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¿De qué va la vida, papá?

9788498959017

 

García

Pablo García Casado

Visor, 2015

ISBN: 978-84-9895-901-7

54 páginas

10 €

 

 

 

Juan Carlos Sierra

En El mapa de América, Pablo García Casado escribía un poema titulado «Padre», un texto muy cinematográfico con un marcado punto canalla, un relato duro, sin concesiones, afilado hasta tal punto que cada verso cortaba como un cuchillo. Nada que ver con la mirada profunda, exhaustiva, meditada, compasiva sobre el asunto de la paternidad que aparece en el núcleo duro de su último poemario García.

Y es que con apenas treinta años, edad que tendría García Casado cuando se publicó aquel libro -el segundo en su haber por entonces-, uno andaba lejos de la paternidad y, por consiguiente, preocupado por otros asuntos. Sin embargo, como cada momento en la vida tiene sus conversaciones, sus preocupaciones, sus intereses,… -y, si te dedicas a la poesía, sus poemas-, al cabo de dos hijos y saltando la barrera de los cuarenta, parece que a Pablo García Casado le tocaba hablar de las relaciones paterno-filiales. No me atrevería a decir que exista una inclinación generacional hacia esta temática, pero sí puedo afirmar que se puede considerar como una especie de «tic» entre ciertos escritores actuales cuarentones -o casi-. En este sentido y por ofrecer uno de los poemas más intensos que he leído recientemente al respecto, recomendaría el número 36 (“Igual que quien injerta…”) de Desaparecer, el último poemario de Juan Manuel Romero.

Como muchos otros asuntos que tienen que ver con los sentimientos, la paternidad en poesía conlleva tanta responsabilidad como la ejercida en la vida cotidiana, ya que en ambos caso se puede caer en extremos nada deseables: desde la vehemencia del patetismo a los excesos empalagosos de la cursilería. Supongo que consciente de estos peligros, García Casado ha armado un poemario contenido para que no se le vayan de las manos los poemas. Creo que, en este sentido, la elección del poema en prosa -ya ensayado con éxito en su libro anterior Dinero– supone un acierto, puesto que en su narratividad la prosa poética invita poco a dejar de pisar tierra firme e irse por los cerros del dramatismo o de la sublimación sentimentaloide. Por otra parte, en los poemas que tratan esta cuestión se aprecia el empeño del personaje poético por no autoengañarse -y de paso no engañar al lector-, por destacar las contradicciones -excelente, hablando de esto, es el poema titulado «Amor» y aterrador, «Saturno»-, por recorrer todos aquellos caminos al margen de la autopista de la estupidez humana abducida por vallas publicitarias con fotos de bebés «querubínicos» anunciando la permanente sonrisa y dicha de ser padres; en definitiva, se agradece el empeño de Pablo García Casado por cumplir con la que puede ser una de las funciones de la poesía: poner el foco donde no es habitual -en las zonas oscuras- y arañar hasta que nos sangren las uñas.

Sin embargo, reducir García a un tratado lírico sobre la paternidad supondría traicionar al libro que tenemos entre manos. Si el poemario se quedara en este nivel de lectura, no llegaría a quien no pueda identificarse con esta circunstancia paterno-filial, porque o no lo ha experimentado o no le interesa. García va más allá y salta en su segunda parte, llamada «Turn», a la arena de la plaza pública. Podríamos decir que nos traslada Pablo García Casado a lo social con la misma mirada reveladora que ya había escrutado la intimidad familiar. En algunos de los mejores poemas de esta sección -«Ex» o «Z»- el poeta cordobés insiste en descorrer las cortinas de la representación política y/o electoral, porque ya se sabe que en este circo mediático y mentiroso “nadie compadece a un político”, si no es esta poesía que aspira a poner cada cosa en su sitio y llamarla por su nombre. En esta línea, también resulta imprescindible el poema titulado «E», en el que se apuesta por una sencilla definición de la manoseada patria: “Sanidad, educación, servicios públicos: eso es la patria. Y pagar impuestos. Y vivir y dejar vivir”.

Hay, además, en García una postura rebelde sin estridencias, sin romanticismos, pero muy firme, en el penúltimo poema de esta sección, titulado igual que esta «Turn». No se trata de bajar los brazos y resignarse, porque “Hay un tiempo para todo, bajo el cielo, un tiempo para cada cosa. Y el tiempo es ahora, y es aquí. He de encontrar un relato, una certeza. No quiero una rendición sin condiciones. Quiero decirles a mis hijos: aquí tenéis la mañana, es toda vuestra, sin duda os pertenece”. Y se cierra brillantemente el conjunto con un poema, «Pensando en Cernuda«, que de alguna manera engarza las dos coordenadas descritas que recorren el poemario.

Sin embargo, García no es solo un libro bien escrito sobre dos asuntos perfectamente estructurados en dos partes nítidamente diferenciadas, sino que hay en él un sustrato, un pegamento que une, un hilo que cose a ambas, para que el conjunto no quede deshilvanado. En el fondo late una misma postura, un mismo punto de vista, que no es otro que la constatación de la orfandad, de la soledad, del desvalimiento del ser humano. Y ahí, independientemente de si somos padres o no, si nos interesa la política o no, si nos duele la España de la crisis o no, estamos todos.

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