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Doble aventura

La ecuación de la vida
Yasmina Khadra
Destino, 2012
ISBN: 978-84-233-2948-9

352 páginas

19,90 €
Traducción de Wenceslao-Carlos Lozano
Alejandro Luque
Muchos lectores recordarán la sorpresa que supuso la irrupción en el mercado español, a finales de los 90, de una misteriosa escritora argelina llamada Yasmina Khadra, capaz de plasmar la convulsa cotidianidad de su país con técnicas de novela negra de muchos quilates. Que se sospechara que detrás de aquel sobrenombre se ocultaba un hombre, y además un hombre de armas, no hizo sino atraer más atención sobre novelas como Morituri, Doble blanco o El otoño de las quimeras.
Tras el éxito de esa trilogía protagonizada por el comisario Brahim Llob, un personaje que junto al Montalbano de Camilleri y el Jaritos de Márkaris conforma hoy el triángulo de oro de las letras negrocriminales del Mediterráneo, Khadra –o lo que es lo mismo, Mohamed Moulessehoul– empezó a dar señales de querer alejarse puntualmente del estricto ámbito argelino para desarrollar ficciones de atmósfera más universal. Obsesionado con el juego entre violencia y poder, viajó al Afganistán de los talibán en Las golondrinas de Kabul, y entró de lleno en la guerra iraquí con Las sirenas de Bagdad.
Su última novela hasta la fecha, La ecuación de la vida, participa de esa voluntad de escapar de la realidad inmediata y asumir retos como escritor. De ahí que este libro contenga una aventura doble, la que vive el protagonista y la que atraviesa el propio autor, explorando territorios desconocidos para él. La primera aventura es la de Kurt Krausmann, médico que lleva una vida apacible hasta el día que su esposa, sin que ningún indicio pudiera permitir imaginarlo, se suicida. Para sacarlo del pozo depresivo, su amigo Hans le propone viajar con él en barco al archipiélago de las Comoras, donde colabora en ayuda humanitaria.
Sin embargo, en medio de la travesía serán asaltados por piratas somalíes y sometidos a un duro cautiverio, un descenso al corazón de las tinieblas africanas –¿Puede ser el nombre de Kurt un guiño al Kurtz conradiano?– en el que la mentalidad europea chocará frontalmente con la forma de entender la vida del continente negro. Con un ritmo narrativo bien sostenido, salpicado de digresiones más o menos didácticas, Khadra va derivando el thriller en viaje iniciático, incorporando personajes llamados a enriquecer los puntos de vista de la historia, como el francés Bruno, apasionado de África, el pirata-poeta Joma Baba-Sy o la médico Elena, sevillana voluntaria en Darfur con la que Kurt vivirá una inesperada historia de amor.
Pero si en la aventura del doctor Krausmann hay sed, dolor, muerte y pasión, la peripecia literaria de Khadra no parece menos accidentada. La principal dificultad es la de introducir al lector en un medio del que se ignoran tantas cosas, y en una situación excepcional que a veces asoma por los telediarios, pero que rara vez se cuenta en profundidad, como es un secuestro en África. Vemos al autor sortear peligros evidentes, sobre todo un exceso de lirismo que lastra el ritmo en algunos pasajes; también se la juega en lo que respecta a la verosimilitud, dejando sin resolver del todo la comunicación entre personajes de distintas lenguas –no parece plausible que todos los africanos hablen un inglés literario tan fluido– o alguna discusión, tan chocante en el contexto de la historia, en la que se cita a Sófocles y Shakespeare. 
 

Khadra, no cabe duda, ha preferido arriesgar en terrenos resbaladizos y escarpados antes de volver a recorrer el camino conocido de una nueva trama policíaca. De paso, cuestiona la soberbia europea y occidental, recordando que quizá la vida esté en otra parte y que no hay verdadero viaje que no pase por el interior de uno mismo.

[Publicado en Mercurio]

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