primera intención casi inconsciente localiza el término en el contexto literario latinoamericano, esta forma de escribir trasciende, con más o menos fortuna, las latitudes del sur del continente americano. Así, el canon literario califica también como “realistas mágicos” – si existiera el término – a ilustres creadores como el portugués José Saramago o el japonés Haruki Murakami; y más recientemente, y dentro del mundo literario anglosajón, a autoras como la norirlandesa Jan Carson, quien con su segunda novela titulada Los incendiarios ganó el Premio de Literatura de la Unión Europea en 2019. Asimismo, hay quienes incluyen en este listado la obra del chino Yan Lianke, sobre cuya última novela publicada en España por Automática Editorial, La muerte del sol, nos proponemos dar unas pinceladas.

Aunque existan coincidencias entre la prosa de Lianke y las características más palpables del realismo mágico – la aceptación de lo sobrenatural como parte de la realidad, la naturalidad con la que el narrador acepta la anormalidad de la situación o la exigencia al lector para conectar lo sobrenatural con la vida convencional –, sin embargo, entendemos que La muerte del sol va un poco más allá de todo ello. En esta novela Lianke utiliza los elementos sobrenaturales – en ocasiones prácticamente surrealistas – para dotarse de una voz propia y claramente distinguible, así como para diseccionar el contexto sociopolítico de la China actual desde una perspectiva tremendamente crítica. El propio Lianke se aleja de la etiqueta de “realismo mágico” y denomina su escritura como “realismo espiritual” ya que, según él mismo, su ficción “no hace hincapié en la realidad palpable de la vida, sino en la del alma y del espíritu”.

En La muerte del sol Yan Lianke se embarca en una historia increíble, esto es, la caída en un estado de progresivo sonambulismo en la que un día, cuando se hace de noche, entran los habitantes de Gaotian, un pueblo situado en el centro de China. Dicha anormalidad solo se solucionará cuando amanezca, pero el inconveniente está en que mientras esto sucede se desata la tragedia y, para más desgracia, el sol no sale cuando le toca al día siguiente, lo que agrava el problema hasta que, por fin, decide salir al cabo de varios días de oscuridad. Este estado de sonambulismo llevará a quienes se sumerjan en él a desactivar todos los filtros que la sociedad impone y a liberar sus pasiones y deseos, los cuales desembocarán en calamidades sin remedio y nos pondrán ante la tesitura de, por ejemplo, reflexionar sobre cuál es la verdadera naturaleza humana, si la sociedad moldea comportamientos o los reprime, o si el hombre es bueno por naturaleza como decía Rousseau – e intuimos que Lianke discrepa de la afirmación del filósofo suizo-. Son muchos los interrogantes que se nos plantean en la novela, los cuales, en primera instancia, están referenciados – lo dice el propio autor – en el contexto de la China capitalista-comunista actual, pero que, sin duda, pueden aplicarse a cualquier entorno sociopolítico vigente independientemente de su latitud. De ahí la trascendencia tanto de esta novela como de su autor. Como los grandes de la literatura, Lianke alude con sus novelas a temas universales que nos atañen a todos, que nos ponen frente al espejo, vivamos donde vivamos o pensemos como pensemos. Esa es la grandeza de la literatura y, por extensión, la universalidad y la trascendencia de autores como Yan Lianke.

Por otro lado, nos preguntamos, llegados a este punto, si el hecho de que tanto este libro como otros de Lianke no hayan sido publicados en su país natal está privando a sus conciudadanos de herramientas para salir de la burbuja en la que se encuentran – como ha manifestado el propio autor – y no darse de bruces con la realidad, o si se trata de una maniobra consciente de las elites políticas chinas para evitar que el tránsito hacia el capitalismo más salvaje -y, por consiguiente, sus vergüenzas interiores- no se vea truncado por un espíritu crítico y regenerador del comunismo. Esto, quizás, habría que planteárselo al propio autor, pero, de cualquier forma, nos deja en la duda – al menos a este estadista – de si Lianke está renegando de su pasado político en el organigrama del Partido Comunista Chino o si se está reafirmando ideológicamente con su pasado.

Por último, no quisiera acabar esta reseña sin destacar el hecho de que sin un buen trabajo de traducción veríamos coartado nuestro acceso a estas grandes obras. Solemos dar por hecho esta circunstancia, pero sería injusto no agradecer la labor de traductores y traductoras, como en este caso Belén Cuadra, por su trabajo de intermediadoras y facilitadoras de cultura. No solo se trata de poder acceder a obras escritas originalmente en lenguas tan ajenas a la nuestra como el mandarín, sino también a todos aquellos idiomas que consideramos más cercanos, pero que, salvo algunos afortunados, muy pocos son capaces de manejarlos para poder acceder a todos los matices que la literatura puede ofrecer.

La muerte del sol (Automática Editorial, 2020) | Yan Lianke | Traducción de Belén Cuadra Mora | 420 páginas | 20,00 euros.

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