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Distopía patria

LUIS ANTONIO SIERRA | Al contrario que otras tradiciones literarias como pueda ser la anglosajona, la nuestra, la española, no se ha prodigado demasiado en el género de la ciencia-ficción. Así pues, no abundan en la literatura patria las especulaciones sobre el futuro que nos espera, en general, ni las narraciones distópicas sobre ese porvenir, en particular. Dentro de las segundas, de esas visiones nada halagüeñas del destino, es obligado recordar los nombres de clásicos (anglosajones en su mayoría) como H.G. Wells, Orwell, Bradbury, Huxley o Asimov. Pero también podemos hacer referencia a una nueva hornada de autores de distopías – anglosajones también – entre los que podemos destacar a Cory Doctorow, cuya reciente colección de historias titulada Radicalizado (Capitán Swing) nos plantea un panorama desalentador en todos los sentidos. Esta renovación del género en el mundo de habla inglesa no es sorprendente ya que se asienta sobre la base de una herencia literaria muy importante. Lo que sí nos puede chocar es que este tipo de distopías salgan de una tradición literaria tan poco dada a la especulación sobre el futuro como la nuestra, más empeñada en reflexionar sobre el pasado más o menos reciente.

Este trabajo, esto es, el de indagar en nuestro pasado, es justo lo que venía desarrollando fundamentalmente nuestra añorada Almudena Grandes a través de su inacabado proyecto narrativo que bautizó con el título de Episodios de una guerra interminable. Sin embargo, y a colación de las consecuencias más inmediatas del confinamiento que trajo consigo la pandemia del COVID-19, la autora cambió de tercio y se embarcó en otra propuesta narrativa – también inacabada a causa de su indeseable muerte y que tuvo que terminar su esposo, Luis García Montero. Todo va a mejorar es el título de esta novela, una distopía de manual, a ratos muy factible y a ratos no tanto, aunque tratándose de una ficción sobre el futuro, a saber qué resultará finalmente factible y qué no. Independientemente de este detalle, la historia apunta hacia la culminación de un proceso protagonizado por ciertas tendencias ideológicas que llevan algún tiempo desarrollándose con más o menos descaro – y éxito según qué casos – y que desde un punto de vista estrictamente democrático son tremendamente peligrosas. Recurre Almudena a algo ya vivido – el pasado que se repite en el futuro – como es el ascenso de regímenes totalitarios a través de las urnas o de la creación de partidos por parte de las élites y aparentemente respetuosos con las reglas del juego democrático, pero que resultarán ser otra cosa. Seguro que en la mente de todos pueden saltar resortes de color naranja, azul o verde.

Este entramado ideológico, todo este contenido se sostiene gracias a un andamiaje formal muy en la línea de la autora y que se ha convertido en marca de la casa. En esta novela – como en otras obras de la autora – también vamos a encontrar a decenas de personajes que fijan el armazón de la narración; gentes que, por una razón o por otra, acabarán ligadas entre ellas y a los acontecimientos; personas que compartirán protagonismo, que aun desapareciendo de la narración, mantendrán su presencia latente; gente corriente, gente de aquí y de allí, de distintas edades, de distintos orígenes sociales. En definitiva, miembros de una sociedad que se deja manipular, que se conforma, que siente miedo, pero que también se rebela – desde dentro y desde fuera –, que se organiza y lucha como puede contra la adversidad.

Asimismo, somos testigos de cómo el poder ajusta sus resortes para conseguir sus fines utilizando, si llega a ser necesario, la violencia legítima que le otorga su función institucional, pero también otra de naturaleza paralegal – o ilegal directamente –, brutal y sin miramientos. Todo sea por alcanzar unas metas, las cuales, por otra parte, irán cambiando, dependiendo del momento en el que se encuentre la gestión de las cosas.

Lo que acontece en esta novela está provocado por una enfermedad que Almudena Grandes identifica claramente y que, dependiendo de cómo vayan evolucionando las cosas en el mundo real, puede llevarnos a que la distopía que se cuenta en Todo va a mejorar se torne real. Ese mal se llama neoliberalismo y lo podemos identificar claramente en muchos detalles de la novela: por ejemplo, en esa idea – tan puritana, por cierto – del hombre hecho a sí mismo, sinónimo de éxito económico y personal – y de ansias de poder, consecuentemente –; también se manifiesta en la progresiva y consciente devaluación de la política y de todo lo público por parte de las élites económicas y, como consecuencia natural la propuesta de gestionar un país como si fuera una empresa. Pero preocupante también es cómo somos testigos del paulatino sacrificio de la libertad individual a cambio de una supuesta seguridad basada en el miedo, en el control de la población.

Aunque esta novela no esté seguramente entre las mejores de la malograda autora madrileña, sin duda merece la pena impregnarse de lo que cuentan sus páginas por el aprendizaje que podemos sacar sobre las posibilidades que hay de que las distopías se conviertan en realidad. Alguien dijo que hay que conocer el pasado para no volver a cometer los mismos errores, pero quizás habría que añadir que estos ejercicios de predicción nos pueden ayudar también a evitar situaciones no deseadas a medio y largo plazo.

Todo va a mejorar (Tusquets, 2023) | Almudena Grandes |512 páginas | 21,90 euros.

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