ELENA MARQUÉS |Conocí a Jesús Cárdenas hace ya varios años, no puedo acordarme ahora mismo de la fecha ni por qué se cruzaron nuestras vidas. Creo que coincidió con mi lectura de su Después de la música, que publicó Cuadernos del Laberinto en 2014, lo que me condujo a buscar y sumergirme en otras obras anteriores, Mudanzas de lo azul y La luz entre los cipreses.
Así que hace prácticamente una década que lo sigo, lo leo, y tengo el enorme placer de haberlo visto crecer y comprobar su trabajo «de arquitecto».
Porque cada uno de sus libros no es un cúmulo de poemas, una mera antología, sino una estructura con hilo conductor pulida a conciencia. Y toda esa labor desemboca hoy en Desvestir el cuerpo, publicado por Lastura, donde podemos comprobar la evolución que ha experimentado en este oficio lírico, su interés recurrente por temas esenciales (el paso del tiempo y sus estragos, qué queda del joven que fuimos en el hombre que somos, el pasado, el olvido, la memoria, los sueños, la infancia prometida), su necesidad de sumergirse en la naturaleza y de crear un espacio cotidiano que puede contenerlo todo sin necesidad de nada más: un hogar de roces y palabras.
Porque el nuevo poemario de Jesús Cárdenas es un canto amoroso no solo a la persona que lo acompaña, a un cuerpo tangible y real, sino también a la poesía como salvación y trascendencia: su forma de quedarse en el mundo. Una poesía que crece desde la clara conciencia de nuestra pequeñez, de nuestra inestabilidad. Desde los huesos, la ceniza de la muerte y la realidad de la finitud. Una poesía repleta de sólidos símbolos desde los paratextos iniciales, símbolos de raigambre romántica (el cristal, la luna, el viento, la intemperie, el fuego, la llama, el color del cielo y el mar) que ya han sido utilizados en libros anteriores (recuerdo, por ejemplo, el título de su poemario Mudanzas de lo azul), lo que confiere a su obra una gran unidad y contribuye, en este caso, a crear una atmósfera nostálgica y en ocasiones onírica en sus tres partes bien definidas: «Todos los espejos», «Cristal ahumado» y «Callada ceniza». Estas tres secciones resultan ser el trazado de un viaje natural desde el deseo del autoconocimiento a través del espejo, pasando por la contemplación del mundo aislado tras el cristal, a la percepción de lo que somos y la nostalgia del ayer y sus promesas.
El espejo representa para Cárdenas, como digo, una ventana a la conciencia y al conocimiento, cuyo fuego prometeico nos entrega. Es ese deseo de introspección el que lo conduce a enfrentarse a él y comprobar sus límites. Porque el azogue nos hace sabedores de que solo somos reflejos, sombras, una mitad, del mismo modo que el cristal de la ventana, otro símbolo que guía los poemas de la segunda sección, nos deja un espacio interior para observar el mundo, actúa como límite que nos convierte en seres solos. Así el poeta, observando la vida tras él y tratando de trasponerla en el folio.
Y es que en este libro hay muchos poemas sobre el rito de escribir poesía, en la soledad, en la penumbra, en la noche. Es un acto que «Pone un sueño al alcance de la mano, / pero no llega a conquistarse nunca». De hecho, a veces el poeta manifiesta no poder captar o expresar todo a través de las palabras. Que estas dejan huecos, lo que me recuerda a dos poetas argentinas en perpetua lucha por encontrar el lenguaje primigenio, Olga Orozco y Alejandra Pizarnik, cuyos ecos resuenan en esta obra junto a los de Basallote o Valente (ese refugio en la penumbra, en la oscuridad, en lo pequeño y aislado para poder crear), o Borges, en su instante crepuscular para encontrar la inspiración entre la realidad y el sueño.
No quiero dejar pasar el acierto en el título escogido. Porque el verbo «desvestir» remite, en su segunda acepción, a algo que tiene mucho que ver con la intención estilística del poeta sevillano: «Despojar algo de lo que lo cubre o adorna». De hecho, el prologuista, José Antonio Olmedo, detecta más sencillez formal en este libro que en otros poemarios anteriores.
Eliminar lo superfluo, en la vida, en el amor, en la poesía, exponer el interior, lo íntimo, el alma, la esencia, la verdad, se convierte más que nunca en el ars poética de Jesús Cárdenas, repujar el poema para que podamos mirarnos en él. Y eso es lo que transforma un poema en poesía: el ser reflejo de todos los hombres, no solo de la mano que lo escribe.
Desvestir el cuerpo (Lastura, 2023) | Jesús Cárdenas|118 páginas | 13,00 euros