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Distintas formas de transcribir la vida

ELENA MARQUÉS | Creo que existen escritores expertos en trazar biografías. A la cabeza me vienen desde Stefan Zweig, que se aventuró con Magallanes o María Antonieta, a Manuel Chaves Nogales lidiando con la rareza de Juan Belmonte. De libros sobre reyes y princesas, del pueblo o no, prefiero pasar. En cualquier caso, no es un género que me atraiga especialmente. Será porque acostumbra a un orden cronológico y una acumulación de datos y adláteres desconocidos que me termina por cansar. Y eso que los dos caballeros a los que me he referido antes provocan de todo menos aburrimiento.

Parece que el portugués José Luís Peixoto se ha vuelto a lanzar a ese camino tras su Autobiografía (Random House, 2020), en la que glosa, con una arquitectura arriesgada, el perfil del escritor Saramago (aunque no solo eso). En esta ocasión nos brinda la oportunidad de conocer a un importante empresario, nada menos que el fundador de una compañía que a los que viajamos al país vecino nos acompaña por todos los bares de carretera y, por supuesto, los mejores restaurantes. Bueno, en realidad, nos acompaña por los cinco continentes, pero yo apenas he salido de este. Me refiero al café Delta, con sede en Campo Maior, lugar de nacimiento del señor Rui Nabeiro, pueblo pequeño y fronterizo del Alentejo cercano al insólito Galveias que ya conocimos por mediación del autor de este Comida de domingo.

Ignoro el motivo por el que quiso rescatar su singular biografía. Si le llamaron la atención los orígenes humildes del personaje y/o su apego a la tierra. Si quiso humanizar para nosotros al creador de un imperio. Si le recordó demasiado a su orfandad temprana, que desembocó en el libro iniciático Te me moriste. Si pensó que, al igual que la realidad y la ficción se funden en sus novelas sin establecer límites claros, ese pueblo alentejano proclive a contrabandear en tiempos de guerra con el país vecino tal que si este fuera una prolongación de sus veredas le resultó un buen lugar para quedarse. Si la longevidad del personaje, nacido en 1931 y aspirando la torrefacción de los granos de café hasta hace apenas unos meses, le daba pie a contarnos parte de la historia de Portugal en el último siglo. O porque, conociendo sus mimbres, era realmente una biografía muy novelable. Es lo de menos. Lo importante es el milagro del resultado, la fórmula elegida, que, si bien más de uno dirá que no es original (vale, la memoria no nos ofrece en orden los acontecimientos importantes de nuestra vida, e incluso puede anteponer hechos en apariencia insignificantes a verdaderos hitos), que esa oscilación entre el presente en el que se despierta el protagonista y el pasado que le sigue acompañando (uno de los «mensajes» que repite con convicción) está más vista que mosquito en verano, se adorna de nuevo con sus particulares lirismo y sensibilidad, que en mí, al menos, dejan su huella.

El libro se estructura en torno a tres días de marzo de 2021, los dos previos al noventa cumpleaños del protagonista y el domingo de reunión y almuerzo que le da título. Una comida que reúne a toda la familia, semejante a otros tantos encuentros festivos como un momento que «sucedió y está siempre sucediendo», lo que da pie al narrador a reflexionar sobre la consistencia, el peso y el poder del tiempo (me encanta la sensación que transmite al decir «íbamos en el interior de otra mañana de lunes»); sobre los cambios, o no, de su identidad y los distintos rostros que lo conforman; sobre los elementos que unen a distintas generaciones y la igualación de tantas almas en una sola, donde confluyen pasado, presente y futuro en su línea infinita. Porque un solo día basta para recordar toda una existencia, y una sola vida para resumir la Vida.

Jalonado de estímulos sensoriales (el «olor avinagrado de la masa de las farinheiras» como actualización de la magdalena de Proust; la voz de la madre y del padre, «que existió, no ha sido olvidada, existió»; la indómita luz de las fachadas exhibiendo «la animación de la cal») y de imágenes sencillas, con una naturaleza viva que constata la grandeza del momento («El paisaje acaba de nacer delante de mí. Soy el único testigo de este instante») y un ritmo moroso que reproduce así la lentitud de movimientos del anciano, a lo que se suma el tono inevitable de la nostalgia y de la satisfacción por el deber cumplido (con la vida, con los hijos, con su pueblo), Rui Nabeiro recapitula. Es algo normal en cada aniversario, y más cuando se ve cercano el cierre de todo. A través de un narrador en primera persona que de vez en cuando se mira desde fuera, conocemos así sus orígenes humildes alrededor del pan y el fuego, su oficio de mandadero de la tienda familiar, su responsabilidad temprana desde la escuela, su defensa incondicional del trabajo (no hay soberbia en sus logros, ni en los económicos ni en los políticos), su amor por sus hermanos y hermanas, una de las cuales vivía medio adoptada por unos vecinos para liberar de bocas a la familia, y en especial por su mujer. Lo acompañamos en la inauguración del puente sobre el río Tajo, en su viaje a Timor en busca de materia prima, en la enfermedad de su hermana Clarisse «cuando los pulmones se empezaron a llenar de desgracia». Y, por supuesto, en las sensaciones al recibir el homenaje de todos, como prócer y patriarca, el día de su cumpleaños, con una bien contenida emoción que no convierte el acto en una escena ni mucho menos lacrimógena.

Hay, por supuesto, observaciones muy hermosas que deberían hacernos pensar. En un tiempo acelerado, gusta escuchar «mi tío me enseñó los senderos y, también, esta manera de estar aquí». Porque, aunque Comida de domingo se acerca a la muerte como algo inevitable, es toda una invitación a la vida, al goce, a la pausa. Y también a fijarnos en lo importante. A mí, qué queréis que os diga, después de la publicación de mi último libro, se me han saltado las lagrimitas al leer, en el principio de uno de los capítulos, «Todo se resume en la construcción de una casa».

Ignoro si la vida del empresario y político portugués trazada por Peixoto en este libro tiene mucho de idealización, o de ficción, o de reconstrucción imaginativa; pero lo que no puede negarse es que hay distintas formas de transcribir la vida, y si se le añaden sus buenas dosis de poesía y literatura, pues mejor para todos.

Comida de domingo (Random House, 2023) | José Luís Peixoto | 208 páginas | 18,90 euros | Traducción de Antonio Sáez Delgado

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